domingo, 30 de agosto de 2015

SOBRE LA PALABRA


“Si no se está sólo con la palabra de Dios, no se la lee. ¡Sólo con la palabra de Dios! Querido oyente, voy a hacerte una confesión: yo no me atrevo todavía a estar absolutamente sólo con la palabra, en una soledad en que no se interponga ninguna ilusión. Y permíteme que añada: Jamás he visto a ningún hombre del que pueda creer que haya tenido la sinceridad y el valor de estar sólo con la palabra de Dios, en una soledad en que ninguna ilusión se interponga... ¡Sólo con la Escritura! No me atrevo. Cuando la abro, el primer pasaje con que tropiezo me cautiva inmediatamente; él me pregunta (y es como si me interrogara el mismo Dios): ¿has puesto esto en práctica? Y así quedo bien atrapado. Así: o bien inmediatamente-a-la práctica, o bien instantáneamente la humillación de la confesión.
Si no estás a solas con la Escritura, no la lées. Que esta soledad no esté exenta de peligros, lo han reconocido implícitamente personas capaces. Quizá tal espíritu cuyas facultades y seriedad no son comunes, -se dice: «No podría actuar a medias; la Biblia es para mí un libro extremadamente peligroso; es tiránico; si le doy el dedo, se toma la mano; si le doy la mano, me atrapa por completo y es capaz de rehacer repentinamente toda mi vida en una gran escala. No; sin permitirme con respecto a ella ninguna palabra de broma o desprecio, pues esto me repugna, la dejo tranquila en la estantería; no quiero estar a solas con ella». No aprobamos esta decisión; pero, sin embargo, implica cierta lealtad digna de respeto.
Se puede uno defender de otra manera muy distinta contra la palabra; hacerse el fanfarrón; se asegura que uno es perfectamente capaz de estar a solas con ella, lo cual es falso. Toma en efecto la Biblia y cierra tu puerta pero provéete también de diez diccionarios y de veinticinco comentarios: entonces puedes leer los santos libros tan tranquilamente y sin preocupación como si leyeras el periódico... ¡Qué triste abuso de la ciencia con el que se puede uno engañar a sí mismo tan fácilmente! Porque si no existiesen tantas ilusiones, e ilusiones sobre uno mismo, cada cual confesaría, sin duda, como lo hago yo: apenas me atrevo a estar solo con la palabra de Dios....
Por otra parte, es muy humano la repugnancia a someterse al poder de la palabra; si nadie está conforme, yo al menos así lo confieso por mi parte. Es humano pedirle a Dios que tenga paciencia si no se puede inmediatamente cumplir con el deber, con la condición de prometerle que lo hará con empeño; es humano implorar su compasión, si se siente mucho su exigencia; si nadie está de acuerdo por su parte, yo lo confieso por la mía.
Pero no es digno del hombre cambiar totalmente el aspecto de la cuestión;... es indigno que yo interponga todos estos paliativos entre la palabra y yo, que dé a este aparato crítico el nombre de seriedad y de celo por la verdad, y que deje, en fin, adquirir tales proporciones a este trabajo que jamás tenga el sentimiento de leer la palabra de Dios y jamás llegue a mirarme en el espejo. Parece que yo atraigo hacia mí la palabra con todos esos estudios, investigaciones, argumentos y sutilezas; en realidad, con estos procedimientos la alejo de la manera más astuta lo más posible de mí, a una distancia infinitamente mayor de lo que se encuentra de quien jamás la ha visto, y de quien experimenta tal temor y tal angustia que la rechaza lejos... No te engañes, no te hagas el astuto. Porque nosotros no lo somos poco ante Dios y su palabra”[1].

[1] S. KIERKEGAARD, Pour un examen de conscience á mes contemporains (1851), traducido del danés por P.-H. Tisseau, Bazoges-en-Pareds (Vendée), 1934, pp. 44-52.

sábado, 22 de agosto de 2015

CONGRESO EUCARÍSTICO I



PEREGRINANDO HACIA EL CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL I[1]:
Unos tienen y no quieren, otros quieren y no tienen, nosotros que tenemos y queremos demos gracias a Dios.

