lunes, 10 de agosto de 2015

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO: HOMILÍA Y TEXTO PATRÍSTICO

Homilía del Padre Marcelo Maciel, osb.

                                   +La Palabra de Dios.
                                   +Dios en su Palabra.
                                   +Hoy-Aquí.
                                   +Nosotros.

Si tenemos en cuenta estos cuatro puntos recién dichos vemos que se relacionan, y esto mismo, es asombro que nos sobreeleva en nuestro modo de pensar, predisponiéndonos en el de actuar no de cualquier manera.
Si es que vamos viendo la relación existente entre estos puntos de:
La Palabra de Dios, Dios en su Palabra, Hoy-Aquí, Nosotros , se nos presenta un algo que, como se encuentra presente en nuestro modo de ser generalmente no nos damos cuenta, y por ende, no contamos con esto; es la fe, es el creer. Al terminar de ver, o tal vez mejor sería decir de atisbar, esta relación entre los puntos, cabe lugar el asombro.
Asombro por algo poseído - el creer- que da el poder moverse, atravesar las distintas situaciones, comprenderlas desde otro ángulo más completo en su fin.
Y el sustrato desde el cual brota ese creer es la misma fe.
Es por esto que estamos acá. Ya sé que no he dicho nada nuevo, y que es evidente que es así. Pero es necesario afirmarlo, decirlo expresamente, nuestra misma forma de ser lo pide, y es algo tan natural como aquellos que estando de novios se digan mutuamente que se quieren: ya lo saben, no expresan nada nuevo, pero, de manera simple, hacen vida actualizando lo que ya viven. Así también nosotros hoy aquí.
Veíamos el creer como movimiento de la fe, y de esta manera nos queda como la impresión que Dios nos regala la fe, y luego, durante el camino cada uno se tiene que arreglar como pueda. Pero si recordamos la Escritura volverá a nuestro corazón que Dios es ‘origen, medio y fin’: no estamos entonces tan solos como pensábamos, también se nos asiste en el camino de diversas maneras.
Hoy en particular san Pablo nos decía: ‘No entristezcan al Espíritu Santo de Dios... , eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad’. Lo de evitar todo lo recién dicho, es mucho más que una cuestión de modales o algo moral, no digo que no lo sea sino que lo que se apunta aquí es algo mucho mayor. Ética y moral por supuesto que se encuentran aquí, como así también el sustrato de conducir una vida sana –ya sabemos que la amargura, los arrebatos y demás cuestiones nos avejentan y producen quebraduras en nuestra psiquis-; lo que aquí se señala es que todo eso va opacando, entristeciendo esa Vida que se da entre nuestro espíritu y el Espíritu Santo que dice ‘Padre’. Vamos algo así como escuchando más los gritos que pronunciamos que aquella voz que nos llama a estar en ese profundo centro; y al venir a ser sordos a tan buen Huésped, entristeciéndolo nos entristecemos.
La propuesta de san Pablo es esa Vida en Espíritu, que obtiene su profundidad en ese ser mutuamente buenos, compasivos y en el perdón en Cristo. Y nuevamente, bueno, compasivo, perdón mutuo, es mucho más que la cuestión ética y moral, llena todo este espacio y lo sobrepasa ya que el ser bueno o compasivo es el modo participativo de Aquel que lo es en sí y no por otro: forma de ser de Dios. El perdonar unos a los otros como Dios nos ha perdonado en Cristo, es acción del Espíritu en su inmenso amor de redención que se hace Palabra que vivifica diciendo ‘te perdono’.
Esta Vida de este modo es la que se hace partícipe –por gracia- de aquella ofrenda y sacrificio agradable a Dios.

Vida en el Espíritu que nos introduce más y más en la Vida en Cristo. Vida en Cristo a la que nos llama el Padre, por eso es que podemos ‘venir’ a Cristo, creer, comer. De aquí que sepamos ya, como aquel que vive en la verdad, que ‘el que coma el pan viviente vivirá’.



                                      
Texto patrístico:

Después de estar saciados, dad gracias de esta manera:
Nosotros te damos gracias, Padre Santo,
Por tu Santo Nombre
Que has hecho habitar en nuestros corazones,
Y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
Que Tú nos has revelado por Jesús tu Servidor.
        ¡Gloria a Ti por los siglos!
Eres Tú, Señor todopoderoso,
Quien has creado el universo por causa de tu Nombre
Y quien has dado a los hombres el alimento y la bebida en gozo a fin que ellos te den gracias.
Pero a nosotros, tú nos has dado la gracia de un alimento y de una bebida espirituales y la vida eterna por Jesús, tu servidor.
Por todo, nosotros te damos gracias, porque tú eres poderoso.
        ¡Gloria a Ti por los siglos!
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y perfeccionarla en el amor.
Reúnela desde los cuatro vientos, esta Iglesia santificada, en tu reino que tú le has preparado.
¡Pues es a ti que pertenece el poder y la gloria por los siglos!
¡Que tu gracia venga y que este mundo pase!
¡Hosanna al Dios de David!
¡Si alguien es santo que venga!
¡Si alguien no lo es, que haga penitencia!
¡Maranatha! ¡Amén!

        [La doctrine des Douze Apôtres, Didachè, 10,1-6, 
Paris, Cerf, Sources Chrétiennes 248, 1978, p. 179-183]

No hay comentarios:

Publicar un comentario