martes, 31 de octubre de 2017

Pascua del P. Benito. Otro testimonio

Tu paso... el sonar de las campanas de tu amado templo, tu casa, despidiéndote con un suave y triste sonar; las rosas de tu jardín saliendo a darte sus mejores pétalos de adiós; una brisa suave y cálida que disimulaba el frío de la noche; la lluvia de madrugada para limpiar el día de tu pascua y tus hijos todavía escuchaban las últimas instrucciones de tu recta voz. 
Todos alrededor tuyo para que dejes tu ultima enseñanza, "No muero, duermo en los brazos de quien me esperó toda su vida." Abad, Abba, padre y hermano que me diste hogar y amor, guiaste con tu frontal caridad pasos en mi vida, te recuerdo entre tus niños de infancia que con especial predilección los acogiste en tu testimonio de guía y pastor, te recuerdo en silencio en los pasillos de piedra y sol donde siempre me mirabas al pasar y sin palabras me decías lo que necesitaba escuchar; que sin preguntar sabias que estaba mal y me llevabas a charlar...
Esa primera vez te compartí que este día te soñé, en un piso contiguo al templo, y hoy se hace realidad el sueño donde con alegría entrabas por esa puerta junto a tus hermanos. 
Imposible no esperar cada día que suba por las escaleras del monasterio verte arriba parado con los brazos cruzados esperando para recibirme con un abrazo. Te quiero y extraño mucho padre...

Tu paso Padre Benito, A un Cielo Nuevo y Una Tierra Nueva. Hasta pronto...

Ignacio (Nacho) Berta
Amigo de la comunidad

lunes, 30 de octubre de 2017

Pascua del Abad Benito, osb. Testimonios.

Un tímido valiente

Hna. Cristina Azabal (Mercedaria)

Hace años, cuando investigaba sobre la vida de Monseñor Romero, leí que alguien lo había definido como un “tímido valiente”. Me gustó mucho, quizá porque yo misma me he sabido siempre así (tímida, no valiente…).
Cuando el viernes temprano recibí el mensaje que me anunciaba la muerte del Padre Benito, supe que debía escribir algo sobre él… porque una vida tan rica y tan oculta, merece ser conocida. Por cierto, se trata sólo de mi humilde testimonio.
Lo conocí hace casi diez años, al poco tiempo de llegar a Tucumán. Fui a buscar al Monasterio ese espacio de silencio, oración e intimidad con Dios que alimenta la vida apostólica de los que hemos sido llamados por Jesús a seguirlo por los caminos y en los lugares de mucho dolor.
En muchas, muchas ocasiones nos encontramos en la capilla del Santísimo, antes de las Vísperas y de la Misa. No sé por qué, pero recuerdo sobre todo las tardes muy frías del Siambón en las que el calor del Corazón de Jesús Eucaristía nos hacía apretujarnos a su alrededor: el Padre Benito, el Padre José, el Padre Edmundo y…yo.
Sus homilías me animaban, en especial, su fidelidad al Evangelio al que siempre presentaba como desafío. Cada vez que se daba la ocasión se lo decía y él, con sencillez, me respondía, sonriente: “Está colgado en la página (del Monasterio)”. Humildad llena de verdad, como le gustaba a San Benito.
El Padre Edmundo se ordenó en una fecha muy cercana a la Navidad. Yo venía de unos días “de fuego” y necesitaba del silencio monástico para recuperar la serenidad.
La casa de huéspedes había quedado sin hospederos. Sin embargo, me permitió quedarme allí sola y con una delicadeza increíble, cuando se lo agradecí, me respondió que él me agradecía a mí que cuidara la casa. Fue una Navidad inolvidable y sanadora.
En un crudo invierno en el que me había retirado unos días, bajé en la madrugada de la Fiesta de San  Benito a rendir una materia de la Diplomatura en Adicciones y regresé para la Misa. Mientras saludaba a los monjes a la salida de la Iglesia, se acercó él y antes que lo felicitara por la fecha me dijo, conmovido: “¡Qué hermoso lo que escribiste sobre ese preso!”. Alguien había dejado en la hospedería una Revista Vida Pastoral en la que habían publicado un artículo mío: “Martín de Dios”, en el que relataba la vida de un chango, Martín, que se había ahorcado en el Penal.
Al día siguiente, compartimos una fiestita de cumpleaños de la niña de unos amigos, nos sentamos juntos y, antes de terminar de acomodarnos, soltó: “¿Cómo es la cárcel?...Nunca entré en una…”. Hablamos toda la noche y admiré su corazón compasivo.
Varias veces me hospedé con los monjes en la Semana Santa. Me daba la bienvenida. Le preocupaba que estuviera bien. Y me lo hacía saber.
Últimamente, a partir de mi enfermedad, se acercó siempre a saludarme, cariñoso, y a interesarse por mi salud. La última vez, en la Ordenación Episcopal del Padre Carlos. Quién hubiera pensado que era la despedida.
Era tímido, éramos tímidos. Quizá por eso nos caíamos bien.
Admiré su energía. Sus esfuerzos por poner bonito el Monasterio. Su preocupación por todo y por todos.
Los políticos son hábiles para obtener sus slogans y contratan para ello especialistas. Hace un tiempo, escuché uno del oficialismo creo, que decía: “Haciendo lo que hay que hacer”.
Creo que el Padre Benito lo vivió en profundidad pero no para candidatearse, sino para cumplir en verdad y en caridad, su misión de Padre (Abad).
Hizo lo que le tocaba hacer poniendo en ello todo el corazón y por eso, de tímido pasó a ser un “tímido valiente”, que se venció a sí mismo para servir a Dios y en Dios, a todos, sus hermanos y los que tuvimos la gracia de conocerlo y disfrutar de su hospitalidad y sus enseñanzas hechas vida.
Y como dijo el Padre José, despidiendo a su Abad y, al mismo tiempo, a su hermano menor, nos queda la paz y la alegría de saber que llegó al Lugar adonde siempre se encaminó, sin perderlo de vista.

