miércoles, 26 de febrero de 2020

CUARESMA : LA VERDADERA VIDA DEL CRISTIANO


El monje crucificado. Icono de la vida monástica[1]

A la entrada del refectorio en los monasterios ortodoxos, puede verse a veces la chocante imagen de un monje crucificado. El monje anónimo reposa silenciosamente en la cruz, mientras es asaltado por demonios terroríficos y figuras de esqueletos a su alrededor. Tan chocante como la imagen misma es la inscripción que la acompaña: “La verdadera vida de un monje”.


El monacato es una antigua práctica cristiana que se desarrolló en los siglos III y IV, en torno al tiempo en que el cristianismo fue legalizado en el Imperio Romano y las persecuciones prácticamente cesaron. Esto ha sido dado a veces como una razón del surgimiento del monacato: el deseo de cristianos celosos de huir del mundo en que la vida cristiana repentinamente se había vuelto cómoda, “más fácil” e incluso algo de moda. Sin embargo, todos los grandes santos del monacato, en sus escritos, dan como fuente de su motivación para entrar en un monasterio: el Evangelio.

Un ejemplo perfecto de esto está en la vida de S. Antonio el Grande. En la Iglesia de su ciudad, Antonio escuchó la proclamación del Evangelio como leída directamente para él: “Si quieres ser perfecto, ve, vende….y sígueme”. Así Antonio fue inspirado a vivir una vida que se convirtió en la fundación del monacato, poniendo desde entonces la motivación básica para monjes y monjas.
Con semejante motivación básica escriturística para el monacato, este modo de vida se vuelve mucho más interesante para todo cristiano.


La imagen del monje crucificado es didáctica: un icono para contemplar, no para venerar. El tema del icono no es un santo con nombre, sino la figura genérica y anónima de un monje –o de una monja, en un monasterio femenino. En su forma plena, la imagen se ve como en la ilustración de arriba, tomada de un fresco atónita. Inicialmente desconcertante, la imagen está repleta de inscripciones que explican lo que está sucediendo, y el único obstáculo para la comprensión es la incapacidad de leer la lengua de esas inscripciones.
La mejor explicación del icono que puedo dar es la reproducción de un extracto del “Manual del pintor” de Dionisio de Furna, un texto griego para iconógrafos, del s. XVIII:

“Dibuja un monje crucificado en una cruz, vestido con túnica y tocado de monje, descalzo y con los pies clavados en el apoyapiés de la cruz; sus ojos y su boca están cerrados. Sobre su cabeza, esta inscripción: ‘Pon un guardia, oh Señor, ante mi boca; cierra la puerta de mis labios’.
En sus manos sostiene velas encendidas, y junto a las velas esta la inscripción: ‘Que vuestra luz brille ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que [está en el cielo]’.
Sobre el pecho, una placa como un cojín, que dice: ‘Crea en mi un corazón puro, Oh Dios, y renuévame por dentro con espíritu firme’.
Sobre su estómago otro pergamino, como un título, con estas palabras: ‘No te dejes extraviar, oh monje, por un vientre lleno’.
Más abajo en su cuerpo, otro pergamino que dice: ‘Mortifica tus miembros que están sobre la tierra’.
Más abajo aún, debajo de sus rodillas, otro pergamino que dice: ‘Prepara tus pies en el camino del Evangelio de la paz’.
Arriba, en el brazo superior de la cruz, otro pergamino, con un título clavado, con esta inscripción: ‘No permitas Dios que me gloríe, sino es en la cruz de mi Señor’. En los tres brazos de la cruz haz sellos. En el de la derecha escribe esto: ‘El que persevere hasta el fin se salvará’. En el de la izquierda escribe esto: ‘El que no renuncia a todo no puede ser discípulo de Cristo’. En el sello sobre el apoyapiés de la cruz: ‘Estrecho y angosto es el camino que lleva a la vida’.
A la derecha de la cruz pinta una oscura caverna con un dragón enroscado en ella, y escribe: ‘El infierno que todo lo devora’. Sobre la boca del dragón un joven con los ojos vendados con un paño, sostiene un arco y dispara hacia el monje. Sobre su arco, un pergamino que dice: ‘Hacedor de lujuria’. Escribe sobre él esta inscripción: ‘El amor de la prostitución’. Sobre la cueva pon muchas serpientes y escribe: ‘Las preocupaciones’. Cerca del Hades pon un demonio arrastrándolo de la cruz con una soga y diciendo: ‘La carne es débil y no puede resistir’. A la derecha del apoyapiés pon una lanza y una bandera y escribe en ella: ‘Todo lo puedo en Cristo que me da fuerzas’.
A la izquierda de la cruz haz una torre con una puerta por la que sale un hombre montado en un caballo blanco, que lleva un sombrero de piel y vestidos tejidos de oro y ribeteados de piel. En su mano derecha lleva una copa llena de vino y en su izquierda una lanza que dice: ‘Deléitate en los placeres del mundo’. Se los muestra al monje. Escribe esta inscripción sobre él: ‘El mundo de la vanagloria’. Sobre él pon una tumba sobre la cual sale la Muerte, sosteniendo una gran guadaña sobre su hombro y un reloj de arena en su mano, mirando al monje. Sobre él la inscripción: ‘La muerte y la tumba’.
Bajo las manos del monje a cada lado pon dos ángeles que sostienen pergaminos. Escribe en el pergamino de la derecha: ‘El Señor me envió para ayudarte’. Y en el de la izquierda. ‘Haz el bien y no temas’.
Sobre la cruz representa el cielo con Cristo en él, con los Evangelios sobre su pecho abierto en las palabras: ‘El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga’. En su derecha lleva una corona real y en su izquierda una corona [de flores]. Sobre él a ambos lados hay dos ángeles mirando al monje y mostrándoselo a Cristo, y sosteniendo entre ellos un largo pergamino con estas palabras: ‘Lucha de modo que recibas la corona de la rectitud y el Señor te dará una corona de piedras preciosas’.
Entonces escribe este título: La vida del verdadero monje”.

Algunas versiones de este ícono estarán simplificadas, o mostrarán demonios rodeando al monje crucificado y disparado flechas.


Las flechas y lanzas dirigidas contra el monje se identificarán por medio de inscripciones con varias “pasiones” (vanagloria, lujuria, gula, etc.)
La imagen [fue] pintada para que la contemplaran monjes y consecuentemente es pertinente en un monasterio. 

La “verdadera vida de un monje” no es, necesariamente, la verdadera vida cristiana para todos nosotros. Si no somos monjes o monjas, no deberíamos hacer como si lo fuéramos. No obstante, en la medida en que la vida monástica se basa en el Evangelio e instruye a todos los cristianos acerca de cómo vivir la vida cristiana, el icono del monje crucificado puede ser útil. Así como los laicos cristianos leen literatura monástica, como “La escala de paraíso”, se retiran por un tiempo en monasterios, o de otras maneras sacan provecho de la experiencia monástica, también pueden beneficiarse de este icono. En especial durante la Cuaresma, cuando la vida de todos los cristianos se hace un poco más ascética, podemos ver la imagen de “La verdadera vida de un monje” como la imagen de “la verdadera vida de un cristiano”.




[1] The Crucified Monk | Icon of the Monastic Life (https://iconreader.wordpress.com/2012/02/24/the-crucified-monk-icon-of-the-monastic-life/)

miércoles, 19 de febrero de 2020


Mediadora del Mediador



San Bernardo de Claraval: Sermón en el Domingo dentro de la octava de la Asunción de la Virgen María, Sobre las doce prerrogativas de la bienaventurada Virgen María, según las palabras del Apocalipsis: «un portento grande apareció en el cielo: una mujer estaba cubierta con el sol y la luna a sus pies y en su cabeza tenía una corona de doce estrellas»



