domingo, 27 de marzo de 2016

HOMILÍAS DEL ABAD BENITO EN EL VIERNES SANTO Y EN LA VIGILIA PASCUAL

HOMILIA DEL VIERNES SANTO 2016
En el Año de la Misericordia este Viernes Santo reviste una importancia especial.
Cristo muriendo crucificado por nuestra salvación es la imagen más clara de la misericordia de Dios. Imagen del Padre misericordioso, imagen del Hijo misericordioso e imagen del Espíritu Santo misericordioso.  Cristo muriendo en la cruz es el gesto, es el acto más grande y más claro de amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo:
De Dios Padre: se lo explicó Jesús a Nicodemo y hoy a nosotros: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único” (Jn 3,16). Jesús se está refiriendo al amor del Padre expresado en la cruz de su Hijo “Como Moisés en el desierto levantó la serpiente”( Jn 3,14).
De Dios Hijo: “Doy la vida por las ovejas… Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente… Este es el mandato que yo he recibido del Padre” (Jn 10,15-18).
De Dios Espíritu Santo: El Espíritu Santo, que descendió sobre Jesús cuando fue concebido en el seno virginal de María, (Lc 1.35), que volvió a descender sobre El en el bautismo Lc 3,22, que lo llevó al desierto para ser tentado (Lc 4,31) y que descendió nuevamente y lo ungió al comenzar su misión (Lc 4,18-19) ahora lo sigue acompañando en la cruz para que cumpla el mandato del Padre.
          En la cruz hay un sufrimiento de toda la Trinidad, en la cruz hay una donación amorosa de toda la Trinidad para la redención de toda la humanidad.
          ¿Cuál debe ser nuestra respuesta a tanto amor?
Adoración, alabanza y acción de gracias. Dolor y arrepentimiento por nuestros pecados; no dolor por los sufrimientos del Cristo crucificado, esto lo excluye el mismo Jesús: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren más bien por ustedes y sus hijos” (Lc 23,28). Los mártires no se lloran, los mártires se celebran.
Alegría . “Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados…  pero Cristo los hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz”. (Col 2,13-14) Podemos imaginarnos la alegría del que está sentado en la silla eléctrica esperando la conexión fatal y recibe la noticia de que ha sido absuelto y puede irse en libertad. Nosotros estábamos condenados a muerte y Cristo clavado en la cruz nos liberó. Alegría entonces.
Esperanza. “¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?  El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?  ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?” (Rom 8,31-34)
Tanto amor trinitario, tanta misericordia exigen una respuesta en la misma línea. “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.(Jn 15,12-13)
Vivido así el Viernes Santo, vivido así todo este año santo de la misericordia son una fuerza transformadora para nuestra vida, para nuestras comunidades, para nuestra patria, para la humanidad entera.



HOMILIA VIGILIA PASCUAL 2016
“En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor, yo he vencido al mundo” (Jn 16,35) Son las últimas palabras de Jesús a sus discípulos antes de su pasión.
Un anuncio, un mandato y el fundamento del mandato.
Anuncio: “En el mundo tendrán que sufrir.”
Mandato: “Tengan valor”.
Fundamento: Yo he vencido al mundo”.
Jesús proclama su victoria: Yo he vencido al mundo, yo he vencido el mal. Esta victoria la obtuvo Cristo al morir en la cruz y en su resurrección. Esto es lo que estamos celebrando en esta Noche Santa y durante todo el Tiempo Pascual y en cada Eucaristía.
Una reflexión sobre estas palabras de Jesús nos ayudarán a vivir esta celebración pascual.
Jesús anuncia a sus discípulos el sufrimiento. Ya se lo había anunciado un poco antes: “Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes” (Jn 15,20). El sufrimiento no es una desgracia, es una gracia; “completo lo que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col 1,24). El sufrimiento aceptado y asumido nos hace colaboradores suyos en la redención, en la lucha contra el mal, nos hace partícipes  de su victoria sobre la muerte y el pecado.
“Tengan valor”; “no tengan miedo”. El miedo no es cristiano, no es evangélico, no es pascual. La confianza del cristiano, su seguridad no se basa en sus propias fuerzas, a todas luces insuficientes, sino en la fuerza de Jesús que ha vencido al mundo, que ha vencido el mal.
Los argentinos estamos viviendo un año difícil; pero un año importante: el bicentenario de la independencia de nuestra patria. Año difícil, todos lo sabemos. Nuestra patria ha sufrido largos años de una corrupción que tocó todos los niveles: la política, la justicia, la economía. En nuestra patria se perdió la cultura del trabajo en amplios sectores. Nuestra patria está enferma por el narcotráfico, por la inseguridad. Grandes sectores de la población han perdido la esperanza. Los cristianos, todos los que creemos en el evangelio, católicos o no, tenemos la misión de anunciarle a nuestro pueblo que esto no es lo que quiere Dios, lo que quiere Cristo. Hoy el Cristo resucitado nos vuelve a decir: “Tengan valor, no tengan miedo, yo he vencido al mundo, yo he vencido el mal”.   