Éstas palabras quieren señalar un anhelo que puede llegar a ser colmado, un anhelo muy dentro nuestro, ese de caminar en presencia de Cristo, de vivir en Cristo. Nuestra preparación hacia el congreso eucarístico puede ser esa actitud de anhelo, deseo profundo que no se escancia de cualquier modo sino de uno que es único: el de Su presencia.
Estas palabras de san Agustín a continuación quieren ser ayuda a esa preparación:

Yo soy el pan vivo que descendí del cielo. Pan vivo precisamente, porque descendí del cielo. El maná también descendió del cielo; pero el maná era la sombra, éste la verdad. Si alguien comiere de este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo le daré es mi carne, \que es la vida del mundo. ¿Cuándo iba la carne a ser capaz de comprender esto de llamar al pan carne? ¡Se da el nombre de carne a lo que la carne no entiende; y tanto menos comprende la carne, porque se llama carne. Esto fué lo que les horrorizó, y dijeron que esto era demasiado y que no podía ser. Mi carne, dice, es la vida del mundo. Los fieles conocen el cuerpo de Cristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser el cuerpo de Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo solamente vive el cuerpo de Cristo. Comprended, hermanos, lo que he dicho. Tú eres hombre, y tienes espíritu y tienes cuerpo. Este espíritu es el alma, por la que eres hombre. Tu ser es alma y cuerpo. Tienes espíritu invisible y cuerpo visible. Dime qué es lo que recibe la vida y de quién la recibe. ¿Es tu espíritu el que recibe la vida de tu cuerpo o <es tu cuerpo el que recibe la vida de tu espíritu? Responderá todo el que vive (pues el que no puede responder a esto, no sé si vive). ¿Cuál será la respuesta de quien vive? Mi cuerpo recibe ciertamente de mi espíritu la vida. ¿Quieres, pues, tú recibir la vida del Espíritu de Cristo? Incorpórate al cuerpo de Cristo. ¿Por ventura vive mi cuerpo de tu espíritu? Mi cuerpo vive de mi espíritu, y tu cuerpo vive de tu espíritu. El mismo cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. De aquí que el apóstol Pablo nos hable de este pan, diciendo: Somos muchos un solo pan, un solo cuerpo, ¡Oh qué misterio de amor, y qué símbolo de la unidad, y qué vínculo de la caridad! Quien quiere vivir sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque, y que crea, y que se incorpore a este cuerpo, para que tenga participación de su vida. No le horrorice la unión con los miembros, y no sea un miembro podrido, que deba ser cortado; ni miembro deforme, de quien el cuerpo se avergüence; que sea bello, proporcionado y sano, y que esté unido al cuerpo para que viva de Dios para Dios, y que trabaje ahora en la tierra para reinar después en el cielo.
[San Agustín, Tratado según san Juan, XXVI,13]



[1] Entrada preparada por el P. Marcelo Maciel, osb.

martes, 18 de agosto de 2015

VISITA GRUPO "VERITAS" 16 DE AGOSTO DE 2015


Los integrantes del Grupo "Veritas" de Tucumán, acompañados por los dominicios Fray Javier, Fray Nicolás y Fray Ariel, visitaron nuestro monasterio la tarde del domingo 16 de agosto y con ellos leímos, meditamos y dialogamos sobre el ENCUENTRO DE JESÚS CON EL JOVEN RICO, y como este encuentro fue central en la vida y vocación de san Antonio del Desierto.

I. JOVEN RICO: Evangelio según san Mateo
19, 16 En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» 17 El le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» 18 «¿Cuáles?» - le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, 19 honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.». 20 Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» 21 Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.» 22 Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. 24 Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.» 25 Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» 26 Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible.»

