lunes, 19 de enero de 2015

11 DE ENERO - FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR - CONCLUSIÓN ENCUENTRO INFANCIA SEMBRADORA







HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Queridos niños y jóvenes de la Infancia Sembradora. ¡Qué linda fiesta litúrgica para concluir el Encuentro de la Infancia Sembradora: la fiesta del Bautismo del Señor!
Vamos a ver cómo los textos bíblicos que acabamos de escuchar iluminan sus vidas y su misión de sembradores.
Empecemos por el evangelio, la narración que nos hace San Marcos del Bautismo de Jesús. Empieza por la confesión de Juan el Bautista. Él es el Precursor, no es el Mesías. Desatar las cuerdas de las sandalias era tarea de esclavos, de servidores. Su bautismo era simplemente un signo, símbolo de arrepentimiento y conversión. Jesús quiso recibir ese bautismo no por sus pecados, que no tenía, sino porque cargó con los nuestros. No era todavía el bautismo-sacramento, el que recibimos nosotros, no era el bautismo “en el Espíritu Santo”. Pero la revelación del cielo nos hace entender el “enganche”, la relación con nuestro bautismo. Se abre el cielo, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma y se oye la voz del Padre que le dice: Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.
Queridos niños, sobre ustedes también, el día de su bautismo, descendió el Espíritu Santo y el Padre Dios les dijo: “Sos mi hijo, te quiero mucho”.
El hijo tiene derecho de esperar de sus padres el alimento. La madre le da el pecho a su bebé, papá y mamá alimentan al hijo hasta que sea grande. “Vengan todos a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también. Coman gratis su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche”. Si están convencidos de que son hijos del Papito Dios tienen que esperar con confianza el alimento que Él les va a dar; no sólo el alimento para su cuerpo sino especialmente el alimento para su alma: la Palabra de Dios y los sacramentos.
Para sembrar el sembrador necesita dos cosas: salud y la semilla. La salud, la fuerza se la da el Papito Dios en la oración y los sacramentos y la semilla es la Palabra de Dios que ustedes escuchan o leen en la Sagrada Escritura.
El profeta Isaías al final de la primera lectura nos decía que así como la semilla necesita del agua, de la lluvia, para nacer y crecer, así también la semilla que ustedes van a sembrar necesita que Dios la haga fecunda. ¿Qué quiere decir esto? Que ustedes, Infancia Sembradora, van a sembrar, pero que no van a estar solos. Dios está con ustedes y él les va a dar luz y fuerza para sembrar y Él va a hacer que la siembra sea fecunda.
El mundo, la Iglesia, necesitan un cambio, con  los niños y los jóvenes comienza ese cambio. Las personas mayores, sus padres, la familia son responsables de prepararlos para ese cambio; pero ese cambio no se hará sin ustedes. Ustedes son ya sembradores, aunque todavía sean chiquitos. Seguramente, en estos días del Encuentro, han hablado de esto. Jesús en el evangelio nos invita a pedirle al Papito Dios lo que necesitamos; pídanle
hoy que los acompañe en la siembra, que puedan ver un cambio en sus familias, en su barrio. Pídanle al Papito Dios, hoy en la fiesta del Bautismo de Jesús, que les vuelva a decir lo que les dijo el día de su bautismo: “Sos mi hijo, te quiero mucho”.  

martes, 13 de enero de 2015

LA COMUNIDAD EN LA PROFESIÓN SIMPLE DE LA HNA. MARCELA DEL ROSARIO EN EL MONASTERIO MADRE DE LA UNIDAD (Santiago del Estero,Sábado 10 de enero de 2015)






