domingo, 12 de marzo de 2017

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA 2017

Los invito a que veamos brevemente cómo los textos bíblicos de este domingo iluminan nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua.
En la primera lectura tenemos el conocido texto del Génesis sobre la vocación de Abrahán. Dios le da una orden: “Deja tu tierra y ve al país que te mostraré”; y una promesa: una nueva patria, una fecundidad extraordinaria y una bendición que llegará a ser universal, “Por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Abrahán escucha y obedece.
La cuaresma nos exige escuchar. Dios nos irá hablando en estos cuarenta días; nos recordará cosas ya sabidas y nos dirá cosas nuevas.  La cuaresma nos exigirá dejar cosas, “conviértete” se nos dijo el miércoles de cenizas. La cuaresma nos promete cosas nuevas, la más importante la resurrección de Cristo y la nuestra en nuestro bautismo; las dos ya realizadas, pero que en cada Pascua se renuevan.
En la segunda lectura el autor de la segunda carta a Timoteo nos invita a tomar conciencia de que el camino cuaresmal no se hace como un ejercicio solitario sino comunitario y sobre todo como un camino que se hace con Jesús: “Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario  padecer por el Evangelio”, “Era necesario que el Mesías padeciera”. Ese camino comunitario no es un esfuerzo humano sino que es Dios que nos anima con su fortaleza. Ese camino es una vocación, un llamado no fruto de nuestras obras sino iniciativa gratuita de Dios que la decretó desde toda la eternidad, y la concretizó con la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo que destruyó la muerte e hizo brillar la VIDA.
El texto del evangelio ilumina en primer lugar la persona de Jesús. No podemos comprender y valorar el Misterio Pascual de Cristo, su muerte y resurrección si antes no captamos el misterio de su persona: hombre y Dios. Nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua, evidentemente depende de la comprensión que tengamos de la persona de Jesús y del sentido de su muerte y resurrección. Mateo con su evangelio nos quiere llevar hasta esa comprensión.
Jesús verdadero hombre, capaz de sufrir y morir. Mateo lo dice clarito en los versículos inmediatamente anteriores al texto de hoy: el segundo anuncio de la pasión. Pero también al nombrar a los tres testigos de la transfiguración, los mismos que lo acompañarán en la oración en el Huerto de los Olivos, nos insinúa que ellos son al mismo tiempo testigos de su humanidad y de su divinidad.
Jesús verdadero Dios; esto es lo que no entendían los apóstoles, esto es lo que tenemos que entender nosotros. San Mateo en el texto  de hoy, como lo hace a lo largo de su evangelio, presenta a Jesús con el telón de fondo de acontecimientos y palabras del AT. Hoy el telón de fondo es la subida de Moises al Monte y su encuentro con Dios del capítulo 24 del Éxodo. Elías también sube a la Montaña para encontrarse con Dios en una  situación humanamente desesperada. La resplandor de Yavhe es ahora el resplandor de Jesús en la transfiguración. Jesús ocupa el lugar de Dios porque es Dios.

En el Éxodo Dios desde la nube establece la alianza y la ley.  Aquí la voz de Dios desde la nube dice otra cosa: “Este es mi Hijo muy querido, en quién tengo puesta mi predilección, escúchenlo”. Ya después del bautismo, el Padre lo había proclamado Hijo e Hijo muy querido. Escuchar y obedecer era el mandato de Dios a su pueblo. El pueblo tenía que escuchar y obedecer la Ley. Ahora ante el mandato del Padre: “escúchenlo” desaparecen Moisés y Elías. Ya no hay que cumplir la ley sino aceptar la nueva interpretación de Jesús en el sermón de las Bienaventuranzas. Ya no hay ley sino Evangelio, Buena Noticia.

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