II. JOVEN RICO: San Atanasio de Alejandría, Vida de san Antonio
2. 1 Después de la muerte de sus padres quedó solo con su única hermana, mucho más joven. Tenía entonces unos dieciocho a veinte años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. 2 Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba, como de costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba cómo los apóstoles dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4, 20; 19, 27); cómo, según se refiere en los Hechos (4, 35-37), la gente vendía lo que tenía y lo ponía a los pies de los apóstoles para su distribución entre los necesitados; y qué grande es la esperanza prometida en los cielos a los que obran así (Ef 1, 18; Col 1, 5). 3 Pensando estas cosas, entró a la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el evangelio, y escuchó el pasaje en que el Señor dice al joven rico: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres; luego ven, sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt 19, 21). 4 Como si Dios le hubiera puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados: unas 80 hectáreas, tierra muy fértil y muy hermosa. No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. 5 Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando sólo un poco para su hermana. 3. 1 Pero de nuevo, otra vez que entró en la iglesia, escuchó aquella palabra del Señor en el evangelio: “No se preocupen del mañana” (Mt 6, 34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y distribuyó a los pobres también esto último…




sábado, 15 de agosto de 2015

SOBRE LA PALABRA DE DIOS

La Palabra de Dios en la vida personal y comunitaria según Gregorio Magno[I]


Algunas reflexiones para motivar el diálogo a partir de cuatro fragmentos de san Gregorio Magno (540-604)[1]: uno referido a la presencia-actividad de la Palabra de Dios en el Opus Dei (Liturgia), dos en la lectio divina y el cuarto en la comunidad.
La clave del tema, en la perspectiva de la teología-vida monástica, es “aprender a conocer el corazón de Dios (cor Dei) en la palabra de Dios (verbis Dei)” (Ep. V, 46).

I. La Palabra de Dios en el Opus Dei

De las Homilías sobre Ezequiel:
“…cuando Josafat le preguntó (a Eliseo) por lo futuro, faltándole la inspiración profética (2 Re 3, 15), mandó que le llevasen uno que tañera el arpa, para que, mientras este cantaba al son del arpa, descendiera a él la inspiración profética y le revelara lo futuro; pues la voz de la salmodia, cuando se hace con la devoción del corazón, por ella se abre el Señor omnipotente el camino al corazón para que infunda al alma devota bien los secretos de la profecía o bien la gracia de la compunción. Por eso está escrito (Sal 49, 23): El sacrificio de alabanza, ése es el que me honra, y ése es el camino por el cual manifestaré al hombre la salvación de Dios. Ahora bien, lo que en latín significa (salutare Dei) la salvación de Dios, en hebreo significa Jesús; por consiguiente, en el sacrificio de alabanza se abre camino a Jesús; porque, cuando por medio de la salmodia se infunde la compunción, en nuestro corazón se abre camino por el cual al fin se llega a Jesús, conforme Él lo dice, hablando de su manifestación (Jn 14, 21): El que me ama será amado por mi Padre; yo lo amaré y yo mismo me manifestaré a él. También por eso está escrito (Sal 67, 5): Cantad al Señor, entonad salmos a su nombre, allanad el camino al que sube sobre el occidente. El Señor es el nombre suyo, pues quien, resucitando, venció la muerte, ese mismo es el que sube sobre el occidente; al cual, cuando cantamos, allanamos el camino para que venga a nuestro corazón y nos inflame en la gracia de su amor”[2].

