miércoles, 29 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (III°Bis)

María: vara de la raíz de Jesé

Is 11, 1: “En aquel día, saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces”.


En alabanza de la Virgen Madre II, 5… El mayor misterio de este grande milagro le explica Isaías diciendo: Saldrá una vara de la raíz de Jesé, y de su raíz subirá una flor, entendiendo en la vara a la Virgen y el parto de la Virgen en la flor.
6. Pero, si te parece que el decir ahora que Cristo se entiende en la flor, contradice a la sentencia que queda explicada más arriba, en que decíamos que no en la flor, sino en el fruto de la flor, se designaba, sabe que en la misma vara de Aarón (la cual no sólo floreció, sino que arrojó hojas y echó fruto) es significado Cristo, no precisamente en la flor o en el fruto, sino también en las hojas mismas, Sabe, igualmente, que fue demostrado por Moisés , no por el fruto de la vara ni por la flor, sino por la misma vara; por aquella vara, sin duda, a cuyo golpe ya se divide el agua para que el pueblo pase, ya brota de la piedra para que beba. No hay, pues, inconveniente alguno en que sea figurado Cristo en diversas cosas por diferentes causas; y que en la vara se entienda su potencia, en la flor su fragancia, en el fruto la dulzura de su sabor, en las hojas también su cuidadosa protección, con que no cesa de amparar bajo la sombra de sus alas a los pequeñuelos que se refugian a él huyendo de los carnales deseos y de los impíos que los persiguen. Buena y amable sombra la que se halla bajo las alas del dulce Jesús, donde hay seguro refugio para los que se retiran allí y refrigerio saludable para, los fatigados. Ten misericordia de mí, Señor Jesús; ten misericordia de mí, porque en ti confía mi alma, y en la sombra de tus alas esperaré hasta que pase la iniquidad. En este texto de Isaías debes entender al Hijo en la flor y a la Madre en la vara; porque la vara floreció sin renuevo, y la Virgen concibió sin obra de varón. Ni dañó al verdor de la vara la salida de la flor, ni al pudor de la Virgen el parto sagrado.

11. Pero mira si no explica clarísimamente también esta novedad de Jeremías el profeta Isaías, el cual igualmente nos expuso las flores nuevas de Aarón, de que hablamos más arriba. Mira, dice, que una virgen concebirá y dará a luz un hijo. Ea, ya tienes la mujer., que es la Virgen. ¿Quieres oír también quién es el varón? Y será llamado, añade, Manuel, esto es, Dios con nosotros. Así, la mujer que circunda al varón es la Virgen, que concibe a Dios. ¿Ves qué bella y concordemente cuadran entre sí los hechos maravillosos de los santos y sus misteriosos dichos? ¿Ves qué estupendo es este solo milagro hecho con la Virgen y en la Virgen, a que precedieron tantos prodigios y que prometieron tantos oráculos? Sin duda era uno solo el espíritu de los profetas y, aunque en diversas maneras, signos y tiempos, y, siendo ellos diversos también, pero no con diverso espíritu, previeron y predijeron una misma cosa. Lo que se mostró a Moisés en la zarza y en el fuego, a Aarón en la vara y en la flor, a Gedeón en el vellocino y el rocío, eso mismo abiertamente predijo Salomón en la mujer fuerte y en su precio; con más expresión lo cantó anticipadamente Jeremías de una mujer y de un varón; clarísimamente lo anunció Isaías de una virgen y de Dios; en fin, eso mismo lo mostró San Gabriel en la Virgen saludándola; porque esta misma es de quien dice el evangelista ahora: fue enviado el ángel Gabriel a una virgen desposada.