“2. Así, pues, ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre todas las mujeres (Lc 1,28), pues se ve claramente el papel que desempeña en la obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de este Mediador y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María. ¡Mediadora demasiado cruel fue Eva (Gn 3,6), por quien la serpiente antigua infundió en el varón mismo el pestífero veneno! ¡Pero fiel es María, que propinó el antídoto de la salud a los varones y a las mujeres! Aquélla fue instrumento de la seducción, ésta de la propiciación; aquélla sugirió la prevaricación, ésta introdujo la redención. ¿Qué recela llegar a María la fragilidad humana? Nada hay en ella austero, nada terrible; todo es suave, ofreciendo a todos leche y lana. Revuelve con cuidado toda la serie de la evangélica historia, y si acaso algo de dureza o de reprensión desabrida, si aún la señal de alguna indignación, aunque leve, se encuentre en María, tenla en adelante por sospechosa y recela el llegarte a ella. Pero si más bien (como es así en la verdad) encuentras las cosas que pertenecen a ella llenas de piedad y de misericordia, llenas de mansedumbre y de gracia, da las gracias a aquel Señor que con una benignísima misericordia proveyó para ti tal mediadora que nada puede haber en ella que infunda temor. Ella se hizo toda para todos (1 Cor 9,22); a los sabios y a los ignorantes, con una copiosísima caridad (Rm 1,14), se hizo deudora. A todos abre el seno de la misericordia, para que todos reciban de su plenitud (Jn 1,16): redención el cautivo, curación el enfermo, consuelo el afligido, el pecador perdón, el justo gracia, el ángel alegría; en fin, toda la Trinidad gloria, y la misma persona del Hijo recibe de ella la substancia de la carne humana, a fin de que no haya quien se esconda de su calor (Sal 18,7)”.

miércoles, 12 de febrero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (V)

 SUBSTRATO TEOLÓGICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (II)



Misión de María en relación al Salvador

“La doctrina mariana de san Bernardo no admite divisiones internas ni que se la desgaje del misterio cristiano en su conjunto. María esta entretejida en la urdimbre de la historia de salvación. La reflexión sobre el dato revelado y la experiencia cristiana implican, implícita o explícitamente, un matiz y un sabor marianos” (Bernardo Olivera, p. 31).

“…en lugar de insistir en los privilegios personales de la Virgen, considera su papel en la obra de la salvación. Al igual que la Escritura, los Padres y la Liturgia. Bernardo presenta el misterio de la maternidad divina en el cuadro de la Encarnación, de sus preparativos y sus frutos” (Jean Leclercq, San Bernardo, monje y profeta, BAC, Madrid, 1990, p. 97).




 Homilía III:


10. Entonces el ángel, mirando a la Virgen y advirtiendo facilísimamente que revolvía en su corazón pensamientos varios, la consuela en sus temores, la ilustra y fortalece en sus dudas, y llamándola familiarmente por su propio nombre, blanda y benignamente la persuade que no tema: No temas, dice, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios (Lc 1,30). Nada hay aquí de dolo, nada de engaño, no sospeches fraude, no receles alguna asechanza: no soy hombre, soy espíritu y ángel de Dios, no de Satanás.

[El santo Nombre del Redentor] No temas, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios. ¡Oh, sí supieras cuánto agrada a Dios tu humildad y cuánta es tu privanza con El ¡ No te juzgarías indigna de que te saludase y obsequiase un ángel! ¿Por qué has de pensar que te, es indebida la gracia de los ángeles, cuando has hallado gracia en los ojos de Dios? Hallaste lo que buscabas (Cf. Mt 7,7), hallaste lo que antes de ti ninguno pudo hallar, hallaste gracia en los ojos de Dios. ¿Qué gracia? La paz de Dios y de los hombres, la destrucción de la muerte, la reparación de la vida. Esta es la gracia que hallaste en los ojos de Dios. Y ésta es la señal que te dan (Cf. Lc 2,12) para que te persuadas que has hallado todo esto: Sabe que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús (Lc 1,31). Entiende, Virgen prudente, por el nombre del hijo que te prometen, cuán grande y qué especial gracia has hallado en los ojos de Dios. Y le llamarás Jesús. La razón y significado de este nombre se halla en otro evangelista, interpretándole el ángel así: Porque El salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21).



