lunes, 29 de mayo de 2017

INICIO DEL NOVICIADO DEL HNO. GABRIEL (FOTOS Y ALOCUCIÓN DEL ABAD BENTIO)

El Ritual propone la lectura del inicio del Prólogo de la RB. San Benito se presenta como Maestro que te ofrece “preceptos”, orientaciones de vida. Se presenta al mismo tiempo como Padre piadoso, que te da buenos consejos y te pide que lo escuches con corazón abierto y sincero. Inmediatamente te pide obediencia y te hace una promesa: “Así volverás por el trabajo de la obediencia a Aquel del que te habías alejado por la desidia de la desobediencia”. Hay una partida desde una situación mala, hay un camino y hay una llegada. La situación mala “alejado de Dios”, el camino “la obediencia” y la llegada “al Padre por Cristo Señor y verdadero Rey”
Dos aspectos de la obediencia; el primero negativo: “renunciar a las propias voluntades” a nuestros antojos y caprichos; también a nuestros legítimos proyectos cuando Dios nos los cambia por los suyos, como a  San José…
El segundo aspecto el positivo: hacer la voluntad del Padre, como Jesús: “mi alimento es hacer la voluntad del Padre. Jesús vivió y murió en tensión hacia la voluntad del Padre, “que se haga tu voluntad y no la mía”
El texto bíblico es un texto que señalaste como importante en tu vida y que te interpela.
Jesús habla dos veces de mandamientos, una vez de su mandamiento y de su equivalente “lo que yo les mando”. Un error grave sería confundirlos con “leyes”. Como dijo alguna vez Joaquín Jeremías “no se trata de Ley sino de Evangelio, buena noticia”. “Este es mi mandamiento: ámense unos a otros como yo los he amado”. Como el Padre me amó también yo los he amado a ustedes” Una concatenación de amor: El Padre ama al Hijo, el Hijo nos ama a nosotros y nosotros amamos a nuestros hermanos. Jesús nos amó en la misma medida con que fue amado por el Padre; amor infinito; amor que concretizó al dar su vida por nosotros. Fruto de ese amor es la alegría; “les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes”.
Fruto de ese amor es la dimensión contemplativa del monje: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor, yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” Conocimiento no sólo intelectual sino conocimiento-comunión esto es la contemplación.
Todo esto no es iniciativa del discípulo sino de Jesús. “No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes” Esto te tiene que llenar de confianza. Las elecciones de Jesús son eficaces. El es Fiel.


sábado, 27 de mayo de 2017

Lectio divina y contemplación de/con un mural románico catalán de la Santa Cena (La Seu d'Urgell, s. XIII) Segunda Parte

I. Judas, el discípulo traidor-perdido

 

I. 1. Judas, sin manto (Cf. Mateo 22, 11-14), sentado en el piso al otro lado de la mesa (Cf. Apocalipsis 3, 1-6. 14-22).
Lucas 22, 3-6. “Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era uno de los Doce… Judas aceptó y buscaba una ocasión propicia para entregarlo sin que se enterara el pueblo”.
Mateo 27, 3-5:“Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos… Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó”.
Hechos 1, 16-20: “El era uno de los nuestros y había recibido su parte en nuestro ministerio. Pero después de haber comprado un campo con el precio de su crimen, cayó de cabeza, y su cuerpo se abrió, dispersándose sus entrañas” (Cf. Marcos 14, 17-21).
Juan 7, 12: “Mientras estaba con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre –el Nombre que tu me diste- yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura”.

I. 2. Los pies de Judas pisados por el pie de Jesús
Génesis 3, 14-15: “Y el Señor Dios dijo a la serpiente: Por haber hecho esto, maldita seas… El te aplastará la cabeza y tú le acecharas el talón”.
Salmo 18 (17) 39: “los derroté y no pudieron rehacerse, quedaron abatidos bajo mis pies”. (Cf.1 Reyes 5, 17)
Juan 13, 2-5.10-11: “Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo… Ustedes también están limpios aunque no todos. El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: No todos ustedes están limpios” (Cf. Marcos 4, 1-11).
1 Corintios 15, 22-28: “Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies…Ya que Dios todo lo sometió bajo sus pies”. (Cf. Salmo 110 (109), 1; 8, 7).