Los monjes somos hombres de la Palabra: escuchamos y pronunciamos (cantamos) la Palabra. Nos la anunciamos mutuamente, coro a coro. Nuestra cultura monástica ha dicho el Papa Benedicto XVI es ante todo la “cultura de la Palabra”. En ella vivimos, nos movemos, existimos. Estamos sumergidos en la Palabra, rodeados por la Palabra, contenidos por la Palabra.
Para Gregorio existe un doble efecto de la Palabra:
a)      Ad extra: Infunde los secretos de la profecía (pasado, presente y futuro). “Vigías del crepúsculo de la vida actual y profetas de la aurora que aguarda a los fieles” (Pablo VI). Espíritu-don profético (saber leer la Escritura a la luz de Cristo: El AT se ilumina y se cumple en el NT. La unidad de toda la Escritura. Exégesis canónica) y dimensión escatológica (buscar lo definitivo, esencial).
b)      Ad intra: Infunde la gracia de la compunción (lágrimas, temor-miseria y amor-misericordia). Desgarra y despierta el deseo de la experiencia de Dios, engendra la pureza de corazón, que permiten leer en la letra de la Escritura la Palabra.
En la lectura patrística de la Escritura hay una tensión entre la objetividad-literalidad (exégesis) y el “para el hoy”/“para nosotros”, el aquí y ahora histórico-existencial (hermenéutica). Una hermenéutica de fe.
El Espíritu mueve desde las Escrituras, habla a través de ellas, está presente en las Escrituras que contienen la Palabra de Dios. Dimensión pneumatológica que posibilita la asimilación interior de la Historia en el Misterio y del Misterio en el hombre (Origenes/Gregorio).
El Opus Dei es sacrificio de alabanza, que exige: salmodiar sabiamente y que la mente concuerde con la voz (Cf. RB XIX). Se da una participación (contemporaneidad) en el Misterio (extra tempus sed non extra mysterium), por la inteligencia espiritual de las Escrituras se penetra en el Misterio con y por la Palabra.
En la Palabra leída-celebrada en un contexto litúrgico y en el sentido de la tradición (enriquecimiento-ampliación de los límites de la exégesis bíblica) se abre, y nosotros allanamos (sinergia), el camino del Señor.

II. La Palabra de Dios en la Lectio Divina[3]

a). De los Libros Morales: 
La Sagrada Escritura se presenta ante los ojos del alma como un espejo en el que podemos ver reflejado nuestro rostro interior. En ella conocemos nuestras facciones bellas y feas. En ella percibimos nuestros avances y nuestros retrocesos. Narra los hechos de los santos y mueve los corazones de los débiles a su imitación. Recordando las victoriosas hazañas en su lucha contra los vicios, fortalece nuestra debilidad. Con sus palabras logra que nuestra alma se encuentre menos temblorosa en medio del combate, viendo ante sí los triunfos de tantas personas valerosas. En ocasiones no sólo nos cuenta sus victorias sino también sus caídas. De esa forma, captamos en la victoria de los valerosos lo que debemos imitar y vemos en sus faltas lo que debemos temer. A Job se le describe crecido ante la tentación, a David postrado ante ella. Así, la virtud de nuestros mayores conforta nuestra esperanza y su caída nos hace cautos en la humildad. La primera nos eleva infundiéndonos alegría, la segunda nos frena inspirándonos temor. Si en un caso el ánimo del que escucha recibe la confianza de la esperanza, en el otro es instruido en la humildad del temor. Retenido por el miedo no se ensoberbece temerariamente, ni atrapado por el temor cae en la desesperación, porque gracias al ejemplo de la virtud se robustece en la confianza de la esperanza”[4].

Los monjes hacemos lectio y la lectio nos hace monjes. La escucha/obediencia hace hijos: purifica el corazón y enciende la caridad. La soledad y el silencio, la estabilidad y la conversatio morum, el ayuno y la vigilia, el trabajo y el estudio, están en función de la escucha de la Palabra que nos configura con el Verbo.
Gregorio nos ofrece una triple descripción de la Palabra:
·         Espejo (Rostro interior / Habitare secum / criterio de discernimiento del progreso-retroceso en la vida espiritual).
·         Icono (Modelo / Vir Dei / victorias-caídas).
·         Arma (Lucha espiritual-tensión / De pugna Daemonum / fortalece nuestra debilidad).
Los Padres leían la Escritura, en la Tradición viva de la Iglesia, como Historia salutis (Israel/Cristo/Iglesia). La totalidad de la Escritura en la unidad de los dos testamentos, que es la unidad del Espíritu inspirador e inspirante. “Salida” del hombre hacia la Letra/Historia y de la Historia al Misterio (Jerónimo).