En la Octava de la Asunción 8…Esta era, en fin, la que Isaías, más claramente que todos, ya la prometía como vara que había de nacer de la raíz de Jesé, ya, más manifiestamente, corno virgen que había de dar a luz. Con razón se escribe que este prodigio grande había aparecido en el cielo, pues se sabe haber sido prometido tanto antes por el cielo. El Señor dice: El mismo os dará un prodigio. Ved que concebirá una virgen. Grande prodigio dio, a la verdad, porque también es grande el que le dio. ¿En qué vista no reverbera con la mayor vehemencia el brillo resplandeciente de esta prerrogativa? Ya, en haber sido saludada por el ángel tan reverente y obsequiosamente, que podía parecer que la miraba ya ensalzada con el solio real sobre todos los órdenes de los escuadrones celestiales y que casi iba a adora a una mujer el que solía hasta entonces ser adorado gustosamente por los hombres, se nos recomienda el excelentísimo mérito de nuestra Virgen y su gracia singular.

Adviento II, 4: Me parece que con esta expresión queda claro quién es esta vara que brota de la raíz de Jesé y quién es la flor sobre la cual reposa el Espíritu Santo. La Virgen Madre de Dios es la vara; su Hijo, la flor: Flor es el Hijo de la Virgen, flor blanca y sonrosada, elegido entre mil; flor que los ángeles desean contemplar; flor a cuyo perfume reviven los muertos; y, como él mismo testifica, es flor del campo, no de jardín. El campo florece sin intervención humana. Nadie lo siembra, nadie lo cava, nadie lo abona. De la misma manera floreció el seno de la Virgen. Las entrañas de María, sin mancha, íntegras y puras, como prados de eterno verdor, alumbraron esa flor, cuya hermosura no siente la corrupción, ni su gloria se marchita para siempre.
¡Oh Virgen, vara sublime!, en tu ápice enarbolas al santo. Hasta el que está sentado en el trono, hasta el Señor de majestad. Nada extraño, porque las raíces de la humildad se hunden en lo profundo. ¡oh planta auténticamente celeste, más preciosa que cualquier otra, superior a todas en santidad! ¡Árbol de vida, el único capaz de traer el fruto de salvación! Se han descubierto, serpiente astuta, tus artimañas; tus engaños están a la vista de todos. Dos cosas habías achacado al Creador, una doble infamia de mentira y de envidia. En ambos casos has tenido que reconocerte mentirosa, pues desde el comienzo muere aquel a quien dijiste: No moriréis en absoluto; la verdad del Señor dura por siempre. Y ahora contesta, si puedes: ¿qué frutos de árbol podría provocar la envidia en Dios, que ni siquiera negó al hombre esta vara elegida y su fruto sublime? El que no escatimó a su propio Hijo, ¿cómo es posible que con él no nos regale todo?

Sobre el Cantar 45, 9: También expresa que su belleza es digna de toda admiración en las dos naturalezas de Cristo: en una por su amor y en la otra por la gracia. ¡Qué hermoso eres para tus ángeles, Señor Jesús, en tu condición divina, desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados, antes de la aurora, reflejo de la gloria del Padre e impronta de su ser, espejo sin mancilla de la majestad de Dios! ¡Qué hermoso eres, Señor mío, para mí en esta situación nueva de tu belleza! Desde que te rebajaste, despojándote de la irradiación natural de tu luz inagotable, resplandeció más tu bondad, brilló más tu amor, refulgió más intensamente la gracia. ¡Con qué claridad avanza la constelación de Jacob, qué bella es esa flor que brota del tocón de Jesé, qué luz tan agradable nos ha visitado en las tinieblas, nacida de lo alto! ¡Qué espectáculo tan sorprendente es tu concepción del Espíritu aún para los Poderes celestiales, tu nacimiento de una Virgen, la inocencia de tu vida, la profundidad de tu doctrina, la gloria de tus milagros, la revelación de tus misterios! ¡Cómo emerges rutilante del corazón de la tierra después del ocaso, Sol de justicia! ¡Qué hermoso eres, Rey de la gloria, cuando te retiras a los más sublimes cielos vestido de gala! ¿Cómo no han de exclamar todos mis huesos: Señor, ¿quién como tú?

miércoles, 22 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (III°)

SUBSTRATO BÍBLICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (II)