I. 3. La mano izquierda de Judas tomando el pescado de Jesús
2 Samuel 6, 6-8: “Cuando llegaron a la era de Nacón, Uzá extendió su mano hacia el Arca de Dios y la sostuvo, porque los bueyes habían resbalado. Entonces la ira de Dios se encendió contra Uzá, Y Dios lo hirió allí mismo por ese error. Así él murió junto al Arca de Dios” (Cf. 1 Crónicas 13, 9-11).
Lucas 22, 21: “La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mi… ¡ay de aquel que lo va a entregar!” (Cf. Génesis 3, 4-6).
Mateo 26, 14-16: “y les dijo: ¿Cuánto me darán si se los entrego?... Desde ese momento Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo” (Cf. Lucas 22,21).
Juan 12, 1-8: “Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella”.

I. 4. La boca de Judas come de la mano de Jesús
Salmo 41 (40), 10: “Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba, el que comió mi pan, se puso contra mí” (Cf. Salmo 52 (51), 3-9).
Juan 13, 18-30: “Jesús le respondió: Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato. Y mojando un bocado se lo dio a Judas, el hijo de Simón Iscariote” (Cf. Mateo 26, 20-25).
“En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: Realiza pronto lo que tienes que hacer” (Cf. Juan 18, 1-5).
Lucas 22, 47-49: “Jesús le dijo: Judas ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”. (Cf. Mateo 26, 48-52)

“Littera gesta docet”
(la letra enseña los hechos)
Sentido literal
(textual o histórico)
Carnal. Exterior.

Dice Henry De Lubac:

“Aquí está el punto capital: el sentido espiritual de las Escrituras, es el sentido que, objetivamente, llega a las realidades de la vida espiritual, y que, además, en su conjunto, subjetivamente, no puede darse sino como fruto de una vida espiritual. Allí debe llegar: pues mientras no se haya llegado ahí, todavía no se ha alcanzado una interpretación totalmente cristiana de las Escrituras. El Misterio cristiano, en efecto, no es para contemplar curiosamente como un puro objeto de ciencia, sino que debe interiorizarse y vivirse. Sólo alcanza su plenitud cuando llega al alma. También se puede decir al revés: el sentido espiritual de un misterio es el sentido que se descubre, o más bien, en el que se penetra al vivir ese misterio. Más fundamental todavía: todo el proceso de la inteligencia espiritual es idéntico, en su principio, al proceso de conversión. La Palabra de Dios, palabra viva y eficaz, no tiene su acabamiento real y su plena significación sino por la transformación que obra en aquel que la recibe. Por eso se decía: pasar al sentido espiritual”[1].



[1] Exégése Medieval, III, p. 391-392

domingo, 21 de mayo de 2017

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL SEXTO DOMINGO DE PASCUA 2017