b). De las Homilías sobre Ezequiel:
“…las palabras de la Sagrada Escritura, según se ha dicho muchas veces, crecen en inteligencia según lo que en ella sienten los lectores; pues en una misma sentencia de la Sagrada Escritura, el uno se alimenta solo de la historia, otro busca el sentido típico; otro, en cambio, por la figura busca el sentido contemplativo o místico. Y con frecuencia sucede que, conforme se ha dicho, en una misma sentencia pueden hallarse los tres sentidos a la vez… Gran milagro es éste (la zarza que ardía sin consumirse). Si en él atiendes sólo a la historia, ya hay ahí con qué se nutre el alma del lector, viendo que el fuego arde en la leña y no la consume. En cambio si buscas entender lo que eso significa, ¿qué se entiende por la llama sino la ley de la cual esta escrito (Deut 33,2): En su mano derecha la ley de fuego? ¿Y qué por la zarza sino el pueblo judío, cubierto con las espinas de sus pecados? Pero la zarza que ardía no pudo consumirse, porque el pueblo judío recibió, si, la ley, mas, a pesar de ello, no abandonó las espinas de sus pecados, ni la llama de la divina palabra consumió enteramente sus vicios. Tal vez otro alguno desea que se contemplen en este hecho cosas más altas por medio del sentido típico... y así: Entre los hombres hízose igualmente hombre perfecto el Hijo único de Dios, el cual no tuvo pecados propios, pero cargó sobre sí las espinas de nuestra maldad y se dignó humillarse por nosotros hasta la pasión y recibir en sí mismo el fuego de nuestra tribulación. Ardió, pues, mas no se consumió, porque en cuanto a la humanidad murió, pero permaneció inmortal en cuanto a la divinidad; tomo de nosotros aquello por donde sacrificarse por nosotros, pero también en lo suyo propio permaneció impasible e inconmutable para cambiarnos a nosotros de lo nuestro. Acaso otro requiere la moralidad de la historia y, además, el sentido místico por el sentido alegórico… Luego, porque lo que dicen las sagradas palabras crece con el espíritu de los que las leen…”[5].

Los monjes crecemos-maduramos por la lectio de la Palabra y la Palabra crece por la lectio de los monjes. Los Padre plantean un crecimiento recíproco (etapas de la vida espiritual-sentidos de la Escritura):
·         Principiantes / Carnales / literal.
·         Proficientes / Psíquicos / tropológico.
·         Perfectos / Pneumáticos / místico.
Esto explica la “hagiografía exegética”.
Se trata de una comprensión sapiencial, contemplativa, de una inteligencia mística, hermenéutica de fe, exégesis y teología, exégesis y lectio divina. Ejemplo de la zarza que arde sin consumirse: Lectio vitae.
Los Padres buscaban el Sentido (modelo tipológico de Daniélou/Simonetti): Cristo total, en los sentidos (modelo alegórico de H. de Lubac/Gargano) literal-histórico (capadocios), alegórico-dogmático (alejandrinos), tropológico-moral y anagógico-místico de la Escritura.

III. La Palabra de Dios en la Comunidad

De las Homilías sobre Ezequiel:
“…sé que, generalmente, muchas cosas que sólo no puede entender en la Sagrada Escritura, las entendí puesto entre mis hermanos. Y también procuré saber por mérito de quién se me daba a mí entender esa inteligencia; y claro ésta que esto se me da a mí en favor de los que me están oyendo. Por tanto, resulta que, con el favor de Dios, el entender crece y la elación disminuye al aprender, por causa vuestra, lo que entre vosotros enseño; porque, confieso la verdad, generalmente, con vosotros oigo lo que digo. Por consiguiente, cuanto en este profeta (Ezequiel) entienda menos, se debe a mi oscuridad, y, si algo pudiera entender bien, se debe al favor que Dios hace a vuestra caridad”[6].

Los monjes recibimos la Escritura de la mano de la Iglesia/Esposa, la leemos con sus ojos y su corazón y la interpretamos en su fe, según la analogía de la fe; “…la Escritura precisa de la interpretación, y precisa de la comunidad en la que se ha formado y en la que es vivida. En ella tiene su unidad y en ella se despliega el sentido que aúna el todo. Dicho todavía de otro modo: existen dimensiones del significado de la Palabra y de las palabras, que se desvelan sólo en la comunión vivida de esta Palabra que crea la historia” (Benedicto XVI, Discurso en el Collège des Bernardins).
El monasterio es una comunidad de lectio, se ingresa y se permanece en la comunidad porque en su interior el Señor habla y la comunidad escucha.. Discernimiento-confrontación: La comunidad que lee, es leída.
Si nos alimentamos (masticamos y digerimos) abundantemente de la Palabra, eructamos la Palabra apenas abrimos la boca, por eso comencemos con el diálogo.

