sábado, 27 de agosto de 2016

San Benito: la moral y la política III° parte

“Otro de los milagros indica cómo asume Benito su responsabilidad socio-política. Un godo llamado Zalla oprime a muchos campesinos en los alrededores del monasterio. Cuando, en una oportunidad, atormenta casi hasta la muerte a un campesino para que le entregue por fin su patrimonio, el campesino no puede ayudarse sino con la excusa de que ha entregado sus bienes a Benito. Zalla le encadena y lo lleva a empujones hasta Benito. El godo se pone a gritar a Benito pero éste no pierde su tranquilidad. Mira las cadenas del campesino, y éstas caen por tierra. El hecho conmueve al cruel godo, que cae a los pies de Benito y le pide que ore por él. Benito le da un pan consagrado en la esperanza de que abandone su furia cruel. El godo deja en libertad al campesino y modifica a partir de entonces su injusto comportamiento. Benito no esboza un programa político pero, en su inequívoca claridad, repercute en forma transformadora en la situación social y política. A su manera, se hace cargo de su responsabilidad por el mundo. Y, por lo visto, la situación social y política de la población en torno al monasterio mejora en forma decisiva gracias a su intervención” (Anselm Grün, Benito de Nursia, Espiritualidad enraizada en la tierra, Herder, Barcelona, 2003, pp.29-30)

“Benito, en ese momento, está sentado a la entrada del monasterio, leyendo… Benito no se deja intimidar, ni siquiera por gente cruel. Debido a su paz interior, es más fuerte que aquellos que se enorgullecen ante él y se las dan de poderosos. Benito, por encima de las apariencias, percibe al hombre débil que se ve en la necesidad de pasar por fuerte porque su debilidad y baja autoestima le dan miedo. Sostiene con calma la mirada del otro, y su mirada obra en el primero la liberación de sus ataduras y en el otro la conversión. Aquí, Benito ayuda a alguien que vive en una situación de injusticia, acosado por quien ha usurpado el poder para sí, sin ningún derecho. En este caso la actuación de Benito tiene dimensiones sociales y políticas. Su monasterio está situado en medio del mundo, a pesar de que, primero, hay que subir una montaña para llegar hasta él. Benito toma en cuenta la situación política. Ya lo ha hecho en el encuentro con el rey Totila. Desde el encuentro con Benito, Totila gobierna de manera diferente. Se muestra menos cruel. El godo Zalla ya no se atreve a exigirle a este campesino nada sin una justificación. Frente a los explotadores y tiranos, Benito toma una posición clara. Pero no pierde la esperanza en ninguno. Los amonesta, y ora por ellos. Espera algo bueno de ellos. No piensa que ya no hay nada que hacer. A Zalla le da pan bendito. Confía en que el bien que le hace le cambie el corazón y le motive a actuar de manera diferente. El éxito le da la razón… Las ataduras del oprimido caen” (Anselm Grün, Hacia la plenitud, El camino de san Benito, Abad, Monte Casino-ECUAM, Zamora, 1997, pp. 71-72).

sábado, 20 de agosto de 2016

San Benito: la moral y la política II parte.