Primera Lectura:
El texto inmediatamente anterior narra cómo después del martirio de Esteban se desencadena una vienta persecución a la naciente iglesia de Jerusalén. Todos, menos los apóstoles, abandonan Jerusalén. Pero no es una huída cobarde sino una partida en misión. “Los dispersos recorrían el país (Galilea y Samaría) anunciando la Buena Noticia” Felipe evangeliza con excito en Samaría y “fue grande la alegría en aquella ciudad”
A nosotros nos cuesta descubrir en las aparentes desgracias y fracasos el principio de una nueva fecundidad; a nosotros nos cuesta no perder el ánimo en las dificultades o persecuciones y vencer, como los primeros cristianos, la tentación de abandonarlo todo y escondernos; a nosotros nos cuesta en las contradicciones una llamada a una nueva misión.
Los apóstoles, desde Jerusalén, se enteran de la conversión de los samaritanos y envían a Pedro y Juan para alentar a la nueva comunidad naciente. Estos al llegar comienzan con la oración pidiendo que el Espíritu Santo la fecundice.
Segunda Lectura:
 San Pedro, o un discípulo suyo, exhorta a los cristianos a dar razón de su esperanza a quien se la pida. Este pedido puede ser hecho de buena fe o como un desafío; puede ser hecho explícitamente o implícitamente por tantos que buscan a Dios sin saberlo, pero con sincero corazón.
Evidentemente la razón honda y firme  de la esperanza cristiana es la resurrección de Cristo, garantía de nuestra propia resurrección; es el kerigma cristiano. ¡Cristo resucitó! Lo podemos proclamar con palabras, pero sobre todo lo tenemos que proclamar con nuestra vida. A los paganos les llamaba la atención la esperanza de los cristianos manifestada en su alegría y su valiente actitud ante la persecución y el martirio. Nosotros con nuestra alegría tenemos que dar razón de nuestra esperanza. Pero no se trata de una alegría alienada, que no capta la realidad, muchas veces amenazante y adversa. No se trata de una alegría porque todo nos va bien; se trata de la alegría de Cristo que aceptó la crucifixión y  venció a la muerte. San Pablo les dice a los Tesalonicenses:          “No lloren como los que no tienen esperanza” ( 1ª 4.13) Los cristianos damos razón  de  nuestra esperanza porque sufrimos y lloramos de una manera distinta de cómo sufren y lloran los que no tienen fe.
Evangelio:
El texto de hoy es continuación del que se proclamó el domingo pasado. Allí Jesús les decía a sus discípulos: “Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar; volveré otra vez para llevarlos conmigo a fin de que donde yo esté estén también ustedes” (14,3). Es decir, Jesús se va y después de un tiempo vuelve a buscar a sus discípulos, esto es: hay un tiempo en que Jesús estará ausente.
En el evangelio de hoy Jesús les dice: “Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes” (14,20). Esto es: hay una presencia fuerte y constante de Jesús. Estamos ante el misterio de la ausencia y presencia de Jesús.
La ausencia no es un misterio; es una realidad: Jesús ascendió al cielo y está sentado a la derecha del Padre; físicamente no está con nosotros. Lo recordaremos en la fiesta de la Ascensión, el domingo que viene. Pero es interesante que en el Ciclo A el evangelio de esta fiesta es de San Mateo y el evangelista no habla de la Ascensión, ni de la ausencia sino de la misión que Jesús les da a sus discípulos: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” (28,18) y omitiendo referencia a la ausencia subraya la presencia: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (28,20). Mateo no explica en este pasaje el modo de la presencia.
“Yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí y yo en ustedes” No dice “con el Padre, ni conmigo ni con ustedes” sino “en el Padre, en mí, en ustedes”. Es mucho más que una simple presencia.
El Espíritu Santo, lazo de amor entre el Padre y el Hijo, es el que concretizará esta presencia de Jesús: “Yo rogaré al Padre y Él les dará otro

Paráclito para que esté siempre con ustedes”.

sábado, 13 de mayo de 2017

Lectio divina y contemplación de/con un mural románico catalán de la Santa Cena (La Seu d'Urgell, s. XIII) Primera parte

Pedro Edmundo Gómez, osb.

