sábado, 10 de octubre de 2015

CONGRESO EUCARÍSTICO (ÚLTIMO)


4. Gracia de renovación pastoral para la comunidad
La celebración de un Congreso no se reduce a su semana conclusiva sino que se concreta en un significativo camino de formación de los pastores y de los fieles a través de los instrumentos habituales de la catequesis diocesana y parroquial para que el pueblo de Dios se acerque cada vez más a la comprensión auténtica del Sacramento.
La semana conclusiva asume un fuerte valor formativo con la oferta de una sólida catequesis que profundice el tema propuesto y con la presentación de testimonios interesantes. Esta tarea de discernimiento es propia del Comité local y de su comisión teológica.

Celebraciones ejemplares
La celebración ejemplar de la Eucaristía durante el Congreso es uno de los puntos importantes del acontecimiento y es necesario poner la mayor atención posible sobre esto.
Durante el Congreso se deberá percibir claramente que todas las acciones litúrgicas –la Eucaristía, la Liturgia de las Horas, los diversos sacramentos y la asamblea reunida, los símbolos, los gestos, las palabras – son esencialmente celebraciones de la Pascua de Cristo, es decir, del acontecimiento escatológico por excelencia: “Porque unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo, con fe viva proclamamos su resurrección y con esperanza firme anhelamos su venida gloriosa”.[1]

Al servicio del pueblo de Dios
Además, el Congreso Eucarístico no es un privilegio honorífico confiado a una Iglesia particular, sino un servicio para el crecimiento dinámico del pueblo de Dios. Muchas fuerzas activas en la Iglesia (grupos parroquiales, movimientos apostólicos, jóvenes, formas de vida consagrada, asociaciones, voluntariado…) esperan objetivos a realizar. Son estas las fuerzas a implicar para convencer que la Eucaristía nos es una actividad más entre otras sino el fundamento, la fuente y la cumbre de la vida y de la actividad misionera de todo bautizado.
En este sentido, el Congreso Eucarístico debe comprometer a todos los cristianos a través de las estructuras de la Iglesia particular. El comité de preparación del Congreso deberá buscar la mejor forma de colaboración posible con la base eclesial a través de la creación de delegados diocesanos o parroquiales, con los medios de comunicación, con las realidades  sociales y políticas presentes en su territorio.
Todo esto para que el Congreso Eucarístico no sea un fin en sí mismo sino que se transforme en un medio poderoso capaz de implicar a toda la Iglesia en la celebración de la Pascua del Señor, “en el vínculo de la caridad y de la unidad”


[1]Cuius (Christi) mortem in caritate celebramos,/resurrectionem FIDE vivida confitemur,/adventum in gloria spe firmísima praestolamur”; in Missale Romanum (Editio typica tertia, MMVIII) Ordo Missae, Praefatio communis V, p. 561).

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