La lectio divina: los cuatro sentidos
y la única orientación de la Sagrada Escritura

“Bernardo encuentra a María allí donde Dios ha querido revelarla: en la Escritura. Toma de ella no sólo el contenido de su doctrina, sino también su forma… La Sagrada Escritura, además del contenido doctrinal, le ofrece a Bernardo una forma de expresión. La cultura bíblica de Bernardo es asombrosa; ella es la fuente de su ‘psicología bíblica’, la cual, a su turno, se manifiesta en un vocabulario, una prosa, una poesía y un estilo bíblicos” (Bernardo Olivera, p. 24. 27).





Homilía I: Donde comenta el envío del ángel

[Santidad de esta revelación. Pedido del Verbo y su inteligencia] 1. ¿Qué fin tendría el evangelista en expresar con tanta distinción los propios nombres de tantas cosas en este lugar? Yo creo que pretendía con esto que oyésemos con negligencia nosotros lo que él con tanta exactitud procuraba referir. Nombra, pues, el nuncio que es enviado, el Señor por quien es enviado, la Virgen a quien es enviado, el esposo también de la Virgen, señalando con sus propios nombres el linaje de ambos, la ciudad y la región. ¿Para qué todo esto? ¿Piensas tú que alguna de estas cosas esté puesta aquí superfluamente? De ninguna manera; porque si no cae una hoja del árbol sin causa, ni cae en la tierra un pájaro sin la voluntad del Padre celestial (Mt 10,29; 6, 26), ¿podría yo juzgar que de la boca del santo evangelista saliese una palabra superflua, especialmente en la sagrada historia del que es Palabra de Dios? No lo pienso así (Lc 17,10): todas están llenas de soberanos misterios y cada una rebosa en celestial dulzura; pero esto es si tienen quien las considere con diligencia y sepa chupar miel de la piedra y aceite del peñasco durísimo (Deut 32,13).

Verdaderamente en aquel día [el de la Anunciación] destilaron dulzura los montes y manó leche y miel de los collados (Ex 3, 8; Joel 3,18), cuando, enviando su rocío desde lo alto de los cielos y haciendo las nubes descender al Justo como una lluvia (Is 45, 8; 35,2), se abrió la tierra alegre y brotó de ella el Salvador; cuando, derramando el Señor su bendición y dando nuestra tierra su fruto (Sal 66 y 84,13), sobre aquel monte que se eleva sobre todos los montes, monte fértil y pingüe (Sal 67,16), salieron a encontrarse mutuamente la misericordia y la verdad (Sal 84,11)y se besaron la paz y la justicia (Sal 41,7).

En aquel tiempo [cuando Lucas escribe] también en que este no pequeño monte entre los demás montes, este bienaventurado evangelista, digo, escribió con estilo dulcísimo el principio de nuestra salud, tan deseado de nosotros, como que, soplando el austro (Job 37,27; Austro es figura del Espíritu Santo) y rayando el sol de justicia (Mal 4,2) más de cerca, se difundieron de él algunos espirituales aromas (Cant 4,16).

Y ojalá que ahora envíe Dios su palabra [Verbo] y nos derrita (Sal 147,18); ojalá que sople su espíritu y se hagan inteligibles para nosotros las palabras evangélicas (Cf. 2 Cor 4,6), se hagan en nuestros corazones más estimables [deseables] que el oro y las piedras más preciosas, se hagan más dulces que la miel y el panal (Sal 18,11).



