domingo, 15 de julio de 2018

Santa Isabel de la Trinidad: Ser alabanza de su gloria

“Unámonos para hacerle olvidar todo a golpes de amor. Seamos como dice San Pablo, la Alabanza de su Gloria (Ef. 1,12)” (Carta Nº 195).
“Desaparezcamos y olvidémonos de nosotros mismos y seamos únicamente la Alabanza de su Gloria (Ef. 1,12), según la hermosa expresión del Apóstol” (Carta Nº 198). 
“Voy a hacerle una confidencia muy íntima: Mi ideal consiste en ser la Alabanza de su Gloria. Lo he leído en San Pablo (Ef. 1,12). Mi divino Esposo me ha dado a entender que esta es mi vocación desde el destierro, en espera de ir a cantar el Sanctus eterno en la ciudad de los santos. Pero esto requiere gran fidelidad. Ser Alabanza de Gloria exige estar muerta a cuanto no sea Él para vibrar sólo a impulsos de su toque divino, y la miserable Isabel sigue haciendo tonterías con su Maestro. Pero, como un Padre cariñoso, él la perdona; su divina mirada la purifica. Lo mismo que san Pablo, intenta 'olvidar lo que está por detrás, para lanzarse hacia lo que está por delante'” (Carta Nº 232). 
“Mientras tanto, vivo en el cielo de la fe, en el centro de mi alma y procuro complacer al Señor siendo ya en la tierra la Alabanza de su Gloria (Ef. 1,12)” (Carta Nº 246). 


43- “Una alabanza de gloria es un alma que mora en Dios, que le ama con un amor puro y desinteresado, sin buscarse en la dulzura de este amor; que le ama por encima de sus dones, incluso cuando no hubiera recibido nada de Él; que sólo desea el bien del objeto así amado. Ahora bien, ¿cómo desear y querer efectivamente el bien de Dios, si no es cumpliendo su voluntad, ya que esta voluntad ordena todas las cosas a su mayor gloria? Entonces esta alma debe entregarse plenamente, totalmente, hasta no querer otra cosa que lo que Dios quiera. Una alabanza de gloria es un alma de silencio que permanece como una lira bajo el toque misterioso del Espíritu Santo para que Él arranque de ella armonías divinas; sabe que el sufrimiento es una cuerda que produce los más bellos sonidos; por eso ella desea verla en su instrumento para conmover más deliciosamente el Corazón de Dios. Una alabanza de gloria es un alma que mira fijamente a Dios en la fe y en la simplicidad. Es un reflector de todo lo que Él es. Es como un abismo sin fondo en el cual Él puede verterse y expansionarse. Es también como un cristal al través del cual Él puede irradiar y contemplar todas sus perfecciones y su propio esplendor. Un alma que de este modo permite al Ser divino apagar en ella su deseo de comunicar todo lo que Él es y todo lo que tiene, es, en realidad, la alabanza de gloria de todos sus dones. Una alabanza de gloria es, en fin, un ser que siempre permanece en actitud de acción de gracias. Cada uno de sus actos, de sus movimientos, cada uno de sus pensamientos, de sus aspiraciones, al mismo tiempo que la arraigan más profundamente en el amor, son como un eco del Sanctus eterno.
44- En el cielo los bienaventurados no tienen “reposo día y noche diciendo: Santo, santo, santo, el Señor Todopoderoso… Y prosternándose adoran al que vive en los siglos” (Ap 4, 8-10). En el cielo de su alma la alabanza de gloria comienza ya el oficio que tendrá en la eternidad. Su cántico no cesa, porque está bajo la acción del Espíritu Santo, que obra todo en ella; y aunque ella no sea siempre consciente de ello, porque la debilidad de la naturaleza no le permite estar siempre fija en Dios sin distracciones, ella canta siempre, adora siempre; ella se ha convertido, por decirlo así, en la alabanza y el amor, en la pasión por la gloria de su Dios. En el cielo de nuestra alma seamos alabanza de gloria de la Santísima Trinidad, alabanza de amor de nuestra Madre Inmaculada. Un día se descorrerá el velo, seremos introducidos en los atrios eternos y allí cantaremos en el seno del Amor infinito. Y Dios nos dará el nombre prometido al vencedor (Ap 2, 17). ¿Cuál será?… LAUDEM GLORIAE” (El cielo en la fe, pp. 118-120). 

“Apenas penetre en el umbral del cielo, me lanzaré como una flecha al seno de mis Tres. Una Alabanza de Gloria sólo puede ocupar ese puesto en la eternidad. Me abismaré en ellos cada vez más”. (Palabras Luminosas en el Carmelo).

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