Pedro Edmundo Gómez, osb


[1] Fuentes y Estudios: Homiliae in Hiezechihelem Prophetam, ed. M. Adriaen, CChr 142, Turnhout 1971; In Cantica Canticorum, ed. P. Verbraken, CChr 144, Turnhout 1963; Moralia in Iob, ed. M. Adriaen, CChr 143, 143 A –B, Turnhout 1979-1985. (Tr. it. Commento morale a Giobbe, I-IV, Roma 1994-2001. Tr. sp. ed. J. Rico, 1-2, Madrid 1998. 2004); Dialogues, edd. A. de Vogüé – P. Antin, ed. lat.-fr., SC 251, 260, 265, Paris 1978-1980. (Ed. lat.-it., Opere di Gregorio Magno, Roma 2001); XL Homiliarum in Evangelia libri duo, ed. H. A. Hurter – G. Cremascoli, ed. lat.-it., in Opere di Gregorio Magno, Roma 1994. (Tr. Ing. Forty Gospel Homilies, ed. D. Hurst, Kalamazoo 1990); Regula Pastoralis, ed. lat.-fr., edd. B. Judic – F. Rommel, SC 381-382, Paris 1992. Tr. it. Città Nuova, Roma 1990. Tr. sp. edd. A. Holgado – J. Rico, Ciudad Nueva, Madrid 2001. Estudios: C. Dagens, Saint Grégoire le Grand. Culture et expérience chrétiennes, Paris 1977 ; R. Gillet, Grégoire le Grand, in DSp VI, 872-910 ; R. Godding, Bibliografia di Gregorio Magno (1890-1989), in Opere di Gregorio Magno. Complementi / 1, Roma 1990; O. M. Porcel, La doctrina monástica de san Gregorio Magno y la ‘Regula Monasteriorum’, Madrid 1950, Washington, 1951; C. Ricci, Mysterium Dispensationis. Tracce di una teologia della storia in Gregorio Magno, Studia Anselmiana 135, Roma 2002; A. Simón, «Il metodo teologico di Gregorio Magno. Il processo plurisemantico della analogia metaesegetica», in L’eredità spirituale di Gregorio Magno tra Occidente e Oriente, a cura di G. I. Gargano, Verona 2005, 153-180. www.mondodomani.org/reportata. Benedictina 53 (2006) 341-363. Trad. sp. Revista Española de Teología 65 (2005) 5-29.
[2] Homilías sobre Ezequiel I, 1, 15, BAC, Madrid, 1978, pp. 246-247.
[3] Cf. G. I. Gargano, “La metodologia esegetica dei Padri”, en Metodologia dell’Antico Testamento, EDB, Bologna, 1997, pp. 197-221; La Lectio Divina, Introducción a la “Lectio Divina”, San Pablo, Santafe de Bogota, 1995.
[4] Mor. in Iob II, I, 1. Libros Morales/1, Ciudad Nueva, Madrid, 1998, p. 128.
[5] Homilías sobre Ezequiel I, 7, 9-10, pp. 300-301.
[6] Homilías sobre Ezequiel II, 2, 1, p. 406.

[I] Adaptación de la conferencia a la comunidad monástica, 25 de febrero de 2012.

lunes, 10 de agosto de 2015

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO: HOMILÍA Y TEXTO PATRÍSTICO

Homilía del Padre Marcelo Maciel, osb.

                                   +La Palabra de Dios.
                                   +Dios en su Palabra.
                                   +Hoy-Aquí.
                                   +Nosotros.