[El anonadamiento y su paradoja] 13. Pero ¿por qué dice que será, y no dice más bien que es grande el que, siempre igualmente grande, no tiene adonde crecer, ni después de su concepción ha de ser mayor que sea o haya sido antes? ¿Acaso se dice que será, porque El mismo, que era Dios grande, ha de ser grande hombre? Bien se dice, pues: Este será grande. Grande hombre, grande doctor, grande profeta. De Él se dice en el Evangelio: Un profeta grande ha parecido en medio de nosotros (Lc 7,16); y por otro profeta menor que él es prometido igualmente como un profeta grande que había de venir: Mira, dice, que vendrá un profeta grande y él mismo renovará a Jerusalén (Ant. Ecce Veniet de Adviento).

Y tú, a la verdad, ¡oh Virgen!, darás a luz un párvulo, criarás un párvulo, darás de mamar a un párvulo; pero al verle párvulo, contémplale grande. Será grande, porque el Señor le engrandecerá delante de los reyes, de modo que todos los reyes le adorarán, todas las gentes, le servirán (Cf. Sal 71, 1). Engrandezca, pues, tu alma también al Señor (Cf. Lc 1,46), porque será grande y será llamado hijo del Altísimo. Grande será y liará cosas grandes el que es poderoso y su nombre santo (Cf. Lc 1,49). ¿Qué nombre más santo que llamarse hijo del Altísimo? Sea también engrandecido por nosotros, que somos párvulos, el Señor grande, que, por hacernos grandes, se hizo párvulo. Un párvulo, dice el profeta, nació para nosotros y un párvulo nos han dado (Is 9,6). Para nosotros, repito, no para sí; pues, nacido de su Eterno Padre más noblemente antes de los tiempos, no necesitaba nacer de una Madre en el tiempo. No para los ángeles tampoco, que poseyéndole grande no le solicitaban párvulo. Para nosotros, pues, nació, a nosotros nos le han dado, porque para nosotros era necesario.

 

Ejercicio: Continuar con la lectio divina.

miércoles, 5 de febrero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (IV)

  SUBSTRATO TEOLÓGICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (I) 

Cristología “escolar”: las dos filiaciones de Cristo

“El amor de san Bernardo a María está enraizado en su amor a Jesús. Ambos amores están íntimamente unidos, son inseparables como inseparable es el misterio de Dios. La espiritualidad mariana de Bernardo de Claraval es eminentemente cristocéntrica. Missus est es un tratado sobre la maternidad divina de la Virgen María” (Bernardo Olivera, p. 47.)



Homilía III:

4. Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo (Lc 1,28). No dijo el ángel: el Señor está en ti, sino: el Señor es contigo; porque, aunque Dios está igualmente en todas partes por su simplicísima substancia, con todo eso, está de diferente modo en las criaturas racionales que en las demás; y en aquellas mismas todavía de otra suerte en los buenos que en los malos, por su eficacia. De tal modo sin duda está en las criaturas irracionales, que no puede caber en ellas; en las racionales puede caber por el conocimiento, pero sólo halla cabida en los buenos por el amor. Así, sólo en los buenos está de tal manera, que también está con ellos por la concordia de la voluntad; porque, cuando sujetan de tal modo sus voluntades a la justicia, que no es indecente a Dios querer lo que ellos quieren, por lo mismo que no se apartan de su voluntad, se juntan a sí mismos con especialidad a Dios. Mas, aunque de esta suerte está en todos los santos, particularmente está con María, con la cual tuvo tanta concordia, que juntó a sí mismo no sólo su voluntad, sino su misma carne también; y de su substancia y de la de la Virgen hizo un solo Cristo o, diciendo mejor, se hizo un solo Cristo; el cual, aunque ni todo de la substancia de Dios ni todo de la substancia de la Virgen, sin embargo, todo es de Dios y todo de la Virgen; no siendo por eso dos hijos, sino sólo un hijo de uno y de otro. Dice, pues: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. No solamente el Señor Hijo es contigo, al cual distes tu carne, sino también el Señor Espíritu Santo, de quien concibes; y el Señor Padre, que engendró al que tú concibes. El Padre, repito, es contigo, que hace a su Hijo tuyo también. El Hijo es contigo, quien, para obrar en ti este admirable misterio, se reserva a sí con un modo maravilloso el arcano de la generación y a ti te guarda el sello virginal. El Espíritu Santo es contigo, pues con el Padre y con el Hijo santifica tu seno. El Señor, pues, es contigo.