4. Buen fruto (Mt 7,17-19) es Cristo, que permanece para siempre. ¿Pero dónde está el heno que se secó? ¿Dónde la flor que se cayó? Responda el profeta: Toda carne es heno y toda su gloria como la flor del heno (Is 40,8). Si toda carne es heno, luego aquel pueblo carnal de los judíos se secó como el heno. ¿Por ventura no se secó como el heno cuando el mismo pueblo, vacío de todo jugo del espíritu, se pegó tenazmente a la letra seca? ¿No cayó también la flor cuando aquella gloria que tenían en la ley (Rm 2,23) desapareció para siempre? Si no cayó la flor, ¿en dónde está el reino, en dónde el sacerdocio, en dónde los profetas, en dónde el templo, en dónde aquellas grandezas de que solían gloriarse y decir: ¡Cuántas cosas hemos oído y conocido y nuestros padres nos han contado! (Sal 77,3) Y también: ¡Cuántas cosas mandó a nuestros padres que hiciesen manifiestas a sus hijos! (Sal 77,5)

Y esto se ha dicho para exponer aquellas palabras a Nazaret, ciudad de Galilea.



Homilía II:

“Vellocino de Gedeón”

7. Traigamos de las Escrituras otros testimonios concernientes a la Virgen Madre y a su Hijo Dios. ¿Qué significa el vellocino de Gedeón, que, quitado de la carne, pero sin herida de la carne, es puesto en la era; y ahora la lana, después la misma era, es humedecida con el rocío (Jue 6,37-40), sino aquella carne tomada de la carne de la Virgen, pero sin detrimento de su virginidad? En la cual verdaderamente, destilando los cielos (Sal 67,9), se infundió toda la plenitud de la divinidad (Col 2,9), de modo que de esta plenitud hemos recibido todos (Jn 1,16), no siendo otra cosa, sin ella, que una tierra árida (Sab 19,7; Heb 11,29). Con este hecho de Gedeón parece cuadrar bellamente el dicho del profeta: Descenderá como lluvia sobre el vellocino (Sal 71,6, Vg). Pues por lo que se sigue: Y como las gotas que destilan sobre la tierra (Sal 71,6), se significa lo mismo que por la era, que se halló humedecida con el rocío. Que es decir: aquella lluvia voluntaria que destinó Dios para el pueblo, que es su heredad (Sal 67, 10), primero plácidamente y sin estrépito de alguna operación humana, con aquel sosegadísimo descenso propio de ella, bajó al seno virginal; mas después fue difundida en todas las partes del mundo por la boca de los apóstoles, no ya como la lluvia en el vellocino, sino como las gotas que destilan sobre la tierra (Sal 71, 6), con el estrépito de las palabras y con el sonido de los milagros. Porque se acordaron las nubes [apóstoles y predicadores] que llevaban la lluvia [y de] que, cuando fueron enviadas, se las había mandado: Lo que os digo a vosotros en las tinieblas, decidlo en la luz; y lo que escucháis al oído, predicadlo sobre las cosas (Mt 10, 27). Lo cual cumplieron, pues su sonido se extendió a toda la tierra y llegaron sus palabras hasta las extremidades del mundo (Sal 18,5).





“¿Qué importancia tienen estas citas? Son la esencia del misterio mismo, una expresión poética del misterio de la Encarnación, que hemos de experimentar en nuestro corazón por medio de la fe. Se trata de una manifestación poética del misterio de la revelación, una ‘unción’ de la tierra con la dulzura celestial” (Thomas Merton, p. 136).

 



Ejercicio: Elegir para la lectio divina un texto “mariano” del AT.

(2 Sm 7,1-5.8b-11.16; Is 7, 10-14; 8,10, 1 Cro 15,3-4.15-16; 16, 1-2; Gn 3,9-15.20; Mq 5,1-4; Is 61, 9-11; Za 2,14-17; Prov 8, 22-31).

miércoles, 15 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (II°)

 SUBSTRATO BÍBLICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (I)



“[la historia de la Anunciación] es la declaración literal del misterio conforme a las palabras conocidas y consagradas por el relato evangélico, el punto de partida para la exposición contemplativa, la exposición moral o la meditación personal” (Thomas Merton, p, 134)




LECTIO DIVINA DE LC 1, 26-38.



26 En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

27 a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

28 El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».

29 Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

30 Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido.

31 Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;

32 él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,

33 reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

34 María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?».

35 El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.

36 También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,

37 porque no hay nada imposible para Dios».