sábado, 19 de marzo de 2016

“La zarza ardiente de la Cruz es el lugar oculto del encuentro”

“Cuando ustedes hayan levantado en lo alto al Hijo del Hombre sabrán que Yo soy” 
(Jn 8, 38).



“Y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” 
(Jn 12, 32).


“La zarza ardiente de la Cruz es el lugar oculto del encuentro”[1] del hombre con Dios, del desierto con el paraíso, de la distancia y la presencia, de los ídolos con el Dios verdadero, de la oscuridad con la luz, del pecado con la gracia, de la miseria con la misericordia, de la esclavitud con la libertad, de la muerte con la vida, del abandono con el abrazo, del dolor con el sentido, de la pasión con la resurrección, de la kénosis con la theosis, de la debilidad con la fortaleza, del silencio con la palabra, del deseo con el amor, del propio proyecto con el plan de Dios, de la pobreza con la riqueza, de la soledad con la comunión, de la inmanencia con la trascendencia, del abajo con el arriba, del tiempo con la eternidad, del Hijo con el Padre.

“…en la cruz Jesús se encuentra con la ‘altura’ de Dios, que es Amor. Allí se le puede ‘reconocer’, se puede comprender el ‘Yo soy’. La zarza ardiente es la cruz. La suprema instancia de revelación, el ‘Yo soy’ y la cruz de Jesús son inseparables. No encontramos aquí una especulación metafísica, sino la realidad de Dios que se manifiesta aquí por nosotros en el centro de la historia. ‘Entonces sabréis que Yo soy’…”[2].

“….nos invita a cada uno de nosotros a reconocer (y encontrarnos con) el misterio de Dios, que se hace presente en nuestra vida... Moisés ve en el desierto una zarza que arde, pero no se consume…Y es precisamente este Dios quien lo manda de nuevo a Egipto con la misión de llevar al pueblo de Israel a la tierra prometida, pidiendo al faraón, en su nombre, la liberación de Israel. En ese momento Moisés pregunta a Dios cuál es su nombre, el nombre con el que Dios muestra su autoridad especial, para poderse presentar al pueblo y después al faraón. La respuesta de Dios puede parecer extraña; parece que responde pero no responde. Simplemente dice de sí mismo: ‘Yo soy el que soy’. ‘Él es’ y esto tiene que ser suficiente. Por lo tanto, Dios no ha rechazado la petición de Moisés, manifiesta su nombre, creando así la posibilidad de la invocación, de la llamada, de la relación. Revelando su nombre Dios entabla una relación entre él y nosotros. Nos permite invocarlo, entra en relación con nosotros y nos da la posibilidad de estar en relación con él. Esto significa que se entrega, de alguna manera, a nuestro mundo humano, haciéndose accesible, casi uno de nosotros. Afronta el riesgo de la relación, del estar con nosotros. Lo que comenzó con la zarza ardiente en el desierto se cumple en la zarza ardiente de la cruz, donde Dios, ahora accesible en su Hijo hecho hombre, hecho realmente uno de nosotros, se entrega en nuestras manos y, de ese modo, realiza la liberación de la humanidad. En el Gólgota Dios, que durante la noche de la huída de Egipto se reveló como aquel que libera de la esclavitud, se revela como Aquel que abraza a todo hombre con el poder salvífico de la cruz y de la Resurrección y lo libera del pecado y de la muerte, lo acepta en el abrazo de su amor[3].

Pedro Edmundo Gómez, osb.