En la Catedral de Santa María de Urgel, provincia de Mérida, más precisamente en la capilla dedicada a santa Catalina de Alejandría había una serie de murales, que durante el barroco se cubrieron con un retablo dedicado a santa Lucía y santa Magdalena. En las reformas realizadas en el siglo pasado se retiró el retablo redescubriéndolos. Cobijaban todo el ábside, presididos en la parte superior por un Pantocrátor, otro dedicado a la vida de la santa en ambos lados de la ventana del muro, y en el inferior se encontraba la Santa Cena[3].
Los investigadores los han datado entre 1242 y 1255 y sostienen que su dedicación a santa Catalina representa simbólicamente las luchas entre el obispo de Urgel Ponç de Vilamur y los Castellbó y el condado de Foix que defendían la herejía cátara[4]. Santa Catalina disputó con los filósofos paganos a los que convirtió al cristianismo, por lo que había sido tomada como ejemplo por los dominicos en su lucha por la conversión de los cátaros. La representación de la Santa Cena símbolo de la Eucaristía muestra la relación con el catarismo que negaba este dogma cristiano[5].
El arte que tiene un fin en sí mismo, ser contemplado para el placer del espíritu, puede convertirse en “instrumento” al servicio de la fe, para instruir la inteligencia y corregir errores (didascalia)[6], para hacer memoria presencializante de los misterios (anamnesis) y para suscitar el deseo de la santidad[7], y así se eleva en dignidad al aceptar servir a un fin más alto, prestando un “auténtico servicio a la fe”. Por eso, seremos acompañados en esta “experiencia” de Lectio Divina y contemplación por un fragmento del mural de la Santa Cena, que es mucho más que una obra de arte que sólo busca la belleza, es “una imagen de lo invisible” que nos permite una visión anticipada de la belleza inexpresable de Dios, pero su belleza no depende de la fe sino del artista[8].

La paleta pictórica del pintor está basada en los colores tierra disueltos tanto a la cal como al temple, reforzados con pinceladas de rojo intenso obtenido del cinabrio que ayuda a modelar los pliegues de los vestidos de muchos personajes. La representación de la Santa Cena es un claro exponente de transición entre dos estilos: por un lado se ven algunas características del primer gótico lineal, especialmente en las líneas que definen el contorno de los cuerpos y en el aumento del dinamismo de las figuras y, por la otra, todavía conserva características propias de la tradición tardorománica, sobre todo con las derivadas de la renovación del arte del 1200 como los tipos faciales diversificados, las luces y las sombras en los rostros o las pequeñas transparencias en los vestidos”[9].

 

Primero, lo observaremos detenidamente (escena, personajes, vestidos, posiciones, posturas, gestos, objetos… “errores”), veremos que se organiza a lo largo de una mesa rectangular con los apóstoles detrás, excepto Judas, que está representado delante y con el rostro de perfil, y está centrada en la figura de Cristo bendiciendo y ofreciendo el pan a Judas, y el apóstol Juan, al lado derecho de Jesús, que duerme plácidamente con los ojos cerrados apoyado encima la mesa; luego leeremos dos textos que están por detrás: Juan 13 y 21, y lo meditaremos con algunas citas bíblicas siguiendo un esquema: 1. Judas, el discípulo traidor-perdido. 2. Pablo, el discípulo convertido-apóstol. 3. Pedro, el discípulo pescador-pastor. 4. Juan, el discípulo amado-teólogo. 5. Jesús: el Señor y Maestro, que describe un movimiento en espiral que va de los pies de Judas a la cabeza de Juan, siguiendo los sentidos de la Sagrada Escritura.
Dice Santo Tomás de Aquino:

“Hay que decir: El autor de la Sagrada  Escritura es Dios. Y Dios puede no sólo adecuar la palabra a su significado, cosa que, por lo demás, puede hacer el hombre, sino también adecuar el mismo contenido. Así, de la misma forma que en todas las ciencias los términos expresan algo, lo propio de la ciencia sagrada es que el contenido de lo expresado por los términos a su vez significa algo. Así, pues, el primer significado de un término corresponde al primer sentido citado, el histórico o literal. Y el contenido de lo expresado por un término, a su vez, significa algo. Este último significado corresponde al sentido espiritual, que supone el literal y en él se fundamenta. Este sentido espiritual se divide en tres. Como dice el Apóstol  en la carta a los Hb 7,19, la Antigua Ley es figura de la Nueva; y esta misma Nueva Ley es figura de la futura gloria, como dice Dionisio en Ecclesiastica Hierarchia. También en la Nueva Ley todo lo que ha tenido lugar en la cabeza es signo de lo que nosotros debemos hacer. Así, pues, lo que en la Antigua Ley figura la Nueva, corresponde al sentido alegórico; lo que ha tenido lugar en Cristo o que va referido a Cristo, y que es signo de lo que nosotros debemos hacer, corresponde al sentido moral; lo que es figura de la eterna gloria, corresponde al sentido anagógico. El sentido que se propone el autor es el literal. Como quiera que el autor de la Sagrada Escritura es Dios, el cual tiene exacto conocimiento de todo al mismo tiempo,  no  hay  inconveniente  en  que  el sentido  literal  de  un  texto  de  la Escritura tenga varios sentidos…”[10].