38 María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se alejó.


El anuncio del nacimiento de Jesús


1,26-38 Segundo cuadro del primer díptico. Si el esquema literario es semejante, las diferencias resaltan más: protagonista no es el padre, sino la madre (ambos en Jue 13); la objeción no es esterilidad, sino virginidad; fe frente a desconfianza; no es respuesta a una petición, sino pura iniciativa divina; la concepción será obra prodigiosa de Dios y su Espíritu; la "grandeza" del niño será su condición de sucesor de David, rey Mesías, más que profeta (ella será madre del rey heredero, con título de reina, según la tradición del AT) Escenificaciones con ángeles y diálogos, pertenecían a las convenciones literarias de la época.

Coordenadas temporales (Herodes, seis meses) y espaciales (Nazaret, casa), antropológicas (virgen) y culturales (desposada, familia de David).

1,26-27 Gabriel anuncia los sucesos finales (Dn 8,16) Galilea era zona limítrofe, lejos de Jerusalén; Nazaret un pueblo sin importancia (cfr Jn 1,46, 7,52), cerca de la importante ciudad Séforis.

María estaba "prometida", con el vínculo legal de los esponsales, pero sin haber celebrado aun la boda, comienzo de la cohabitación José era descendiente de David, venido a menos, más tarde nos dará Lucas el árbol genealógico (3,23-38, cfr 1 Cr 3,1-24).

1,28-29 El saludo comente griego (khaire) suena con los armónicos de una rica tradición bíblica (p ej Jl 2,21, Sof 3,16) "Favorecida" es uno de esos participios pasivos, casi títulos que conocemos por la literatura profética (Compadecida Os 2,3, Preferida Is 62,4). El Señor está contigo: "Dios con nosotros" ('immanu'el) es el nombre del anunciado en Is 7,14-15 y es expresión propia de momentos importantes (Ex 3,12, Jue 6,12, Jr 1,19). Ahora el anunciado se llamara Jesús (= el Señor salva).

1,32-33 Es el descendiente de David (2 Sm 7), heredero legitimo del trono (Jr 23,5), llevara el titulo mesiánico de Hijo del Altísimo (Dios, según 2 Sm 7,14, Sal 2,7; 89,27-28), y tendrá un reinado perpetuo (Is 9,6; Sal 72,5, 89,37, Miq 4,7).

1,34 La objeción, pieza normal en el género, es única: hace sentido en un contexto de virginidad elegida. Así lo ha leído la tradición Sirve para introducir la respuesta.

1,35-37 En un párrafo breve recibimos por boca del ángel un resumen de Cristología. La maternidad será obra del Espíritu (cfr Jn 3,5), obrara el "poder" de Dios como sombra que fecunda (cfr Sal 91,1; 121,5). Por la acción del Espíritu nacerá consagrado, "santo" por excelencia (4,34, véase el titulo divino Santo de Israel en Is 5,19 24, 37,23, etc ). Y será Hijo de Dios de modo especial (3,21).

La maternidad de Isabel sirve de señal no solicitada de lo anunciado, del poder divino (Job 42,2, Gn 18,14). María no usa un verbo activo en primera persona, "cumpliré" (Ex 19,8), sino un intransitivo "suceda" lo que ha dicho el ángel, es decir, la acción divina y su consecuencia (como en un nuevo Génesis). La tradición ha escuchado el asentimiento de María como pronunciado en nombre de la humanidad.

