sábado, 13 de octubre de 2018

ACATISTOS AL DULCISIMO JESUS (VIII)

DULCE JESÚS, RESURRECCIÓN Y VIDA GLORIOSA


(ARCABAS)



K. 8. Viéndote, Jesús, Dios misteriosamente encarnado, nosotros vivimos en el mundo sin ser del mundo y caminamos llenos de esperanza hacia tu Reino[1]. Si has bajado a la tierra es para subirnos a nosotros al cielo, por esto te cantamos[2]: Aleluya.

I.8. Tú estás plenamente presente en la tierra sin dejar de estar en el cielo. Jesús, ¡cuánto, voluntariamente, has sufrido por nosotros! Con tu muerte, has vencido a la muerte, y con tu resurrección, nos has dado la vida, y por esto nosotros te cantamos[3]:

Jesús, dulzura del corazón[4].

Jesús, vigor[5] del cuerpo[6].

Jesús, limpieza[7] del alma[8].

Jesús, vivacidad del espíritu[9].

Jesús, alegría de mi corazón[10].

Jesús, mi esperanza, mi única esperanza[11].

Jesús, alabanza excelsa, alabanza eterna[12].

Jesús, plenitud de mi alegría[13].

Jesús, mi único deseo, no me rechaces[14].

Jesús, mi Pastor, búscame[15].

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí.



Juan 11.
1 Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. 3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo». 4 Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5 Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7 Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea». 8 Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?». 9 Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce la horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él». 11 Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo». 12 Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará». 13 Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. 14 Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo». 16 Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él». 17 Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro Días. 18 Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. 19 Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. 20 Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. 21 Marta dio a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». 23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24 Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». 25 Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». 27 Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo». 28 Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama». 29 Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. 30 Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. 31 Los Judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 María llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». 33 Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, 34 preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás». 35 Y Jesús lloró. 36 Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!». 37 Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?». 38 Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, 39 y le dijo: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto». 40 Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?». 41 Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. 42 Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado». 43 Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». 44 El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar». 45 Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48 Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación». 49 Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. 50 ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?». 51 No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. 54 Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos. 55 Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. 56 Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: «¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?». 57 Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo.



  1. Oración completa de glorificación de Dios, acción de gracias, petición de perdón y súplica implorando los magníficos bienes celestiales.
  2. Relación personal del orante con el Señor: Jesús, Dios encarnado por nuestra salvación, dulzura, vivacidad, alegría del corazón (espíritu); limpieza, esplendor deseo, esperanza del alma (mente, conciencia); vigor, fortaleza, salud del cuerpo. Jesús es nuestro único deseo, nuestra vida. Vida plena de todo hombre y de todo el hombre: estado del hombre perfecto (cuerpo, alma y espíritu) que corresponde a la madurez de Cristo. Hombres, antes expulsados tristemente del Paraíso, caminan en la luz llenos de esperanza hacia el Reino-Gloria. Ocultos con Cristo, nuestra gloria, en Dios. Su Gozo es nuestro gozo, el gozo perfecto es permanecer en el amor (Jn 15, 9-37). Estar en el mundo sin ser del mundo (Cf. 1 Jn 2, 15-17; 4, 4-11; 5, 4-8).
  3. Misterio de Jesucristo: Encarnación-Kénosis (“has bajado a la tierra”) y Pascua-Théosis (“para subirnos a nosotros al cielo”), del deseo egoísta del pecado original (“seréis como dioses”) al don generoso de la Gracia (“voluntariamente, has sufrido por nosotros”). Su muerte vence la muerte, su resurrección da la vida. Paradoja de la humildad: descenso y ascenso, humillación  y glorificación.
  4. Icono narrativo de la resurrección de su amigo Lázaro (Jn 11). Enfermedad-muerte. Vida-Gloria de Dios. Marta y María, se invierten los roles. “Yo soy la resurrección y la vida”. Acción de gracias, glorificación de Dios y súplica. “Lázaro, sal fuera” (Cf. Jn 5, 25). Jesús es la resurrección y la vida ya desde ahora (la tierra), no hay que esperar a la resurrección del último día (el cielo).
  5. Textos bíblicos: Efesios 4, 1- 13; Colosenses 3, 1-10; 1 Juan 1, 1-10.

[1] Al contemplar un Dios prodigiosamente hecho hombre, apartémonos de este mundo y elevemos nuestra mente a las cosas de Dios (A), Al contemplar la extraña Encarnación de Dios, apartémonos de este mundo vano (B).
[2] Dios descendió sobre la tierra para elevar al Cielo a quienes cantamos (A), Para este fin Dios descendió a la Tierra; que El pueda elevar al Cielo a los que clamamos (B).
[3] Aun estando Él en la tierra nos dejó de estar en los Cielos. Eligió de manera voluntaria sufrir por nosotros y con Su muerte ha terminado con nuestra muerte. Con Su resurrección nos ha donado la vida a nosotros que Le cantamos (A), Totalmente presente con los que están abajo, sin estar separado de los que están arriba estaba el Incircunscripto, cuando voluntariamente sufrió por nosotros; por Su muerte destruyó, nuestra muerte, y por su Resurrección, otorgó la vida a los que cantamos palabras como éstas (B).
[4] De mi (B).
[5] Fortaleza (A).
[6] Fuerza de mi cuerpo (B).
[7] Esplendor (A).
[8] Luz de mi alma (B).
[9] Presteza de la (mi -B) mente (A).
[10] De la conciencia (A), Regocijo de mi conciencia (B).
[11] Esperanza verdadera (A), insuperable (B). Se agrega: Jesús, Memoria eterna (A), Remembranza eterna (B).
[12] Loa altísima (A), Alabanza exaltada (B).
[13] Gloria suprema (A), mi Gloria más sublime (B).
[14] Deseo nuestro, no nos abandones (A), mi Deseo, no me rechaces (B).
[15] Pastor nuestro, búscanos (A). Se agrega: Jesús, Salvador, sálvanos (A), mi Salvador, sálvame (B).

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