“Este tema –escribió André Louf, ocso.- de los sentidos de la Escritura que se multiplican y se dilatan según la vida espiritual del lector y en correlación con ella, y que en última instancia se convierten en el soporte mismo de las experiencias místicas más elevadas, ha sido profundizado espléndidamente por Juan Casiano, cuya herencia será recogida por Gregorio Magno”[11].





[1] Adaptación de: “Lectio Divina: Un mural románico de la Santa Cena”, en Adoremus III, 6 (2013), pp.10-15.
[2] Abadía “Cristo Rey”, El Siambón, Tucumán, Argentina.
[3] Fueron arrancados por medio del método italiano del «strappo» y vendidos: la Disputa y el arresto de santa Catalina al Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Martirio de santa Catalina a la fundación Abegg Stiftung de Suiza y la Santa Cena se encuentra en el Museo Episcopal de Vich.
[4] Difundidos por el Mediodía de Francia, en la región de Albi (albigenses) y por la Italia septentrional (patarinos), los cátaros (del griego = puros, perfectos) constituyeron una de las más peligrosa herejías, no sólo dentro de la Iglesia sino también dentro de la sociedad civil. Fruto de una mezcla sobre un fondo decididamente maniqueo, de herejías pasadas: el docetismo y el gnosticismo, y de religiones orientales.
[5] Su culto comprendía una comida ritual, en la que un perfecto bendecía y partía el pan que, luego, se dividía entre los presentes.
[6] Cfr., SAN JUAN DAMASCENO, Demostrativa de sacris et venerandis imaginibus 10: PG 95, 325.
[7] Cfr., SAN JUAN DAMASCENO, De imaginibus oratio I, 21: PG 94, 1252.
[8] Cfr., E. GILSON., Introduction aux arts du beau, Vrin, París, 1963.
[9] http://www.museuepiscopalvic.com/es/colleccions/romanico/pintura-mural-con-la-santa-cena-mev-9031
[10] ST; I, q. 1. a. 10.
[11] A. LOUF, Iniciación a la vida espiritual, El camino hacia el hombre interior, Sígueme, Salamanca 2011, p. 30.

sábado, 6 de mayo de 2017

La antropología bíblica en la Regla de san Benito VI (último)


