miércoles, 29 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (III°Bis)

María: vara de la raíz de Jesé

Is 11, 1: “En aquel día, saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces”.


En alabanza de la Virgen Madre II, 5… El mayor misterio de este grande milagro le explica Isaías diciendo: Saldrá una vara de la raíz de Jesé, y de su raíz subirá una flor, entendiendo en la vara a la Virgen y el parto de la Virgen en la flor.
6. Pero, si te parece que el decir ahora que Cristo se entiende en la flor, contradice a la sentencia que queda explicada más arriba, en que decíamos que no en la flor, sino en el fruto de la flor, se designaba, sabe que en la misma vara de Aarón (la cual no sólo floreció, sino que arrojó hojas y echó fruto) es significado Cristo, no precisamente en la flor o en el fruto, sino también en las hojas mismas, Sabe, igualmente, que fue demostrado por Moisés , no por el fruto de la vara ni por la flor, sino por la misma vara; por aquella vara, sin duda, a cuyo golpe ya se divide el agua para que el pueblo pase, ya brota de la piedra para que beba. No hay, pues, inconveniente alguno en que sea figurado Cristo en diversas cosas por diferentes causas; y que en la vara se entienda su potencia, en la flor su fragancia, en el fruto la dulzura de su sabor, en las hojas también su cuidadosa protección, con que no cesa de amparar bajo la sombra de sus alas a los pequeñuelos que se refugian a él huyendo de los carnales deseos y de los impíos que los persiguen. Buena y amable sombra la que se halla bajo las alas del dulce Jesús, donde hay seguro refugio para los que se retiran allí y refrigerio saludable para, los fatigados. Ten misericordia de mí, Señor Jesús; ten misericordia de mí, porque en ti confía mi alma, y en la sombra de tus alas esperaré hasta que pase la iniquidad. En este texto de Isaías debes entender al Hijo en la flor y a la Madre en la vara; porque la vara floreció sin renuevo, y la Virgen concibió sin obra de varón. Ni dañó al verdor de la vara la salida de la flor, ni al pudor de la Virgen el parto sagrado.

11. Pero mira si no explica clarísimamente también esta novedad de Jeremías el profeta Isaías, el cual igualmente nos expuso las flores nuevas de Aarón, de que hablamos más arriba. Mira, dice, que una virgen concebirá y dará a luz un hijo. Ea, ya tienes la mujer., que es la Virgen. ¿Quieres oír también quién es el varón? Y será llamado, añade, Manuel, esto es, Dios con nosotros. Así, la mujer que circunda al varón es la Virgen, que concibe a Dios. ¿Ves qué bella y concordemente cuadran entre sí los hechos maravillosos de los santos y sus misteriosos dichos? ¿Ves qué estupendo es este solo milagro hecho con la Virgen y en la Virgen, a que precedieron tantos prodigios y que prometieron tantos oráculos? Sin duda era uno solo el espíritu de los profetas y, aunque en diversas maneras, signos y tiempos, y, siendo ellos diversos también, pero no con diverso espíritu, previeron y predijeron una misma cosa. Lo que se mostró a Moisés en la zarza y en el fuego, a Aarón en la vara y en la flor, a Gedeón en el vellocino y el rocío, eso mismo abiertamente predijo Salomón en la mujer fuerte y en su precio; con más expresión lo cantó anticipadamente Jeremías de una mujer y de un varón; clarísimamente lo anunció Isaías de una virgen y de Dios; en fin, eso mismo lo mostró San Gabriel en la Virgen saludándola; porque esta misma es de quien dice el evangelista ahora: fue enviado el ángel Gabriel a una virgen desposada.