Si tenemos en cuenta estos cuatro puntos recién dichos vemos que se relacionan, y esto mismo, es asombro que nos sobreeleva en nuestro modo de pensar, predisponiéndonos en el de actuar no de cualquier manera.
Si es que vamos viendo la relación existente entre estos puntos de:
La Palabra de Dios, Dios en su Palabra, Hoy-Aquí, Nosotros , se nos presenta un algo que, como se encuentra presente en nuestro modo de ser generalmente no nos damos cuenta, y por ende, no contamos con esto; es la fe, es el creer. Al terminar de ver, o tal vez mejor sería decir de atisbar, esta relación entre los puntos, cabe lugar el asombro.
Asombro por algo poseído - el creer- que da el poder moverse, atravesar las distintas situaciones, comprenderlas desde otro ángulo más completo en su fin.
Y el sustrato desde el cual brota ese creer es la misma fe.
Es por esto que estamos acá. Ya sé que no he dicho nada nuevo, y que es evidente que es así. Pero es necesario afirmarlo, decirlo expresamente, nuestra misma forma de ser lo pide, y es algo tan natural como aquellos que estando de novios se digan mutuamente que se quieren: ya lo saben, no expresan nada nuevo, pero, de manera simple, hacen vida actualizando lo que ya viven. Así también nosotros hoy aquí.
Veíamos el creer como movimiento de la fe, y de esta manera nos queda como la impresión que Dios nos regala la fe, y luego, durante el camino cada uno se tiene que arreglar como pueda. Pero si recordamos la Escritura volverá a nuestro corazón que Dios es ‘origen, medio y fin’: no estamos entonces tan solos como pensábamos, también se nos asiste en el camino de diversas maneras.
Hoy en particular san Pablo nos decía: ‘No entristezcan al Espíritu Santo de Dios... , eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad’. Lo de evitar todo lo recién dicho, es mucho más que una cuestión de modales o algo moral, no digo que no lo sea sino que lo que se apunta aquí es algo mucho mayor. Ética y moral por supuesto que se encuentran aquí, como así también el sustrato de conducir una vida sana –ya sabemos que la amargura, los arrebatos y demás cuestiones nos avejentan y producen quebraduras en nuestra psiquis-; lo que aquí se señala es que todo eso va opacando, entristeciendo esa Vida que se da entre nuestro espíritu y el Espíritu Santo que dice ‘Padre’. Vamos algo así como escuchando más los gritos que pronunciamos que aquella voz que nos llama a estar en ese profundo centro; y al venir a ser sordos a tan buen Huésped, entristeciéndolo nos entristecemos.
La propuesta de san Pablo es esa Vida en Espíritu, que obtiene su profundidad en ese ser mutuamente buenos, compasivos y en el perdón en Cristo. Y nuevamente, bueno, compasivo, perdón mutuo, es mucho más que la cuestión ética y moral, llena todo este espacio y lo sobrepasa ya que el ser bueno o compasivo es el modo participativo de Aquel que lo es en sí y no por otro: forma de ser de Dios. El perdonar unos a los otros como Dios nos ha perdonado en Cristo, es acción del Espíritu en su inmenso amor de redención que se hace Palabra que vivifica diciendo ‘te perdono’.
Esta Vida de este modo es la que se hace partícipe –por gracia- de aquella ofrenda y sacrificio agradable a Dios.

Vida en el Espíritu que nos introduce más y más en la Vida en Cristo. Vida en Cristo a la que nos llama el Padre, por eso es que podemos ‘venir’ a Cristo, creer, comer. De aquí que sepamos ya, como aquel que vive en la verdad, que ‘el que coma el pan viviente vivirá’.



