sábado, 7 de mayo de 2016

Eucaristía y vida cotidiana de una comunidad


 

I.                   Sagrada Escritura:

1 Cor 10, 15-21: Les hablo como a gente sensata; juzguen ustedes mismos lo que voy a decirles. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan. Pensemos en Israel según la carne: aquellos que comen las víctimas, ¿no están acaso en comunión con el altar? ¿Quiero decir con esto que la carne sacrificada a los ídolos tiene algún valor, o que el ídolo es algo? No, afirmo sencillamente que los paganos ofrecen sus sacrificios a los demonios y no a Dios. Ahora bien, yo no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios. Ustedes no pueden beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios; tampoco pueden sentarse a la mesa del Señor y a la mesa de los demonios.

1 Cor 11, 17-28: Y ya que les hago esta advertencia, no puedo felicitarlos por sus reuniones, que en lugar de beneficiarlos, los perjudican.  Ante todo, porque he oído decir que cuando celebran sus asambleas, hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Sin embargo, es preciso que se formen partidos entre ustedes, para se pongan de manifiesto los que tienen verdadera virtud. Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio. ¿Acaso no tienen sus casas para comer y beber? ¿O tan poco aprecio tienen a la Iglesia de Dios, que quieren hacer pasar vergüenza a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Los voy a alabar? En esto, no puedo alabarlos. Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía». Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva. Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa.

II.                Tradición:

"Lo que estáis viendo sobre el altar de Dios, lo visteis también la pasada noche; pero aun no habéis escuchado qué es, qué significa ni el gran misterio que encierra. Lo que veis es pan y un cáliz; vuestros ojos así os lo indican. Mas según vuestra fe, que necesita ser instruida, el pan es el cuerpo de Cristo, y el cáliz la sangre de Cristo... Lo que se ve tiene forma corporal; lo que se entiende posee fruto espiritual. Por tanto, si quieres entender el cuerpo de Cristo, escucha al Apóstol, que dice a los fieles: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. En consecuencia, si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros. A lo que sois respondéis con el Amén, y con vuestra respuesta lo rubricáis. Si se dice: 'el cuerpo de Cristo', y respondes: 'Amén'. Sé miembro del cuerpo de Cristo para que sea auténtico el Amén" (San Agustín, Sermón 272).

“Los fieles conocen el cuerpo de Cristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser el cuerpo de Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo solamente vive el cuerpo de Cristo... El mismo cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. De aquí que el apóstol Pablo nos habla de este pan diciendo: Somos muchos un solo pan, un solo cuerpo. ¡Oh qué misterio de amor, y qué símbolo de unidad, y qué vínculo de caridad! Quien quiere vivir sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque, y que crea, y que se incorpore a este cuerpo, para que tenga participación de su vida” (San Agustín, Comentario al evangelio de Juan 26,13-14).


III.             Liturgia:

Padre providente, que alimentas y fortaleces a la Iglesia con tus sacramentos,
concede, a quienes has renovado en la mesa celestial
que, guardando el mandamiento del amor,
seamos entre los hombres fermento de vida e instrumento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
(Oración después de la comunión de la misa por la Iglesia)

