miércoles, 8 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (I°)

SUBSTRATO EXPERIENCIAL/LITÚRGICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA 




Guillermo de Saint-Thierry, Vita Prima Bernardi, Libro I, 2. 4:



“Era la noche de Navidad, y se preparaban, como de costumbre, para las solemnes vigilias. Como se retardaba algún tanto el comienzo del oficio nocturno, sucedió que Bernardo se durmió un poquito, inclinando la cabeza, mientras estaba sentado y esperaba como los demás. Al instante se le mostró al niño el santo nacimiento del Niño Jesús, incrementando su tierna fe e incoando en él los misterios de la divina contemplación. Se le apareció como un esposo saliendo de su alcoba, el más hermoso hijo de los hombres, atrayendo hacia sí los afectos de ningún modo pueriles, del santo niño. Quedó profundamente convencido, y hasta hoy el mismo lo confiesa, de que aquella era la hora del nacimiento del Señor. A los que frecuentaban su auditorio les es fácil advertir con cuánta bendición le previno el Señor en aquella hora, pues hoy parece poseer un sentido más profundo y un lenguaje más rico en lo concerniente a este sacramento (misterio). De ahí que más tarde compusiera un insigne opúsculo, al comienzo de sus obras o tratados, en alabanza de la Madre y del Hijo, y de su santa Natividad, tomando pie del pasaje evangélico donde se lee: Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea…”.





Homilía III:

14. Empleemos ya al que nació para nosotros y fue dado a nosotros en lo que es el fin por que nació y nos fue dado. Usemos del que es nuestro en utilidad nuestra, saquemos del Salvador la salud (Cf. Fil 2,12). He ahí que el párvulo/niño está puesto en medio de nosotros (Cf. Mt 18,2). ¡Oh párvulo deseado de los párvulos! ¡Oh verdaderamente párvulo, pero en la malicia, no en la sabiduría! (Cf. 1 Cor 14,20). Procuremos hacernos como este párvulo (Mt 18,3), aprendamos de El a ser mansos y humildes de corazón (Cf. Mt 11,29); no sea que el grande Dios se haya hecho sin fruto hombre pequeño, no sea que en balde haya muerto (Cf. Gál 2,21), no sea que inútilmente haya sido crucificado por nosotros. Aprendamos su humildad, imitemos su mansedumbre, apreciemos su amor, tomemos parte en sus penas (Cf. 1 Pe 4,13), lavémonos en su sangre (Cf. Ap 1,5; 22,14). Ofrezcámosle a El mismo como víctima por nuestros pecados (1 Jn 2,2), pues para esto nació y nos fue dado a nosotros (Is 9,6). Ofrezcámosle a los ojos de su Padre, ofrezcámosle a los suyos mismos, porque el Padre no perdonó a su propio Hijo (Rm 8,32), sino que por nosotros le entregó; y el mismo Hijo se abatió hasta tal extremo, que tomó la forma de esclavo (Fil 2,7). El mismo entregó su vida a la muerte y fue puesto en el número de los malhechores; y El mismo llevó sobre sí los pecados de muchos y oró por los violadores de la ley para que no pereciesen (Cf. Is 53,12). No pueden perecer aquellos por quienes el Hijo ruega que no perezcan, por quienes el Padre entregó su Hijo a la muerte para que vivan (2 Cor 4,11). Debemos esperar el perdón de ambos igualmente; en los cuales es igual la misericordia en su piedad, igual en la voluntad el poder; una misma substancia en la deidad; en la cual, juntamente con el Espíritu Santo, vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.


“Es de notar cómo la fe del niño Bernardo se abrió a la luz mediante la experiencia del misterio de la Encarnación, dando así lugar a la gracia de la contemplación. Es un hecho indiscutible que esta gracia marcó y acompaño a san Bernardo durante el resto de sus días y le dio una particular sensibilidad y expresividad en lo referente al misterio de Jesús Niño. Cualquiera lo puede comprobar mediante una simple lectura de sus sermones para el ciclo de Navidad. El tratado En Alabanza de la Madre y del Hijo y de su santa Natividad encuentra su fuente vital en una experiencia de los primeros años” (Bernardo Olivera, p. 47).

“…una palabra sobre la mediación de la liturgia. La liturgia mariana en los días de san Bernardo constaba de cuatro fiestas: Purificación, Asunción, con su Octava, Anunciación y Natividad de María. San Bernardo cita con mucha frecuencia textos del oficio divino: antífonas, himnos, responsorios, lecciones. Es permeable a toda la liturgia, ella es fuente de devoción…Tal es su familiaridad y conformación con la liturgia que, al igual que con la Escritura, canta como ella: prefiere confesar, alabar y adorar, más que razonar, deducir y concluir” (Idem., p. 31)





Ejercicio: Hacer memoria escrita de la experiencia mariana fundante y de su proceso de maduración a nivel personal (y comunitario).

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