A través de la historia y hoy

La historia del monaquismo occidental fiel al estudio y a la práctica de la Biblia y de la RB, no es más que una larga ilustración de estas tendencias antropológicas y teológicas. A través de los siglos, y hasta hoy, el monaquismo benedictino en su conjunto por una parte, los monasterios tomados en particular por otra, y así mismo cada monje por su cuenta, reproduce sea como sea y mediando las inevitables excepciones del modelo del “hombre de Dios” que fue San Benito según San Gregorio Magno: un hombre que comprometió simultáneamente en su búsqueda los tres niveles de su dinamismo que son: la escucha, el corazón y la práctica.
La variedad de formas que ha revestido la empresa monástica según los tiempos y lugares no ha alterado jamás en principio el equilibrio fundamental. Dios por la acción de Cristo y del Espíritu, no ha cesado de atraer a él y de unificar, sobre los tres planos en los que se desarrollan, las fuerzas vivas de cada monje, de cada comunidad y del monaquismo entero. Estas fuerzas, centradas en Dios y alimentadas por el oficio divino, en la vida de humildad y de caridad,- y por medio del representante de Cristo- en la obediencia, han podido asumir, en el plano del trabajo, modalidades distintas. Que la orden de Cluny, por ejemplo, hubo dilatado el tiempo de la oración y de la lectio, y que, por reacción, la Orden de Citeaux hubo restaurado la dignidad del trabajo manual, es secundario. Tanto la una como la otra, y todas las congregaciones de las épocas moderna y contemporánea, reclaman con buen derecho del soplo esencial que animó a su fundador.
Dios, en relación personal con el hombre, hiere de corriente el corazón del monje. En lugar de cumplir con investigaciones intelectuales de tipo teórico, los monjes de todos los tiempos han cuidado del espíritu recibido. La historia no recuenta casi ningún benedictino sobresaliendo entre los teólogos de escuela, pero muy numerosos son en los claustros los maestros de espiritualidad. Así mismo los doctores de la Iglesia tales como San Gregorio Magno, Beda el Venerable, San Anselmo, San Bernardo brillan más por sus intuiciones espirituales que por sus aportes doctrinales. Cuando los monjes se consagran a los estudios sistemáticos, su gusto por Dios los aparta de los ensayos filosóficos, dogmáticos, morales y los conduce hacia los trabajos de exegesis bíblica o de la liturgia donde ellos persiguen con el corazón y el espíritu su escucha de la palabra de Dios. Las investigaciones científicas y literarias los atraen poco y, cuando se ocupan de historia es de la mano de Dios de la cual subrayan la intervención en sus escritos hagiográficos, sus crónicas medievales, sus ensayos de historia eclesiástica o monástica: La historia profana no es abordada por la Congregación de San Mauro más que en la prolongación de la historia de la Iglesia. Dios es presentado en el corazón del monje, y es él quien lo busca a través de sus esfuerzos de reflexión.
Pasa lo mismo cuando, saliendo del dominio del corazón, el monje toma la palabra. Las homilías, las conferencias espirituales, las cartas de edificación surgen abundantes de los medios monásticos. Se siente que la experiencia íntima del corazón inspira palabras y escritos. Cuando así mismo los monjes misioneros de la edad media se dedican a la predicación ambulante, sus biografías insisten sobre sus retornos periódicos al monasterio donde retoman el oficio divino, la oración contemplativa, la vida fraterna.
El sentido de Dios resplandece también en las actividades manuales de los monjes sobretodo en las realizaciones artísticas. La arquitectura, la escultura, la pintura, la iluminación, la música, la orfebrería, practicadas en los monasterios, respiran a Dios. ¿No es el canto gregoriano una expresión resplandeciente?
El corazón, la lengua, las manos de los monjes son dejadas deliberadamente polarizar por Dios. La unidad que es el fruto de este paso –unidad interior y unidad en Dios de cada uno y de todos- se traduce en la paz que reina en los monasterios: paz nacida de Dios, impregnada de humildad y de caridad. Así no se encuentra a través de los siglos, en los rangos de los discípulos de San Benito, más que muy pocos monjes burlones inclinados a la polémica.
El espíritu monástico se caracteriza por estos trazos: sentido recibido de Dios, unidad, paz. El combate al cual la RB invita a los monjes no pretende conducir más que a un preludio del reino de los cielos; y el combate se libra, no entre el cuerpo y el alma, sino entre la búsqueda de la unidad en Dios y la tendencia al esparcimiento en los valores terrestres de las tres fuerzas vivas que están en el hombre. La antropología bíblica, dominada por su unión a Dios, conduce a la meta la carrera monástica.
El monje no puede hacer nada mejor hoy sino ser fiel a una tradición tan rica. Debe enfrentar las demandas del tiempo, reconsiderar por ejemplo las condiciones del silencio, de la obediencia, de la lectura o del trabajo, de la inserción en la Iglesia misionera del Vaticano II, dejándose guiar en esta revisión por los principios que han inspirado sin cesar la vida benedictina.

Bernardo de Gerardon, osb.
Monasterio Saint-Remacle
Wavreumont
4970- Stavelot (Belgica)