HOMILÍA DEL ABAD BENITO

LECTURAS: 1 Jn 4,10-5,4  Lc 4,14-22

Querida Hna. Marcela los textos bíblicos que acabamos de proclamar iluminan muy bien lo que estás viviendo: el origen de tu vocación monástica y la misión que esta implica.
¿Dónde nació y dónde creció tu vocación monástica?
1° “Nosotros amamos porque Dios nos amó primero”, nos primerió, le gusta decir al Papa Francisco. Pero ese amor que Dios te tuvo y te tiene es fuente y sostén del amor de otras personas que te amaron y te aman. En primer lugar tus padres, que fueron los transmisores de tu primera vocación, la vocación a la vida; por su amor fuiste engendrada y con tu amor te hicieron crecer no sólo en estatura sino también en sabiduría y gracia (Lc 2,52).
Salteando otras mediaciones, que sin duda conoces muy bien, yo te subrayo dos.
La primera: tus hermanas de este Monasterio de Madre de la Unidad. Las comunidades son como el seno materno donde nace y crece toda vida. No existe la comunidad perfecta, cada una tiene cualidades y defectos. Esta comunidad que te recibió y engendró a la vida monástica, además de grandes virtudes tiene una riqueza impagable: dolores, sufrimientos, momentos en que parecía que todo terminaba, pero el Señor bendijo e hizo fecundo tanto dolor.
La segunda: la Congregación de la Santa Cruz del Cono Sur. Tu enfermedad Suscitó en ella la gracia de compartir como hermanos. Crecimos todos en el compromiso fraterno.
2° Tu misión. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”. El Señor te ha ungido en tu bautismo, en tu confirmación y hoy te “unge”, “te consagra” con la profesión monástica.
En primer lugar tenés que estar convencida de que antes de enviarte,  antes de darte la misión, el Señor hizo su obra en ti. No sos vos la que toma la iniciativa. El Señor te envía porque te dio su “Espíritu” que te guiará y fortalecerá. “El me envió a llevar la Buena Noticia” Misión de buenas noticias, misión de esperanza y por eso misionera alegre. Llevar alegría a los pobres; pobres de bienes materiales, pero son pobres también los que carecen de horizontes. Tenés que preguntarte todos los días ¿Quién carece de alegría? En primer lugar tenés que traer alegría a tu comunidad monástica. Las tentaciones de tristeza son muchas: es una comunidad chiquita, con mucho trabajo, sin nuevas vocaciones, con dificultades para una buena formación… Tú desafío es encontrar motivos de alegría para vos y para tus hermanas .Las razones para esperar son muchas, pero hay que descubrirlas…
“Él me envió a anunciar la liberación a los cautivos”. La vida monástica es vida de libertad; libera de la esclavitud del pecado y de tantas cadenas que el mundo nos ofrece. La vida monástica te hará libre y constructora de liberación.
“A anunciar la vista a los ciegos”. La vida monástica te sumerge en el misterio de Dios, desde el cual todo se hace luminoso; luz para vos y luz para tus hermanos, luz para todo el que encuentres en tu camino.
“Y para proclamar un año de gracia del Señor”. Profeta de buenas noticias, profeta de la “gracia” de la benevolencia de Dios porque la has experimentado y la vives…


lunes, 5 de enero de 2015

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR 2015


Epifanía del Señor, ésta es nuestra celebración en la que somos puestos a la Luz.
En esta celebración se nos presentan a la vez tres misterios.
Vamos cantando la adoración de los Magos al Señor, su Bautismo en el Jordán y el milagro de las bodas de Caná.
Y este canto va precedido de la palabra HOY.
Una parte del sermón 6º sobre la Epifanía de san León Magno dice así. “”estos hechos se perpetúan en su contenido místico y lo que había empezado en figura, se acaba en verdad…Sin duda, ese día pertenece al pasado, pero no hasta el punto de que la eficacia del misterio, del que vio la revelación, haya caducado por completo, no hasta el punto de que no haya llegado de ello hasta nosotros más que el recuerdo que conserva la fe y venera la memoria. El don de Dios se renueva y nuestro tiempo realiza la experiencia de las maravillas de las que el pasado tuvo las primicias”.
En todas las celebraciones se nos abren los misterios, o mejor dicho el único misterio de Cristo: su actualización pascual por nosotros.
Nuestra celebración nos abre un camino en la profundización de esa pascua a  través de este HOY, de esto que nos refería san León Magno del “don de Dios que se renueva y nuestro tiempo realiza la experiencia de las maravillas de las que el pasado tuvo las primicias”.
Entre esto y nuestro modo de actuar existe una tensión vital que está a nuestra disposición el tratar de desenvolverla, el tratar de ponerla en la realidad, para conformar así el Reino de Dios.
Así, todo cristiano se encuentra con que es un rey-mago de hoy día, en busca de la luz y guiado por ella en su fe, arrastrando tras de sí a las naciones.
¿Qué nos aporta el Bautismo en el Jordán, siendo que nosotros mismos hemos sido bautizados con el Espíritu Santo? ¿Qué don de Dios se nos regala con el misterio de las Bodas de Caná, ya que nosotros no tomamos un agua cambiada en vino, sino vino transformado en Su Sangre?
En ese diálogo íntimo, “en lo secreto; con tu Padre que ve en lo secreto”[1] se nos dirá; sin palabras, lentamente, por medio de la Palabra, en una profunda atención a la centellita del fondo del alma.
Allí tenemos que permanecer, como Moisés que queriendo ver a Dios fue puesto en la hendidura de la peña[2]; allí “hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en nuestros corazones”[3].