En la Octava de la Asunción 8…Esta era, en fin, la que Isaías, más claramente que todos, ya la prometía como vara que había de nacer de la raíz de Jesé, ya, más manifiestamente, corno virgen que había de dar a luz. Con razón se escribe que este prodigio grande había aparecido en el cielo, pues se sabe haber sido prometido tanto antes por el cielo. El Señor dice: El mismo os dará un prodigio. Ved que concebirá una virgen. Grande prodigio dio, a la verdad, porque también es grande el que le dio. ¿En qué vista no reverbera con la mayor vehemencia el brillo resplandeciente de esta prerrogativa? Ya, en haber sido saludada por el ángel tan reverente y obsequiosamente, que podía parecer que la miraba ya ensalzada con el solio real sobre todos los órdenes de los escuadrones celestiales y que casi iba a adora a una mujer el que solía hasta entonces ser adorado gustosamente por los hombres, se nos recomienda el excelentísimo mérito de nuestra Virgen y su gracia singular.

Adviento II, 4: Me parece que con esta expresión queda claro quién es esta vara que brota de la raíz de Jesé y quién es la flor sobre la cual reposa el Espíritu Santo. La Virgen Madre de Dios es la vara; su Hijo, la flor: Flor es el Hijo de la Virgen, flor blanca y sonrosada, elegido entre mil; flor que los ángeles desean contemplar; flor a cuyo perfume reviven los muertos; y, como él mismo testifica, es flor del campo, no de jardín. El campo florece sin intervención humana. Nadie lo siembra, nadie lo cava, nadie lo abona. De la misma manera floreció el seno de la Virgen. Las entrañas de María, sin mancha, íntegras y puras, como prados de eterno verdor, alumbraron esa flor, cuya hermosura no siente la corrupción, ni su gloria se marchita para siempre.
¡Oh Virgen, vara sublime!, en tu ápice enarbolas al santo. Hasta el que está sentado en el trono, hasta el Señor de majestad. Nada extraño, porque las raíces de la humildad se hunden en lo profundo. ¡oh planta auténticamente celeste, más preciosa que cualquier otra, superior a todas en santidad! ¡Árbol de vida, el único capaz de traer el fruto de salvación! Se han descubierto, serpiente astuta, tus artimañas; tus engaños están a la vista de todos. Dos cosas habías achacado al Creador, una doble infamia de mentira y de envidia. En ambos casos has tenido que reconocerte mentirosa, pues desde el comienzo muere aquel a quien dijiste: No moriréis en absoluto; la verdad del Señor dura por siempre. Y ahora contesta, si puedes: ¿qué frutos de árbol podría provocar la envidia en Dios, que ni siquiera negó al hombre esta vara elegida y su fruto sublime? El que no escatimó a su propio Hijo, ¿cómo es posible que con él no nos regale todo?

Sobre el Cantar 45, 9: También expresa que su belleza es digna de toda admiración en las dos naturalezas de Cristo: en una por su amor y en la otra por la gracia. ¡Qué hermoso eres para tus ángeles, Señor Jesús, en tu condición divina, desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados, antes de la aurora, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, espejo sin mancilla de la majestad de Dios! ¡Qué hermoso eres, Señor mío, para mí en esta situación nueva de tu belleza! Desde que te rebajaste, despojándote de la irradiación natural de tu luz inagotable, resplandeció más tu bondad, brilló más tu amor, refulgió más intensamente la gracia. ¡Con qué claridad avanza la constelación de Jacob, qué bella es esa flor que brota del tocón de Jesé, qué luz tan agradable nos ha visitado en las tinieblas, nacida de lo alto! ¡Qué espectáculo tan sorprendente es tu concepción del Espíritu aún para los Poderes celestiales, tu nacimiento de una Virgen, la inocencia de tu vida, la profundidad de tu doctrina, la gloria de tus milagros, la revelación de tus misterios! ¡Cómo emerges rutilante del corazón de la tierra después del ocaso, Sol de justicia! ¡Qué hermoso eres, Rey de la gloria, cuando te retiras a los más sublimes cielos vestido de gala! ¿Cómo no han de exclamar todos mis huesos: Señor, ¿quién como tú?

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