martes, 9 de abril de 2019

NUESTRO CINERARIO

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CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS EN LA CAPILLA DEL CREMATORIO


58. Aunque tradicionalmente la Iglesia prefiere que se conserve la costumbre de la inhumación de los cuerpos de los cristianos, porque este gesto se asocia mejor a la sepultura del Señor, los fieles tienen, con todo, la facultad de elegir, si lo prefieren, la cremación de su propio cuerpo sin que esta elección impida la celebración de los ritos cristianos.

RECEPCIÓN DE LA DOCUMENTACIÓN:





El hecho de la cremación del cadáver no comporta de por sí­ especiales diferenciaciones rituales, por lo que las exequias, en el caso de cremación, se celebran ante el cadáver antes de la cremación del cuerpo con los mismos ritos y formas que se usan en las exequias acostumbradas (capí­tulos I, II y III).

La única diferencia ritual exigida por la misma veracidad del rito, consiste en que, en el caso de cremación, las exequias no incluyen la procesión al cementerio y la bendición del sepulcro. Por tanto, el rito del último adiós debe celebrarse siempre en la misma iglesia al final de la Misa o de la liturgia de la Palabra, tal como se describe en el capí­tulo III de este Ritual, o bien, en los casos donde en el mismo crematorio exista una capilla puede utilizarse el breve rito que sigue a continuación.



Existe también la posibilidad de que se realice una celebración después de la cremación del cadáver, si la familia lo prefiere, en cuyo caso se siguen las indicaciones del capí­tulo VI. En todos estos procederes puede dar indicaciones explí­citas el Ordinario del lugar.

59. Reunida la familia del difunto y la comunidad que la acompaña, el sacerdote dice las palabras siguientes u otras semejantes:

    Hermanos: Dios todopoderoso quiso llamar a su presencia a este(a) hermano(a) nuestro(a) N.; ahora nosotros queremos encomendarlo(a) a Jesucristo, que venció la muerte con su resurrección y nos abrió así­ las puertas de la felicidad eterna. Cristo fue el primero en resucitar, para transformar nuestro cuerpo corruptible en un cuerpo glorioso como el suyo. Encomendemos entonces a N. al Señor para que lo reciba en su paz y lo(a) resucite en el último dí­a.



Oración de los fieles

60. Después puede hacerse la Oración de los fieles, usando, en todo o en parte, la siguiente fórmula de carácter litánico (no se dice "oremos" al final de cada intención).También puede usarse otra apropiada entre las señaladas en las pp. 235-250 para circunstancias más particulares.

Nuestro Señor Jesucristo dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí­, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí­ no morirá eternamente». Encomendémosle, entonces, a este(a) hermano(a) nuestro(a).

A cada intención respondemos: Te rogamos, Señor.

- Tú, que lloraste la muerte de tu amigo Lázaro, seca nuestras lágrimas.

- Tú, que resucitaste a los muertos, concede la Vida eterna a nuestro(a) hermano(a).

- Tú, que prometiste el Paraí­so al buen ladrón, conduce al cielo a nuestro(a) hermano(a).

- Tú, que purificaste a nuestro(a) hermano(a) en las aguas del Bautismo y lo(a) ungiste con el óleo de la Confirmación, admí­telo(a) entre tus santos y elegidos.

- Tú, que alimentaste a nuestro(a) hermano(a) con tu Cuerpo y tu Sangre, recí­belo(a) en la mesa de tu reino.

- Y a nosotros, que lloramos entristecidos su partida, reconfórtanos con la fe y la esperanza de la Vida eterna.



Padrenuestro

El ministro invita a rezar la Oración del Señor con esta u otras palabras:


El Señor nos enseñó a rezar y confiar. Hagámoslo como verdaderos hijos de Dios.

Luego, todos recitan la oración del Señor.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada dí­a;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y lí­branos del mal.



Ritos conclusivos

Oración

Al concluir el Padrenuestro, el sacerdote o diácono dice una de las siguientes oraciones:


I

Señor, ten misericordia
de este(a) hijo(a) tuyo(a) difunto(a):
ya que procuró cumplir tu voluntad,
recí­belo con amor en tu casa;
así­ como estuvo unido(a) a tu pueblo fiel, por medio de la fe,
concédele asociarse en el cielo al coro de los ángeles.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.



