lunes, 13 de abril de 2015

DOMINGO DE LA OCTAVA DE PASCUA
Homilía de nuestro P. Abad Benito con motivo del comienzo de la Catequesis en El Siambón
Hoy es un día muy importante para El Siambón porque comienza la catequesis de primera comunión, de confirmación y de perseverancia.
Ustedes tal vez me digan: Está equivocado, Padre, la catequesis de primer año de primera comunión comienza el sábado que viene y la de segundo año de comunión y la de confirmación y perseverancia empiezan el domingo que viene después de misa”. Los comienzos que ustedes me dicen son exactos, pero yo insisto en que hoy comienza la catequesis, ¿por qué?
Porque la catequesis es una totalidad. Hay verdades que los chicos tienen que estudiar y aprender: todas las que profesamos en el Credo y otras más, como por ejemplo que en la misa el pan y el vino se cambian en el cuerpo y la sangre de Jesús, que la Virgen María es Madre de Jesús y nuestra mamá y con esto no termino la lista… Pero la catequesis se transmite también con lo que se vive.
En la primera lectura del Libro de los Hechos, San Lucas describe cómo vivían los primeros cristianos en la Iglesia de Jerusalén. El cuadro se completa con otros dos textos que leemos en este Domingo de la Octava de Pascua en los otros dos ciclos: A y C. Esta es la descripción que nos hace Lucas en estos tres textos: Los creyentes de la Primera Iglesia tenían un solo corazón y una sola alma (unidad total), tenían todos los bienes en común, no había carenciados, escuchaban con gusto la enseñanza de los apóstoles, rezaban juntos y juntos partían el pan (celebraban la Eucaristía).
Aquí estamos los monjes, la comunidad monástica; aquí están ustedes los vecinos de El Siambón, la comunidad cristiana de El Siambón. Si la comunidad monástica, si la comunidad cristiana de El Siambón nos miramos en el espejo de la descripción que hace Lucas de los primeros cristianos tenemos que confesar que nos falta mucho para llegar a ese ideal. Entre nosotros algunas veces hay discusiones, no nos entendemos, no siempre nos ayudamos unos a otros. Si miramos las otras comunidades cristianas, las parroquias, la diócesis, la Iglesia Universal, vemos también  divisiones, desencuentros…   ¿Qué pasó? ¿Por qué nos vinimos abajo? ¿Ya no actúa el Cristo Resucitado? ¿El Espíritu Santo no nos acompaña?
Nada de eso. Cristo Resucitado y el Espíritu Santo actúan en la iglesia de hoy como actuaban en la Iglesia Primitiva. En los textos aludidos del Libro de los Hechos Lucas describe el ideal, la  meta a la cual hay que tender; pero Lucas es muy realista y nos habla también de las divisiones en la Primitiva Iglesia: las viudas de os helenistas desatendidas, Pedro y Pablo enfrentados, Pablo y Bernabé separados y sobre todo la gran dificultad que tuvieron los paganos para que todos los judíos les abrieran las puertas y los reconocieran como hermanos por el bautismo. También los apóstoles y los primeros cristianos necesitaron conversión.
Vamos a construir la unidad en la medida en que cada uno asuma sus responsabilidades y haga lo que tiene que hacer. En la catequesis nosotros los monjes tenemos que acompañarlos con nuestra oración y nuestro acompañamiento espiritual que necesiten; los padres tienen que acompañar a sus hijos con el ejemplo y creando un clima cristiano en la familia; las catequistas enseñando con el ejemplo y la palabra el evangelio.
Ninguno de nosotros es perfecto, vamos a tener fallas; pero Dios está siempre dispuesto a perdonarnos y a seguir ayudándonos: la obra es de Él.
EVANGELIO
Dos apariciones de Jesús con una semana de diferencia. Las dos con una relación bien marcada entre ellas; la ilación la hace la figura de Tomás. La primera aparición se da el mismo día de Pascua. Los discípulos encerrados con las puertas cerradas por miedo a las autoridades religiosas judías. Jesús se presenta y los saluda: “La paz esté con ustedes” y les muestra sus manos y su costado, los signos de la crucifixión, y les vuelve a dar la paz. Ellos se llenan de alegría. Es decir, reciben los dones que les había prometido Jesús: paz y alegría. No una paz cualquiera, no como la que da el mundo; no una alegría cualquiera, sino la que nadie les podrá quitar (16,22). Son los dones escatológicos prometidos en el AT y que los discípulos empiezan a disfrutar desde ahora.
El evangelista San Juan adelantas Pentecostés. Jesús sopla sobre ellos, les da el Espíritu Santo y el poder de perdonar los pecados. Tomás ausente rechaza el testimonio de sus compañeros, “no lo creeré”.
Gracias, Tomás porque nos ayudas a vencer nuestra incredulidad.
A los ocho días otra vez la paz y la invitación hecha a Tomás a la conversión. “Señor mío y Dios mío”.
Termina el texto de hoy con la razón de ser del evangelio: Ha sido escrito para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y así tengamos vida en su Nombre.

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