8. Abre, Virgen, el seno, dilata el regazo, prepara tus castas entrañas, pues va a hacer en ti cosas grandes el que es todopoderoso, en tanto grado, que en vez de la maldición de Israel te llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1,48). No tengas por sospechosa, Virgen prudentísima, la fecundidad; porque no disminuirá tu integridad. Concebirás (Lc 1,31), pero sin pecado; estarás embarazada, pero no cargada; darás a luz, pero no con tristeza (Gn 3,6); no conocerás varón (Lc 1,34) y engendrarás un hijo. ¿Qué hijo! De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la caridad paterna será la corona de tu castidad; la sabiduría del corazón del Padre será el fruto de tu virgíneo seno; a Dios, en fin, darás a luz y concebirás de Dios. Ten, pues, ánimo, Virgen fecunda, madre intacta, porque no serás maldecida jamás en Israel ni contada entre las estériles. Y si con todo eso el Israel carnal te maldice (Cf. 1 Cor 10,18), no porque te mire estéril, sino porque sienta que seas fecunda; acuérdate que Cristo también sufrió la maldición; el mismo que a ti, que eres su madre, bendijo en los cielos; pero aun en la tierra igualmente eres bendecida por el ángel, y por todas las generaciones de la tierra eres llamada, con razón, bienaventurada (Lc 1,48). Bendita, pues, eres tú entre las mujeres (Lc 1,28) y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús (Lc 1,42).

Homilía IV:

[La ciencia del Espíritu y lo que sabía María] 4. Dice, pues: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. ¿Qué quiere decir y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra? El que lo pueda entender, lo entienda (Mt 19,12). Porque ¿quién, exceptuada acaso la que sola mereció experimentar en sí esto felicísimamente, podrá percibir con el entendimiento, discernir con la razón, de qué modo aquel esplendor inaccesible del Verbo eterno se infundió en las virginales entrañas, y para que pudiese sostener que el inaccesible se acercase a ella, de la porcioncita del mismo cuerpo, a la cual estando animada se unió El mismo, hizo sombra a la demás masa? Y quizá por esto principalmente se dijo: Te cubrirá con su sombra, porque sin duda la cosa era un misterio, y lo que la Trinidad sola por sí misma, en sola y con sola la Virgen quiso obrar, sólo se concedió saberlo (Mt 13, 11) a quien sólo se concedió experimentarlo. Dígase, pues: El Espíritu Santo vendrá sobre ti; el cual, con su poder, te hará fecunda: Y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; esto es, aquel modo con que del Espíritu Santo concebirás, de tal suerte Cristo, virtud de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,24), haciendo sombra, lo encubrirá y ocultará en su secretísimo consejo, que sólo será conocido de Él y de ti. Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿Qué me preguntas a mí lo que experimentarás en ti luego? Lo sabrás, lo sabrás, y felicísimamente lo sabrás, siendo tu doctor el mismo que es el autor. Yo he sido enviado a anunciar la concepción virginal, no a criarla. Ni puede ser enseñada sino por quien la da, ni puede ser aprendida sino por quien la recibe. Y por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Que es decir: porque has de concebir, no del hombre, sino del Espíritu Santo, y has de concebir al que es virtud del Altísimo; por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35); esto es, no sólo el que viniendo del seno del Padre (Jn 1, 18) a tu seno te cubrirá con su sombra, sino también lo que de tu substancia unirá a sí, desde aquel punto ya se llamará Hijo de Dios; así como el que es engendrado por el Padre antes de todos los siglos se reputará desde ahora Hijo tuyo. Más de tal suerte lo que nació del mismo Padre (1 Jn 5,4) será tuyo y lo que nacerá de ti será suyo, que con todo eso no serán dos hijos, sino uno solo. Y aunque ciertamente una cosa sea de ti y otra cosa sea de Él, sin embargo, ya no será de cada uno el suyo, sino que un solo Hijo será de ambos.


Ejercicio: Elegir para la lectio divina un texto “mariano” del Evangelio.