IV.             Magisterio:

Sacramento de la Eucaristía[1]….san Pablo transmitía verbalmente la tradición sobre la Eucaristía recibida de los mismos testigos de la última noche. Trasmite estas palabras como un precioso tesoro confiado a si fidelidad. Y así escuchamos en estas palabras realmente a los testigos de la última noche. Escuchamos las palabras del Apóstol: "Por que yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: 'Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío'. Asimismo también la copa después de cenar diciendo: 'Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío'" (1 Cor 11,23-25). Es un texto inagotable… sólo haré dos breves observaciones. Pablo transmite las palabras del Señor sobre el cáliz así: este cáliz es "la nueva alianza en mi sangre". En estas palabras se esconde una referencia a dos textos fundamentales del Antiguo Testamento. La primera referencia es a la promesa de una nueva alianza en el Libro del profeta Jeremías. Jesús dice a los discípulos y nos dice a nosotros: ahora, en esta hora, conmigo y con mi muerte se realiza la nueva alianza; con mi sangre comienza en el mundo esta nueva historia de la humanidad. Pero está presente, en estas palabras, también una referencia al momento de la alianza en el Sinaí, donde Moisés había dicho: "Esta es la sangre de la Alianza que el Señor ha hecho con vosotros, según todas estas palabras" (Ex 24,8). Allí se trataba de sangre de animales. La sangre de los animales podía ser sólo expresión de un deseo, la esperanza del nuevo sacrificio, del verdadero culto. Con el don del cáliz el Señor nos da el verdadero sacrificio. El único verdadero sacrifico es el amor del Hijo. Con el don de este amor, amor eterno, el mundo entra en la nueva alianza. Celebrar la Eucaristía significa que Cristo se nos da a sí mismo, su amor, para conformarnos a sí mismo y para crear así el mundo nuevo.    
El segundo aspecto importante de la doctrina sobre la Eucaristía aparece en la misma primera Carta a los Corintios, donde san Pablo dice: "La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aún siendo muchos, un solo, pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (10, 16- 17). En estas palabras aparece igualmente el carácter personal y el carácter social del Sacramento de la Eucaristía. Cristo se une personalmente a cada uno de nosotros, pero el mismo Cristo nos une también con el hombre y con la mujer que están a mi lado. Y el pan es para mí y también para el otro. Así Cristo nos une a todos consigo y nos une entre nosotros, uno con otro. Recibimos en la comunión a Cristo. Pero Cristo se une igualmente en mi prójimo: Cristo y el prójimo son inseparables en la Eucaristía. Y así todos somos un solo pan, un solo cuerpo. Una Eucaristía sin solidaridad con los demás es un abuso de la Eucaristía. Y aquí estamos en la raíz y al mismo tiempo en el centro de la doctrina de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, del Cristo resucitado.    
Vemos también todo el realismo de esta doctrina. Cristo nos da su cuerpo en la Eucaristía, se da a sí mismo en su cuerpo y así nos hace cuerpo suyo, nos une a su cuerpo resucitado. Si el hombre come pan normal, este pan en el proceso de la digestión se convierte en parte de su cuerpo, transformado en sustancia de vida humana. Pero en la Santa Comunión se realiza el proceso inverso. Cristo, el Señor, nos asimila a sí, nos introduce en su Cuerpo glorioso y así todos juntos nos convertimos en su Cuerpo. Quien lee solo el capítulo 12 de la primera Carta a los Corintios y el capítulo 12 de la Carta a los Romanos podría pensar que la palabra sobre el Cuerpo de Cristo como organismo de los carismas sea solo una especie de parábola sociologico-teológica.    
Realmente en la politología romana esta palabra del cuerpo con los diversos miembros que forman una unidad se utilizaba por el mismo Estado, para decir que el Estado es un organismo en el que cada uno tiene su función, la multiplicidad y diversidad de las funciones forman un cuerpo y cada uno tiene su sitio. Leyendo solo el capítulo 12 de la primera Carta a los Corintios podría pensarse que Pablo se limitaba a transferir esto a la Iglesia, que aquí solo se trataba de una sociología de la Iglesia. Pero teniendo presente este capítulo décimo vemos que el realismo de la Iglesia es bien distinto, mucho más profundo y verdadero que el de un Estado organismo. Porque realmente Cristo nos da su cuerpo y nos hace su cuerpo. Nos unimos realmente con el cuerpo resucitado de Cristo, así nos unimos uno a otro. La Iglesia no es sólo una corporación como el Estado, es un cuerpo. No es simplemente una organización sino un verdadero organismo.    

Pedro Edmundo Gómez, osb.

[1] Benedicto XVI, Catequesis audiencia general del 11 de diciembre de 2008.

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