[1] Comisión Teológica Internacional, El Cristianismo y las religiones, n° 113, Paulinas, Bs. As., 1997, p. 58
[2] Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Primera parte, Desde el Bautismo hasta la Transfiguración, Planeta, Bs. As., 2007, pp. 403-444.
[3] Benedicto XVI, “Homilía del domingo 7 de marzo de 2010”, Visita Pastoral a la Parroquia Romana San Juan de la Cruz, http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100307_parrocchia.html

domingo, 13 de marzo de 2016

HORARIOS DE SEMANA SANTA 2016

DOMINGO DE RAMOS
10,00 Hs. Bendición de ramos, procesión y misa. (Preside P. Edmundo)

JUEVES SANTO
19,00 Hs. Liturgia de la Cena del Señor. Adoración hasta las 24 hs. (Preside P. Marcelo)

VIERNES SANTO
10, 00 Hs. Vía Crucis (comienza en la primera cruz frente al guardaganado)
17,00 Hs. Celebración de la Pasión del Señor. (Preside Abad Benito)

SABADO SANTO
19, 00 Hs. Primeras Vísperas.
22,00 Hs. Solemne Vigilia Pascual. (Preside Abad Benito)

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
8,00 Hs. Laudes.
10,00 Hs. Misa Solemne. (Preside P. José)

19,00 Hs. Segundas Vísperas

domingo, 6 de marzo de 2016

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA C

Acabamos de escuchar la parábola del Hijo Pródigo o mejor del Padre Bueno y misericordioso.
Esta parábola la podemos y debemos leer en dos perspectivas: la del hijo mayor y la del hijo menor. Es más frecuente leerla en la perspectiva del hijo menor. Jesús nos invita a leerla primero en la perspectiva del hijo mayor. Jesús pronuncia la parábola respondiendo a la crítica de los escribas y fariseos que lo atacan porque se deja rodear por los publicanos y pecadores que vienen a escucharlo. Los escribas y  fariseos son el hijo mayor; los publicanos y pecadores son el hijo menor.
El hijo mayor fue siempre obediente, cumplía las ordenes de su padre, pero como si fuera su peón  “Hace tanto tiempo que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus ordenes”.
El hijo mayor no conocía el corazón de su padre, no conocía su paternidad y por eso no pudo aceptar la fraternidad.
El hijo menor tampoco conocía el corazón de su padre y por eso le exigió la herencia cuando su padre todavía estaba en vida. No  calibró la puñalada que le clavaba en el corazón. El papá sabe que el amor  se ofrece pero no se impone y por eso le reparte los bienes. El hijo menor quiere dejar de ser “peón” recoge todo y se va a un país lejano y se dedica “a una vida inmoral” y a fiestas inmaduras e irresponsables sin calcular que un día se encontraría sin un centavo. Su situación empeora por una crisis económica en el país, no sabemos si por malos gobiernos o por catástrofes naturales. En la parábola hay detalles en apariencia sin importancia; pero profundamente reveladores; el único trabajo que consigue es cuidar los cerdos de un patrón explotador. El cerdo es para los judíos un animal impuro y tener que cuidarlos es lo último que puede hacer un israelita.
La conversión del hijo menor no fue de golpe, fue un proceso muy doloroso. “Yo estoy aquí muriéndome de hambre”.  Hace memoria y recuerda a su padre como un buen patrón, “cuantos peones de mi padre tienen pan en abundancia “. En un segundo momento reconoce su error fatal: le falló a Dios y a su padre. Paso importante; pero insuficiente: “No merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus peones”. Todavía no descubre el corazón de su papá.
Jesús con tres palabras nos describe lo que pasó en el corazón del padre en esos largos años de ausencia: “lo vio venir de lejos”.
No fue por casualidad que lo vio venir de lejos; lo esperaba todos los días, lo esperaba como a un hijo. “Se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó” El hijo alcanzó a hacer la petición de perdón: “Padre, pequé contra Dios y contra ti, no merezco ser llamado hijo tuyo”. El papá no lo dejó continuar y organizó la fiesta. El hijo será recibido como hijo con todos sus derechos, con el anillo que lo acreditaba como tal y que le permitía manejar los asuntos de familia.
El hijo termina su proceso de conversión cuando acepta el perdón y la fiesta. El hijo que no había descubierto el corazón del papá lo descubre en el perdón y la fiesta.
Pronto en la Vigilia Pascual oiremos esa frase tan atrevida “Feliz culpa la de Adán” Antes que el poeta del Exultet lo había dicho Jesús: “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión.
Confianza para volver a los brazos del Padre, nos espera la fiesta y misericordia con nuestros hermanos pecadores; los espera también a ellos el perdón y la fiesta.