domingo, 3 de septiembre de 2017

3 de setiembre San Gregorio Magno: Doble lucha espiritual


De las Homilías sobre los Evangelios: 

“El Señor, a los que venimos a Él ha mandado que renunciemos nuestras cosas, porque todos los que venimos a la palestra de la fe tomamos a nuestro cargo el luchar contra los espíritus malignos; ahora bien, los espíritus malignos nada poseen en este mundo: por consiguiente, con ellos desnudos debemos luchar nosotros desnudos; porque, si uno que esta vestido lucha con quien está desnudo, pronto será echado a tierra, porque tiene por donde ser asido… luego quien corre a luchar contra el diablo debe despojarse de los vestidos para no sucumbir; nada de este mundo posea con amor; no se procure de las cosas temporales deleite alguno, no sea que por cubrirse con el apetito, tenga de donde ser sujetado para caer”. 
“De dos maneras se carga con la cruz: o afligiendo el cuerpo con la abstinencia o afligiendo el alma con la compasión hacia el prójimo”.

De las Homilías sobre Ezequiel:

“…en la vida contemplativa tiene el alma una grande lucha cuando se eleva a lo celestial, cuando tiende el ánimo a las cosas espirituales, cuando pone su empeño en sobreponerse a todo lo que corporalmente se ve, cuando se angustia por dilatarse. Es verdad que a veces vence las tinieblas de su ceguera y llega a dominar las que se le oponen, y así logra como furtiva y tenuemente algo de la luz infinita; pero, con todo, pronto vuelve a sí misma, llagada; y de aquella luz a la que, alentada, pasó, vuelve gimiendo y llorando a las obscuridades de su ceguera. Lo cual está bien figurado en la historia sagrada que narra la lucha de Jacob con el ángel (Gen 32), pues, cuando volvía a sus padres propios, topó en el camino con el ángel, con el cual libró una gran lucha. Pues bien, el que lucha en una contienda, a veces se halla superior, a veces inferior a aquel con quien lucha. Luego el ángel del Señor y Jacob, que contiende con el ángel, figuran el alma de cada cual de los perfectos, puestos a la contemplación. El alma, cuando pone su empeño en contemplar a Dios, como puesta en una contienda, a veces como que vence, porque se deleita entendiendo y sintiendo algo de la luz infinita; y a veces sucumbe, porque, aun deleitándose, de nuevo desfallece. Y como que es vencido el ángel cuando Dios es aprendido interiormente en el entendimiento”.

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