O bien:


II

Dios nuestro, que estás atento a las súplicas de tus fieles
y conoces sus buenos deseos,
concede a tu servidor(a) N., a quien hoy despedimos,
que consiga la felicidad eterna
junto con tus santos y elegidos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén


O bien:


III
Dios nuestro, que eres el autor de la vida,
restauras los cuerpos humanos
y aceptas con bondad el ruego de los pecadores:
escucha las súplicas que te dirigimos en nuestra aflicción
pidiéndote por el alma de tu hijo(a) N.,
para que lo(a) libres de la muerte eterna.
Permí­tele compartir con tus santos las alegrí­as del Paraí­so.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.





En lugar de las oraciones precedentes puede decirse una de las siguientes, eligiendo la más adecuada, según las circunstancias:

Por un(a) difunto(a) cuya(o) esposa(esposo) está presente:


Padre santo, recibe con bondad a tu hijo(a) N.
y protege solí­cito a su esposo(a) N.;
concédeles alcanzar, algún dí­a,
la plenitud de la caridad en la vida que no tiene fin.
por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.


Por un niño difunto que ha llegado al uso de razón:

Recibe con amor de Padre, Dios todopoderoso,
a este niño(a) N. a quien has llamado a tu presencia;
concede el don de la esperanza y del consuelo
a quienes se sienten abatidos por la muerte de N.;
ayuda especialmente a sus padres (y hermanos)
a descubrir la luz de tu presencia
en Jesucristo, nuestro Camino, Verdad y Vida,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Por un difunto joven:

Dios nuestro, que diriges los acontecimientos
y la duración de la vida de los hombres;
te encomendamos humilde y confiadamente a tu hijo(a) N.,
cuya muerte prematura lloramos,
para que le concedas una permanente juventud
en la felicidad de tu casa en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un papá joven (o mamá joven) difunto(a):

Señor, Dios nuestro,
que puedes comprobar la honda tristeza
de quienes lloran a tu hijo(a) N.;
concédenos, te suplicamos, la paz que necesitamos
y ayúdanos en nuestra fe
para confiar en que él(ella) goza de tu compañí­a en el cielo.
Ayuda a su esposa(o)
a sobrellevar esta durí­sima prueba de la vida
y dale a su(s) hijo(s) la fortaleza
y la serenidad que necesitan.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto muerto después de larga enfermedad

Dios nuestro, que has dado a nuestro hermano(a) N.,
la gracia de servirte en el dolor y la enfermedad
concédele que, así­ como imitó la paciencia de tu Hijo,
obtenga también el premio de su misma gloria.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto muerto repentinamente:

Padre santo, muéstranos el infinito poder de tu bondad
para que, quienes lloramos a nuestro(a) hermano(a) N.
muerto(a) inesperadamente,
podamos esperar que lo(a) has llevado
a gozar de tu compañí­a.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto alejado de la fe:

Señor, humildemente apelamos a tu misericordia
para que recibas con bondad el alma de tu servidor(a) N.:
sé indulgente y ten piedad de él(ella)
a fin de que sea purificado(a) de los pecados
que hubiere cometido en su vida,
y así­, liberado(a) de toda atadura terrenal,
merezca ingresar en la Vida eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Por un difunto que se quitó la vida:

Dios nuestro, que te hiciste cercano a nosotros
por medio de Jesús, nuestro Salvador,
que entregó la vida en la cruz.
Tú conoces lo í­ntimo de nuestro corazón
y nada se te oculta a tus ojos.
Escucha la oración que te dirigimos por (este hijo tuyo) N.
y muéstrale tu misericordia infinita;
acepta todo el bien que ha hecho en su vida
y perdona sus culpas y debilidades.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.



Aspersión

61. Luego el sacerdote o diácono asperge el cuerpo del difunto mientras dice:

V. Concédele, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para él(ella) la luz que no tiene fin.


El ministro puede agregar:

Que las almas de nuestros fi­eles difuntos descansen en paz.

Y todos aclaman:

Amén.

Al concluir el rito se puede entonar algún canto, según las costumbres del lugar. 

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INHUMACIÓN DE LAS CENIZAS



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