Gracias, Padre Benito, porque ya no nos dejarás nunca solos, sino que nos estarás esperando en cada rosal, en cada rincón, en cada oración, en cada Eucaristía de tu querido Monasterio. Hasta vernos, hermana Cristina.

domingo, 29 de octubre de 2017

Pascua del Abad Benito Veronesi osb.

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PAX

Reverendísimo Padre Abad
BENITO VERONESI

 

Abad IV del Monasterio “Cristo Rey”
nac. 4.9.37; prof. 21.3.57; sac. 11.10.70;
ele. 29.4.00; ben. 29.7.00; onom. 21.3; 
fallecido el 27.10.17.


Querido Benito:

Ya estás más allá del horizonte, en los brazos  del Padre Misericordioso y Señor de La Paz.

Has venido luchando desde hace tiempo y a lo lejos, para finalmente afirmar y consolidad  a ese imborrable y muy querido monasterio de El Siambón.

Ahora: "misión cumplida".
Más acá del horizonte, sabemos los quedamos acá, que se te retribuirá con medida plena y desbordante!.

Solo me queda ahora rezar por vos y por esa Comunidad probada y agraciada por Dios!


P. Pedro Alurralde, antiguo abad de El Siambón

sábado, 14 de octubre de 2017

María y la Palabra de Dios

“El Magnificat –un retrato de su alma, por decirlo así- esta completamente tejido por hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios. Así se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone de manifiesto, además, que sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama”[1]




[1] Benedicto XVI, Deus caritas est, 41, San Pablo, Buenos Aires, 2006, pp.75-76.

sábado, 7 de octubre de 2017

PREPARÁNDONOS PARA LA ORDENACIÓN DE NUESTRO ARZOBISPO. EL OBISPO FUNDAMENTO Y SIGNO DE COMUNIÓN EN LA IGLESIA PARTICULAR (CEREMONIAL DE LOS OBISPOS)


5. Revestido de la plenitud del sacramento del Orden, el Obispo rige, como vicario y legado de Cristo, la Iglesia particular, en comunión y bajo la autoridad del Romano Pontífice.
«Los Obispos, pues, son puestos por el Espíritu Santo, como los sucesores de los Apóstoles y como Pastores de las almas. Porque Cristo dio a los Apóstoles y a sus sucesores mandato y poder para enseñar a todas las gentes, para que santificaran a todos los hombres en la verdad y los apacentaran. Los Obispos, por consiguiente, han sido constituidos por el Espíritu Santo, que les ha sido dado, verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores».
6. Por la predicación del Evangelio el Obispo, con la fortaleza del Espíritu, llama a los hombres a la fe, o los confirma en la fe vital, y les propone el íntegro misterio de Cristo.
7. Por medio de los sacramentos, cuya celebración legítima y fructuosa regula él con su autoridad, el Obispo santifica a los fieles. El dispone la administración del Bautismo, por medio del cual se concede la participación en el sacerdocio de Cristo. El es el ministro ordinario de la confirmación, el dispensador de las Sagradas Ordenes, y el moderador de la disciplina penitencial. El dirige toda celebración legítima de la Eucaristía, por medio de la cual continuamente vive y crece la Iglesia. Solícitamente exhorta e instruye a su pueblo para que participe con fe y reverencia en la liturgia y, sobre todo, en el santo sacrificio de la Misa.
8. En la persona del Obispo, a quien asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, Pontífice Supremo, está presente en medio de los fieles. Porque, sentado a la diestra del Padre, no está ausente de la comunidad de sus pastores, quienes, elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios. Por consiguiente «el Obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles».
9. El Obispo es el «administrador de la gracia del supremo sacerdocio» y de él dependen, en el ejercicio de su propia potestad, tanto los presbíteros, que, ciertamente, cuál próvidos colaboradores del Orden Episcopal han sido también constituidos verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, como los diáconos, que, ordenados para el ministerio, están al servicio del pueblo de Dios en comunión con el Obispo y su presbiterio; así, pues, el Obispo mismo es el principal dispensador de los misterios de Dios, así como también moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia que le ha sido confiada. Y a él mismo «ha sido confiado el oficio de ofrecer a la Divina Majestad el culto de la religión cristiana y de reglamentarlo en conformidad con los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia, precisadas más concretamente para su diócesis, según su criterio».

10. El Obispo rige la Iglesia particular que le ha sido encomendada, con consejos, exhortaciones, ejemplos y también con la autoridad y sagrada potestad que recibió por su ordenación episcopal  y que emplea para edificar a su grey en la verdad y santidad. «Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su Obispo como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre, para que todas las cosas se armonicen en la unidad y crezcan para gloria de Dios».