SAN GREGORIO MAGNO, DIÁLOGOS II. 
CAPÍTULO XXXI: DE UN LABRIEGO MANIATADO, QUE DESATÓ CON SÓLO SU MIRADA.
Un godo por nombre Zalla, afiliado a la herejía arriana, en tiempos del rey Totila, se encendió en odio
y bárbara crueldad contra los varones piadosos de la Iglesia Católica, hasta el punto de que si algún
clérigo o monje topaba con él no escapaba con vida de sus manos. Un día, abrasado por el ardor de
su avaricia y ávido de rapiña, le dio por afligir con crueles tormentos a cierto labriego, y a torturarle
con varios suplicios. El rústico, vencido por tales tormentos, declaró que había confiado todos sus
bienes al siervo de Dios Benito, para que creyéndole su verdugo, diera entre tanto tregua a su
crueldad y pudiera ganar unas horas de vida.
Cesó entonces Zalla de atormentar al labriego, pero le ató los brazos con gruesas cuerdas y comenzó
a empujarle delante de su caballo para que le mostrara quién era el tal Benito, que había recibido en
depósito todos sus bienes. El labriego, que iba delante con los brazos atados, le condujo al
monasterio del santo varón, a quien encontró sentado junto a la puerta, solo y leyendo. El labriego
dijo al cruel Zalla, que iba detrás de él: "He aquí al abad Benito, de quien antes te hablé". Zalla fijó en
él su mirada llena de ira y ferocidad, y creyendo que podía usar con él los procedimientos terroristas
que acostumbraba, empezó a gritar fuertemente, diciéndole: "¡Levántate, levántate! ¡Devuelve todo lo
que recibiste de este labriego!". Al oír estas palabras, el hombre de Dios, levantó sus ojos de la
lectura, le miró y fijó también la vista en el labriego que mantenía maniatado. A1 poner los ojos sobre
los brazos del labriego, comenzaron a desatarse de un modo maravilloso y con tanta rapidez las
cuerdas que ataban sus brazos, que no hubiera podido desligarlos tan presto celeridad humana
alguna. Al ver Zalla cuán fácilmente quedaba desatado aquel que había traído maniatado consigo,
aterrado ante la fuerza de tal poder, cayó del caballo y doblando a las plantas de Benito aquella su
cerviz de inflexible crueldad, se encomendó a sus oraciones.
El hombre de Dios no dejó por eso su lectura, pero llamó a los monjes y les mandó que introdujeran a
Zalla en el monasterio y que le obsequiaran con algún alimento bendecido. Cuando volvió a su
presencia, le amonestó a que dejara tanta insana crueldad. Y así, al retirarse aplacado, no se atrevió
a pedir nada a aquel labriego, a quien el hombre de Dios había desatado sin tocarlo, con sóla su
mirada.
Esto es, Pedro, lo que antes te decía: que aquellos que sirven con más familiaridad a Dios
todopoderoso algunas veces suelen obrar cosas admirables con sólo su poder. Pues el que estando
sentado reprimiera la ferocidad de aquel terrible godo, y con sólo su mirada deshiciera las cuerdas y
nudos que ataban los brazos de un inocente, nos indican por 1a misma rapidez con que se hizo el
milagro, que había recibido el poder de hacerlo.
Ahora añadiré también un magnífico milagro, que obtuvo por medio de la oración.

sábado, 13 de agosto de 2016

San Benito: la moral y la política I° parte

“Es siempre peligroso establecer paralelismos demasiado precisos entre un período histórico y otro; y entre los más engañosos de tales paralelismos están aquellos que han sido establecidos entre nuestra propia época en Europa y Norteamérica y la época en la cual el Imperio Romano declinó adentrándose en la Edad Oscura. No obstante existen ciertos paralelismos. Ocurrió un punto de inflexión crucial en esa historia anterior cuando hombres y mujeres de buena voluntad se apartaron de la tarea de apuntalar el imperium Romano y cesaron de identificar la continuación de la civilidad y de la comunidad moral con la conservación de ese imperium. Lo que ellos se propusieron lograr en lugar de eso –a menudo sin darse cuenta completamente de lo que estaban haciendo– fue la construcción de nuevas formas de comunidad dentro de las cuales la vida moral podía ser sostenida, de modo que tanto la moralidad como la civilidad pudieran sobrevivir en la era adveniente de barbarie y oscuridad. Si mi descripción de nuestra condición moral es correcta, deberíamos también concluir que desde hace algún tiempo también nosotros hemos alcanzado ese punto de inflexión. Lo que importa en esta etapa es la construcción de formas locales de comunidad dentro de las cuales la civilidad y la vida intelectual y moral puedan ser sostenidas a través de la nueva edad oscura que ya está sobre nosotros. Y si la tradición de las virtudes fue capaz de sobrevivir los horrores de la última edad oscura, nosotros no estamos enteramente carentes de fundamentos para la esperanza. Esta vez, sin embargo, los bárbaros no están esperando más allá de las fronteras; ellos ya han estado gobernándonos por bastante tiempo. Y es nuestra falta de conciencia de esto lo que constituye parte de nuestro problema. No estamos esperando a un Godot, sino a otro –indudablemente muy diferente– San Benito.” (Alasdair MacIntyre, After Virtue. A Study in Moral Theory, University of Notre Dame Press; Notre Dame, Indiana, 1984, Second Edition, p. 263).