Ejercicio: Continuar con la lectio personal del texto.

miércoles, 8 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (I°)

SUBSTRATO EXPERIENCIAL/LITÚRGICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA 




Guillermo de Saint-Thierry, Vita Prima Bernardi, Libro I, 2. 4:



“Era la noche de Navidad, y se preparaban, como de costumbre, para las solemnes vigilias. Como se retardaba algún tanto el comienzo del oficio nocturno, sucedió que Bernardo se durmió un poquito, inclinando la cabeza, mientras estaba sentado y esperaba como los demás. Al instante se le mostró al niño el santo nacimiento del Niño Jesús, incrementando su tierna fe e incoando en él los misterios de la divina contemplación. Se le apareció como un esposo saliendo de su alcoba, el más hermoso hijo de los hombres, atrayendo hacia sí los afectos de ningún modo pueriles, del santo niño. Quedó profundamente convencido, y hasta hoy el mismo lo confiesa, de que aquella era la hora del nacimiento del Señor. A los que frecuentaban su auditorio les es fácil advertir con cuánta bendición le previno el Señor en aquella hora, pues hoy parece poseer un sentido más profundo y un lenguaje más rico en lo concerniente a este sacramento (misterio). De ahí que más tarde compusiera un insigne opúsculo, al comienzo de sus obras o tratados, en alabanza de la Madre y del Hijo, y de su santa Natividad, tomando pie del pasaje evangélico donde se lee: Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea…”.





Homilía III:

14. Empleemos ya al que nació para nosotros y fue dado a nosotros en lo que es el fin por que nació y nos fue dado. Usemos del que es nuestro en utilidad nuestra, saquemos del Salvador la salud (Cf. Fil 2,12). He ahí que el párvulo/niño está puesto en medio de nosotros (Cf. Mt 18,2). ¡Oh párvulo deseado de los párvulos! ¡Oh verdaderamente párvulo, pero en la malicia, no en la sabiduría! (Cf. 1 Cor 14,20). Procuremos hacernos como este párvulo (Mt 18,3), aprendamos de El a ser mansos y humildes de corazón (Cf. Mt 11,29); no sea que el grande Dios se haya hecho sin fruto hombre pequeño, no sea que en balde haya muerto (Cf. Gál 2,21), no sea que inútilmente haya sido crucificado por nosotros. Aprendamos su humildad, imitemos su mansedumbre, apreciemos su amor, tomemos parte en sus penas (Cf. 1 Pe 4,13), lavémonos en su sangre (Cf. Ap 1,5; 22,14). Ofrezcámosle a El mismo como víctima por nuestros pecados (1 Jn 2,2), pues para esto nació y nos fue dado a nosotros (Is 9,6). Ofrezcámosle a los ojos de su Padre, ofrezcámosle a los suyos mismos, porque el Padre no perdonó a su propio Hijo (Rm 8,32), sino que por nosotros le entregó; y el mismo Hijo se abatió hasta tal extremo, que tomó la forma de esclavo (Fil 2,7). El mismo entregó su vida a la muerte y fue puesto en el número de los malhechores; y El mismo llevó sobre sí los pecados de muchos y oró por los violadores de la ley para que no pereciesen (Cf. Is 53,12). No pueden perecer aquellos por quienes el Hijo ruega que no perezcan, por quienes el Padre entregó su Hijo a la muerte para que vivan (2 Cor 4,11). Debemos esperar el perdón de ambos igualmente; en los cuales es igual la misericordia en su piedad, igual en la voluntad el poder; una misma substancia en la deidad; en la cual, juntamente con el Espíritu Santo, vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.


“Es de notar cómo la fe del niño Bernardo se abrió a la luz mediante la experiencia del misterio de la Encarnación, dando así lugar a la gracia de la contemplación. Es un hecho indiscutible que esta gracia marcó y acompaño a san Bernardo durante el resto de sus días y le dio una particular sensibilidad y expresividad en lo referente al misterio de Jesús Niño. Cualquiera lo puede comprobar mediante una simple lectura de sus sermones para el ciclo de Navidad. El tratado En Alabanza de la Madre y del Hijo y de su santa Natividad encuentra su fuente vital en una experiencia de los primeros años” (Bernardo Olivera, p. 47).

