miércoles, 5 de febrero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (IV)

  SUBSTRATO TEOLÓGICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (I) 

Cristología “escolar”: las dos filiaciones de Cristo

“El amor de san Bernardo a María está enraizado en su amor a Jesús. Ambos amores están íntimamente unidos, son inseparables como inseparable es el misterio de Dios. La espiritualidad mariana de Bernardo de Claraval es eminentemente cristocéntrica. Missus est es un tratado sobre la maternidad divina de la Virgen María” (Bernardo Olivera, p. 47.)



Homilía III:

4. Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo (Lc 1,28). No dijo el ángel: el Señor está en ti, sino: el Señor es contigo; porque, aunque Dios está igualmente en todas partes por su simplicísima substancia, con todo eso, está de diferente modo en las criaturas racionales que en las demás; y en aquellas mismas todavía de otra suerte en los buenos que en los malos, por su eficacia. De tal modo sin duda está en las criaturas irracionales, que no puede caber en ellas; en las racionales puede caber por el conocimiento, pero sólo halla cabida en los buenos por el amor. Así, sólo en los buenos está de tal manera, que también está con ellos por la concordia de la voluntad; porque, cuando sujetan de tal modo sus voluntades a la justicia, que no es indecente a Dios querer lo que ellos quieren, por lo mismo que no se apartan de su voluntad, se juntan a sí mismos con especialidad a Dios. Mas, aunque de esta suerte está en todos los santos, particularmente está con María, con la cual tuvo tanta concordia, que juntó a sí mismo no sólo su voluntad, sino su misma carne también; y de su substancia y de la de la Virgen hizo un solo Cristo o, diciendo mejor, se hizo un solo Cristo; el cual, aunque ni todo de la substancia de Dios ni todo de la substancia de la Virgen, sin embargo, todo es de Dios y todo de la Virgen; no siendo por eso dos hijos, sino sólo un hijo de uno y de otro. Dice, pues: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. No solamente el Señor Hijo es contigo, al cual distes tu carne, sino también el Señor Espíritu Santo, de quien concibes; y el Señor Padre, que engendró al que tú concibes. El Padre, repito, es contigo, que hace a su Hijo tuyo también. El Hijo es contigo, quien, para obrar en ti este admirable misterio, se reserva a sí con un modo maravilloso el arcano de la generación y a ti te guarda el sello virginal. El Espíritu Santo es contigo, pues con el Padre y con el Hijo santifica tu seno. El Señor, pues, es contigo.

8. Abre, Virgen, el seno, dilata el regazo, prepara tus castas entrañas, pues va a hacer en ti cosas grandes el que es todopoderoso, en tanto grado, que en vez de la maldición de Israel te llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1,48). No tengas por sospechosa, Virgen prudentísima, la fecundidad; porque no disminuirá tu integridad. Concebirás (Lc 1,31), pero sin pecado; estarás embarazada, pero no cargada; darás a luz, pero no con tristeza (Gn 3,6); no conocerás varón (Lc 1,34) y engendrarás un hijo. ¿Qué hijo! De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la caridad paterna será la corona de tu castidad; la sabiduría del corazón del Padre será el fruto de tu virgíneo seno; a Dios, en fin, darás a luz y concebirás de Dios. Ten, pues, ánimo, Virgen fecunda, madre intacta, porque no serás maldecida jamás en Israel ni contada entre las estériles. Y si con todo eso el Israel carnal te maldice (Cf. 1 Cor 10,18), no porque te mire estéril, sino porque sienta que seas fecunda; acuérdate que Cristo también sufrió la maldición; el mismo que a ti, que eres su madre, bendijo en los cielos; pero aun en la tierra igualmente eres bendecida por el ángel, y por todas las generaciones de la tierra eres llamada, con razón, bienaventurada (Lc 1,48). Bendita, pues, eres tú entre las mujeres (Lc 1,28) y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús (Lc 1,42).

Homilía IV:

[La ciencia del Espíritu y lo que sabía María] 4. Dice, pues: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. ¿Qué quiere decir y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra? El que lo pueda entender, lo entienda (Mt 19,12). Porque ¿quién, exceptuada acaso la que sola mereció experimentar en sí esto felicísimamente, podrá percibir con el entendimiento, discernir con la razón, de qué modo aquel esplendor inaccesible del Verbo eterno se infundió en las virginales entrañas, y para que pudiese sostener que el inaccesible se acercase a ella, de la porcioncita del mismo cuerpo, a la cual estando animada se unió El mismo, hizo sombra a la demás masa? Y quizá por esto principalmente se dijo: Te cubrirá con su sombra, porque sin duda la cosa era un misterio, y lo que la Trinidad sola por sí misma, en sola y con sola la Virgen quiso obrar, sólo se concedió saberlo (Mt 13, 11) a quien sólo se concedió experimentarlo. Dígase, pues: El Espíritu Santo vendrá sobre ti; el cual, con su poder, te hará fecunda: Y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; esto es, aquel modo con que del Espíritu Santo concebirás, de tal suerte Cristo, virtud de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,24), haciendo sombra, lo encubrirá y ocultará en su secretísimo consejo, que sólo será conocido de Él y de ti. Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿Qué me preguntas a mí lo que experimentarás en ti luego? Lo sabrás, lo sabrás, y felicísimamente lo sabrás, siendo tu doctor el mismo que es el autor. Yo he sido enviado a anunciar la concepción virginal, no a criarla. Ni puede ser enseñada sino por quien la da, ni puede ser aprendida sino por quien la recibe. Y por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Que es decir: porque has de concebir, no del hombre, sino del Espíritu Santo, y has de concebir al que es virtud del Altísimo; por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35); esto es, no sólo el que viniendo del seno del Padre (Jn 1, 18) a tu seno te cubrirá con su sombra, sino también lo que de tu substancia unirá a sí, desde aquel punto ya se llamará Hijo de Dios; así como el que es engendrado por el Padre antes de todos los siglos se reputará desde ahora Hijo tuyo. Más de tal suerte lo que nació del mismo Padre (1 Jn 5,4) será tuyo y lo que nacerá de ti será suyo, que con todo eso no serán dos hijos, sino uno solo. Y aunque ciertamente una cosa sea de ti y otra cosa sea de Él, sin embargo, ya no será de cada uno el suyo, sino que un solo Hijo será de ambos.


Ejercicio: Elegir para la lectio divina un texto “mariano” del Evangelio.

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