P. Marcelo Maciel, osb

[1] Mt. 6,6
[2] Ex. 33,18-34,13
[3] 2 Pe. 1,19

jueves, 1 de enero de 2015

HOSPEDERÍA MONÁSTICA: CONDICIONES, LA RECEPCIÓN DE LOS HUESPEDES

Condiciones para la reserva en nuestra hospedería:
a)     Serán días de retiro y oración en soledad y silencio, compartiendo la Eucaristía, momentos de oración, el almuerzo y la cena con la comunidad. Con la posibilidad de una charla personal con alguno de los monjes.
b)    La reserva puede realizarse por Te. 0381-4925000 o correo: monasteriocristorey@uolsinectis.com.ar. Deberá fijar la fecha de llegada y de partida. El hospedero le informará si esos días están disponibles.
c)     Llegar por la mañana antes de las 12,00 hs. y por la tarde entre las 15,00 y las 20,00 hs. para no alterar el ritmo de vida de la comunidad.
d)    Si viaja en Colectivo, la empresa es El Simoqueño, en las primeras ventanillas y entre las plataformas 11 y 13 de la Terminal de Ómnibus.
e)     Llenar la ficha de ingreso y entregar al hospedero lo más pronto posible.
f)      Las habitaciones son individuales con baño privado. La cocina para el desayuno y la merienda se comparte con los otros huéspedes.
g)     En cada cuarto encontrará una Biblia, material sobre la Lectio Divina y la Regla de San Benito.
h)    Traer sábanas y toallas.
i)       Sobre el monto y la forma de colaborar consultar con el Hno. Hospedero al realizar la reserva.

REGLA DE SAN BENITO, CAPÍTULO LIII
LA RECEPCIÓN DE LOS HUÉSPEDES
1 Recíbanse a todos los huéspedes que llegan como a Cristo, pues Él mismo ha de decir: "Huésped fui y me recibieron" (Mt 25,35). 2 A todos dése el honor que corresponde, pero sobre todo a los hermanos en la fe y a los peregrinos.
3 Cuando se anuncie un huésped, el superior o los hermanos salgan a su encuentro con la más solícita caridad. 4 Oren primero juntos y dense luego la paz. 5 No den este beso de paz antes de la oración, sino después de ella, a causa de las ilusiones diabólicas.
6 Muestren la mayor humildad al saludar a todos los huéspedes que llegan o se van, 7 inclinando la cabeza o postrando todo el cuerpo en tierra, adorando en ellos a Cristo, que es a quien se recibe.
8 Lleven a orar a los huéspedes que reciben, y luego el superior, o quien éste mandare, siéntese con ellos. 9 Léanle al huésped la Ley divina para que se edifique, y trátenlo luego con toda cortesía.
10 En atención al huésped, el superior no ayunará (a no ser que sea un día de ayuno importante que no pueda quebrantarse), 11 pero los hermanos continúen ayunando como de costumbre. 12 El abad vierta el agua para lavar las manos de los huéspedes, 13 y tanto el abad como toda la comunidad laven los pies a los huéspedes. 14 Después de lavarlos, digan este verso: "Hemos recibido, Señor, tu misericordia en medio de tu templo" (Sal 47,10).
15 Al recibir a pobres y peregrinos se tendrá el máximo de cuidado y solicitud, porque en ellos se recibe especialmente a Cristo, pues cuando se recibe a ricos, el mismo temor que inspiran, induce a respetarlos.
16 Debe haber una cocina aparte para el abad y los huéspedes, para que éstos, que nunca faltan en el monasterio, no incomoden a los hermanos, si llegan a horas imprevistas.
17 Dos hermanos que cumplan bien su oficio, encárguense de esta cocina durante un año. 18 Si es necesario, se les proporcionará ayudantes para que sirvan sin murmuración; por el contrario, cuando estén menos ocupados, vayan a trabajar a donde se los mande. 19 Y no sólo con éstos, sino con todos los que trabajan en oficios del monasterio, téngase esta consideración 20 de concederles ayuda cuando lo necesiten, pero luego, cuando estén desocupados, obedezcan lo que les manden.
21 Un hermano, cuya alma esté poseída del temor de Dios, se encargará de la hospedería, 22 en la cual habrá un número suficiente de camas preparadas. Y la casa de Dios sea sabiamente administrada por varones sabios.
23 No trate con los huéspedes ni converse con ellos quien no estuviere encargado de hacerlo. 24 Pero si alguno los encuentra o los ve, salúdelos humildemente, como dijimos, pida la bendición y pase de largo, diciendo que no le es lícito hablar con un huésped.