miércoles, 12 de febrero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (V)

 SUBSTRATO TEOLÓGICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (II)



Misión de María en relación al Salvador

“La doctrina mariana de san Bernardo no admite divisiones internas ni que se la desgaje del misterio cristiano en su conjunto. María esta entretejida en la urdimbre de la historia de salvación. La reflexión sobre el dato revelado y la experiencia cristiana implican, implícita o explícitamente, un matiz y un sabor marianos” (Bernardo Olivera, p. 31).

“…en lugar de insistir en los privilegios personales de la Virgen, considera su papel en la obra de la salvación. Al igual que la Escritura, los Padres y la Liturgia. Bernardo presenta el misterio de la maternidad divina en el cuadro de la Encarnación, de sus preparativos y sus frutos” (Jean Leclercq, San Bernardo, monje y profeta, BAC, Madrid, 1990, p. 97).




 Homilía III:


10. Entonces el ángel, mirando a la Virgen y advirtiendo facilísimamente que revolvía en su corazón pensamientos varios, la consuela en sus temores, la ilustra y fortalece en sus dudas, y llamándola familiarmente por su propio nombre, blanda y benignamente la persuade que no tema: No temas, dice, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios (Lc 1,30). Nada hay aquí de dolo, nada de engaño, no sospeches fraude, no receles alguna asechanza: no soy hombre, soy espíritu y ángel de Dios, no de Satanás.

[El santo Nombre del Redentor] No temas, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios. ¡Oh, sí supieras cuánto agrada a Dios tu humildad y cuánta es tu privanza con El ¡ No te juzgarías indigna de que te saludase y obsequiase un ángel! ¿Por qué has de pensar que te, es indebida la gracia de los ángeles, cuando has hallado gracia en los ojos de Dios? Hallaste lo que buscabas (Cf. Mt 7,7), hallaste lo que antes de ti ninguno pudo hallar, hallaste gracia en los ojos de Dios. ¿Qué gracia? La paz de Dios y de los hombres, la destrucción de la muerte, la reparación de la vida. Esta es la gracia que hallaste en los ojos de Dios. Y ésta es la señal que te dan (Cf. Lc 2,12) para que te persuadas que has hallado todo esto: Sabe que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús (Lc 1,31). Entiende, Virgen prudente, por el nombre del hijo que te prometen, cuán grande y qué especial gracia has hallado en los ojos de Dios. Y le llamarás Jesús. La razón y significado de este nombre se halla en otro evangelista, interpretándole el ángel así: Porque El salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21).



[El anonadamiento y su paradoja] 13. Pero ¿por qué dice que será, y no dice más bien que es grande el que, siempre igualmente grande, no tiene adonde crecer, ni después de su concepción ha de ser mayor que sea o haya sido antes? ¿Acaso se dice que será, porque El mismo, que era Dios grande, ha de ser grande hombre? Bien se dice, pues: Este será grande. Grande hombre, grande doctor, grande profeta. De Él se dice en el Evangelio: Un profeta grande ha parecido en medio de nosotros (Lc 7,16); y por otro profeta menor que él es prometido igualmente como un profeta grande que había de venir: Mira, dice, que vendrá un profeta grande y él mismo renovará a Jerusalén (Ant. Ecce Veniet de Adviento).

Y tú, a la verdad, ¡oh Virgen!, darás a luz un párvulo, criarás un párvulo, darás de mamar a un párvulo; pero al verle párvulo, contémplale grande. Será grande, porque el Señor le engrandecerá delante de los reyes, de modo que todos los reyes le adorarán, todas las gentes, le servirán (Cf. Sal 71, 1). Engrandezca, pues, tu alma también al Señor (Cf. Lc 1,46), porque será grande y será llamado hijo del Altísimo. Grande será y liará cosas grandes el que es poderoso y su nombre santo (Cf. Lc 1,49). ¿Qué nombre más santo que llamarse hijo del Altísimo? Sea también engrandecido por nosotros, que somos párvulos, el Señor grande, que, por hacernos grandes, se hizo párvulo. Un párvulo, dice el profeta, nació para nosotros y un párvulo nos han dado (Is 9,6). Para nosotros, repito, no para sí; pues, nacido de su Eterno Padre más noblemente antes de los tiempos, no necesitaba nacer de una Madre en el tiempo. No para los ángeles tampoco, que poseyéndole grande no le solicitaban párvulo. Para nosotros, pues, nació, a nosotros nos le han dado, porque para nosotros era necesario.

 

Ejercicio: Continuar con la lectio divina.

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