lunes, 17 de noviembre de 2014

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN LAS CONFIRMACIONES (16/11/2014)

Todos los aquí reunidos formamos la única familia de Jesús, el único cuerpo de Cristo; pero podríamos distinguir tres grupos: los confirmandos, los monjes y ustedes los laicos. ¿Qué dice hoy el Espíritu Santo a cada grupo?

A los confirmandos: LG 11 “Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras”. La confirmación, como su nombre lo dice, confirma, renueva, refuerza el bautismo. El Espíritu Santo desciende nuevamente sobre ustedes y los capacita para defender y difundir la fe. Para defenderla necesitan conocerla cada día más. La confirmación no tiene que ser un chau a la formación cristiana, un chau a la vivencia de los sacramentos, un chau hasta el matrimonio… se trata de una formación cristiana permanente y creciente. ¿Difundir la fe? Con el ejemplo de su vida; pero también con la palabra. Primero en la casa: invitar a la familia a rezar…” papá, mamá vamos a misa”. No tengan miedo, el Espíritu Santo los  ayudará. 

A Los monjes: Somos pecadores. Pero estamos bien acompañados…Francisco aceptó su elección como Papa  con estas palabras: “Soy un gran pecador, confiando en la misericordia y la paciencia de Dios, en el sufrimiento acepto”. San Juan Pablo II, 10 años antes de su muerte y 19 años antes de su canonización, en la encíclica “Ut unum sint” sobre el ecumenismo, escribía: “El Obispo de Roma en primera persona debe hacer propia con fervor la oración de Cristo por la conversión, que es indispensable a “Pedro” para poder servir a los hermanos. Pido encarecidamente que participen de esta oración  los fieles de la Iglesia católica y todos los cristianos. Juntamente conmigo, rueguen todos por esta conversión” (4). Nuestro Padre san Benito reconoce en su Regla que todos sus monjes son pecadores, incluso el abad, que al corregir a los otros “él mismo se corrige de sus vicios” (2,40). Por eso nos recuerda varias veces en su Regla el juicio de Dios y el infierno; pero nos asegura también que el Señor va haciendo su obra en nosotros (P30) y si el monje es fiel a ese obrar del Espíritu Santo  “llegará pronto a aquel amor de Dios que siendo perfecto excluye todo temor” (7,67)  Recen por nuestra conversión…
Quiero aprovechar la oportunidad para aclararles a nuestros vecinos nuestra misión como monjes. Jugamos de suplentes no de titulares. El trabajo pastoral lo tendrían que hacer los curas del clero diocesano; pero son pocos. En su tiempo de abad el P. José le pidió al entonces Arzobispo Monseñor Bozzoli que hiciera parroquia la iglesia de Raco y entonces el párroco, que estaría permanente en Raco, atendería también El Siambón. Bozzoli le contestó: “tengo en la ciudad poblaciones sin cura, mucho más grandes que Raco y El Siambón.”
San Benito les dice a sus monjes: “Que los monjes no tengan necesidad de andar fuera porque eso no conviene en modo alguno a sus almas” (66,7)

A Ustedes los fieles laicos:
En primer lugar, creo que tienen que tomar conciencia de su situación de privilegio respecto a la mayoría de los laicos de Tucumán. Tienen un templo abierto todo el día, tienen la posibilidad de misa diaria, tienen la posibilidad de encontrar un sacerdote para confesarse en muchas y distintas horas del día… pregunten a parientes y amigos que viven en la ciudad cómo es allí la cosa…
Ustedes han recibido el bautismo y la confirmación: son y tienen que ser cristianos misioneros. Ustedes los cristianos de El Siambón han heredado y mantienen cosas valiosísimas del Evangelio: el valor de la vida, el valor de los niños y ancianos, el valor de la solidaridad en los momentos de enfermedades o desgracias, la oración por los difuntos, las nueve noches, la devoción a la Madre María Santísima en sus distintas advocaciones en las distintas grutas. Algunos vecinos nos han hecho la confidencia de que cuando están trabajando en el cerco, sembrando o cosechando están continuamente en oración… pero ¿Cada cuánto vienen a misa?       ¿Rezan todos los días en familia con sus hijos? ¿Les enseñan a rezar o dejan que eso lo haga la catequista o maestra de religión? ¿Se reúnen en familia o en grupos para leer juntos y rezar la Sagrada Escritura, en particular lo que llamamos el Nuevo Testamento?  Todo eso lo pueden hacer sin que vayamos los monjes a sus casas…
Antes del Concilio, hace 50 años, si uno veía un laico con la Biblia, seguro que era un protestante o pentecostal… Hoy todavía, en muchas partes, si uno o dos laicos golpean las manos y llegan a sus casas para hablar de religión o rezar, muy probablemente son  testigos de Jehová o  pentecostales… Eso lo tienen que hacer todos los laicos católicos impulsados por su bautismo y confirmación: cristianos misioneros.
No se dejen quitar la alegría, no se dejen quitar la esperanza, no se dejen quitar el entusiasmo misionero, les dice el Papa Francisco.

Recen por nosotros los monjes para que podamos seguir rezando con ustedes y por ustedes.

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