sábado, 6 de agosto de 2016

HOMILIA DEL ABAD BENITO EN EL DOMINGO 19 C

En cierto sentido podríamos decir que las tres lecturas de este domingo son escatológicas, las tres nos hacen mirar al futuro, a la culminación de la historia de la salvación.
La primera del Libro de la Sabiduría reflexiona poéticamente sobre la liberación de la esclavitud de Egipto: “Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.” Hoy es una invitación para nosotros a reflexionar sobre la Alianza que Dios ha hecho con nosotros, de qué nos ha liberado y cuál es nuestra tierra prometida.
 La segunda lectura, el precioso texto de la Carta a los Hebreos, es una relectura de la historia de los patriarcas que subraya la fe y la esperanza que los animaron a “buscar una patria mejor, nada menos que la celestial”.  Esa búsqueda la hicieron en la oscuridad de la fe. Abraham “partió sin saber  adonde iba”; pero con la seguridad que le daba el saber con quién iba, con el Dios fiel.
En el evangelio tenemos que distinguir dos partes bien diferenciadas. Los tres primeros versículos son la conclusión del discurso sobre el manejo de los bienes materiales que leímos el domingo pasado más una parte que no se leyó. La segunda parte trata de la actitud de vigilancia que nos exige la certeza de la venida del Señor.
Jesús describe la actitud de vigilancia con tres parábolas. La primera presenta a un Señor que fue a una fiesta de bodas, evidente alusión al banquete escatológico, y encargó a sus sirvientes que lo esperan. Tienen que hacerlo con las lámparas encendidas y las vestiduras ceñidas, listos para servirlo cuando regrese y golpee la puerta. La parábola termina con una bienaventuranza, “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada!” Pero un final inesperado: el dueño entra y hace tomar asiento a sus servidores y se pone a servirles la cena. La vigilancia del cristiano tiene como premio el sentarse a la mesa del banquete del final de los tiempos.
La segunda parábola, más cortita, advierte sobre la venida del Señor que no tiene fecha ni hora, “llegará a la hora menos pensada”

La tercera precisa que la espera no es de brazos cruzados. El Señor encomienda distintos tareas, distintos ministerios. A uno en particular lo constituye responsable de los servidores y sirvientes y tiene que velar para que no les falte alimento. Jesús advierte sobre las tentaciones de la autoridad,  el abuso del poder. En vez de distribuirles el trigo maltrata a los súbditos y se dedica, seguramente con lo que les quita, a las festicholas. Lamentablemente conocemos muchos de estos casos que los medios de comunicación a diario nos presentan. Nuestro riesgo es contentarnos con encontrar muchos casos como el de la parábola y tranquilizar nuestra conciencia diciéndonos que no somos  corruptos y que no tenemos bolsones para enterrar. Está bien no ser ingenuos y estar atentos para luchar contra la corrupción y el abuso de poder, pero eso no basta. En un examen de conciencia sincero tenemos que descubrir cuando no pusimos con responsabilidad y generosidad nuestros talentos al servicio de nuestros “consiervos”. La vigilancia del cristiano tiene que ser una vigilancia activa y lúcida. Descubrir cuál es la tarea que el Señor nos encomendó para que la llevemos a cabo hasta su venida. Si la desempeñamos con responsabilidad podremos decir sin miedo y con confianza: ¡Ven Señor Jesús!