                                      
Texto patrístico:

Después de estar saciados, dad gracias de esta manera:
Nosotros te damos gracias, Padre Santo,
Por tu Santo Nombre
Que has hecho habitar en nuestros corazones,
Y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
Que Tú nos has revelado por Jesús tu Servidor.
        ¡Gloria a Ti por los siglos!
Eres Tú, Señor todopoderoso,
Quien has creado el universo por causa de tu Nombre
Y quien has dado a los hombres el alimento y la bebida en gozo a fin que ellos te den gracias.
Pero a nosotros, tú nos has dado la gracia de un alimento y de una bebida espirituales y la vida eterna por Jesús, tu servidor.
Por todo, nosotros te damos gracias, porque tú eres poderoso.
        ¡Gloria a Ti por los siglos!
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y perfeccionarla en el amor.
Reúnela desde los cuatro vientos, esta Iglesia santificada, en tu reino que tú le has preparado.
¡Pues es a ti que pertenece el poder y la gloria por los siglos!
¡Que tu gracia venga y que este mundo pase!
¡Hosanna al Dios de David!
¡Si alguien es santo que venga!
¡Si alguien no lo es, que haga penitencia!
¡Maranatha! ¡Amén!

        [La doctrine des Douze Apôtres, Didachè, 10,1-6, 
Paris, Cerf, Sources Chrétiennes 248, 1978, p. 179-183]

domingo, 2 de agosto de 2015

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL DOMINGO XVIII DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Ex. 16,2-4.12-15; Ef 4,17.20-24; Jn 6,2435

“Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos”  Confesión terrible la de los israelitas; preferían la comida en esclavitud en Egipto a la libertad. En nuestra patria estamos en plena campaña electoral y nuestro pueblo está expuesto a las mismas tentaciones que los israelitas a la salida de Egipto: vender la libertad de decisión, vender el derecho de elegir libremente por un mísero bolsón. Culpable el que compra el bolsón al precio de su libertad; pero más culpable el que vende el bolsón al precio de su propia dignidad y de la dignidad del necesitado… Alguien en nuestra provincia puso un calificativo irrepetible a estos distribuidores de bolsones… Pero la tentación de vender la libertad no es solo para tiempos electorales… De muchas maneras nos ofrecen comprarnos la libertad y generalmente a precios muy viles… El ejemplo contrario es el de los mártires de nuestros días, como monseñor Romero en el Salvador y los que hoy mueren, que ofrecen su sangre su vida para salvar su libertad y la del pueblo, libertad que nos regaló Cristo.
Pero volvamos al texto del Éxodo. El Dios rico en misericordia y siempre fiel responde a la ingratitud del pueblo con un plus de generosidad y les da el maná, figura y anticipo del maná del evangelio de Juan, Jesús verdadero pan del cielo.
El domingo pasado escuchamos el relato de la multiplicación de los panes y hoy tenemos el comienzo del largo discurso sobre el pan de vida.
Jesús había multiplicado los panes y la gente que no entendió el signo quiso hacerlo rey así se aseguraba el alimento cotidiano sin preocupaciones y sin trabajo, el pan milagroso. Signo en el evangelio de Juan, Juan narra varios milagros como los Sinópticos, pero a diferencia de estos no los llama milagros sino signos. Porque el  hecho material tiene un significado profundo espiritual. Así cuando devuelve la vista a un ciego Jesús afirma:  ”Yo soy la luz del mundo”; cuando resucita a Lázaro “ yo soy la resurrección y la vida”
Jesús ahora les recrimina: “Ustedes me buscan porque les di pan…” Era el pan material; pero era signo del verdadero pan bajado del cielo. Comieron el pan material y volvieron a tener hambre- Como en el caso de la samaritana “el que beba de esta agua volverá a tener ser, pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá más sed”
Pero Jesús no se queda en el reto, les indica el camino de la superación: “Trabajen por el pan que lleva a la vida eterna”- ¿Qué obras tenemos que hacer?- La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que Él ha enviado. Ellos pretendían realizar su salvación mediante sus obras y Jesús les enseña que la salvación se concretiza creyendo y confiando en él que es el enviado del Padre. 
El signo del maná. Algunos creían que el Mesías iba a volver a mandar el maná del cielo. Pero Jesús les dice que el  verdadero maná, el pan de Dios es el que desciende del cielo y da la vida al mundo “Señor danos siempre de ese pan” La samaritana “Señor dame de esa agua” Ambos entendían la cosa materialmente, no captaban el signo.

Un posible examen de conciencia a raíz de la Liturgia de la Palabra de hoy: Nosotros y la Eucaristía, nosotros y nuestros hermanos.