“…una palabra sobre la mediación de la liturgia. La liturgia mariana en los días de san Bernardo constaba de cuatro fiestas: Purificación, Asunción, con su Octava, Anunciación y Natividad de María. San Bernardo cita con mucha frecuencia textos del oficio divino: antífonas, himnos, responsorios, lecciones. Es permeable a toda la liturgia, ella es fuente de devoción…Tal es su familiaridad y conformación con la liturgia que, al igual que con la Escritura, canta como ella: prefiere confesar, alabar y adorar, más que razonar, deducir y concluir” (Idem., p. 31)





Ejercicio: Hacer memoria escrita de la experiencia mariana fundante y de su proceso de maduración a nivel personal (y comunitario).

miércoles, 1 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (INTRODUCCIÓN)






Benedicto XVI: San Bernardo de Claraval, el “dulce poeta” de la Virgen[1]



“En otro célebre sermón del domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describió en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. “¡Oh santa Madre, - exclama - verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en su intensidad los sufrimientos físicos del martirio” (14: PL 183,437-438). Bernardo no tiene dudas: "per Mariam ad Iesum", a través de María somos conducidos a Jesús. Él confirma con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. No por casualidad, un siglo y medio después de la muerte de Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: “Virgen Madre, hija de tu Hijo/ humilde y más alta criatura/ término fijo de eterno consejo,..." (Paraíso 33, vv. 1ss.).

Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de María como san Bernardo, provocan aún hoy de forma saludable no sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes. A veces se pretende resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo, con las únicas fuerzas de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad. La teología reenvía a la “ciencia de los santos”, a su intuición de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto a Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios “con la oración que con la discusión”. Al final, la figura más verdadera del teólogo sigue siendo la del apóstol Juan, que apoyó su cabeza sobre el corazón del Maestro.

Quisiera concluir estas reflexiones sobre san Bernardo con las invocaciones a María, que leemos en su bella homilía: “En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres – dice – piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si tú la sigues, no puedes desviarte; si la rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta...” (Hom. II super “Missus est”, 17: PL 183, 70-71)”.





Tema: EL SUBSTRATO DE LA DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL EN “IN LAUDIBUS VIRGINIS MATRIS” (Super “Missus est”).





Claves para la lectura de En alabanza de la Virgen Madre:



“Bernardo está inspirado, emocionado, urgido íntimamente por la devoción, ordenado por ella, a hablar en alabanza de la Virgen Madre, especialmente en torno a la historia de la Anunciación” (Thomas Merton, ocso., Curso de Mística cristiana en trece lecciones, Sígueme, Salamanca, 2018, p. 134)




Textos para una lectura sapiencial:


Introducción:

Hace ya un tiempo que la devoción viene impulsándome a escribir algo, pero me lo han impedido las ocupaciones. Más ahora, una indisposición me incapacita para seguir con mis hermanos la vida común y, por otra parte, me resulta insoportable permanecer ocioso durante este corto descanso. Así pues, quitando al sueño un poco de tiempo, tratare de abordar de una vez el tema que con frecuencia ha llamado a las puertas de mi espíritu: redactar algo en alabanza de la Virgen Madre siguiendo el relato evangélico que nos cuenta la historia de la Anunciación del Señor, descrita por Lucas.

Debo reconocer que no me apremia a ello necesidad alguna de mis hermanos ni su mayor provecho espiritual, que es lo primero que debo atender. Pero pienso que esto no es razón suficiente para dejar de hacerlo. Creo que no puede molestarles que satisfaga mi devoción personal si en todo momento me encuentran dispuesto a servirles en cuanto me necesiten.



Homilía IV:

1. No hay duda que cuanto proferimos en las alabanzas de la Virgen Madre pertenece al Hijo; y que igualmente cuando honramos al Hijo no nos apartamos de la gloria de la Madre. Porque si, como dice Salomón: El Hijo sabio es gloria del Padre (Prov 10,1, Vg.), ¿cuánta mayor gloria será ser Madre de la misma Sabiduría? ¿Pero qué intento yo en las alabanzas de aquella Señora a quien publican digna de alabanza los profetas, lo expresa el ángel, lo declara el Evangelio? Y0 pues, no la alabo, porque no me atrevo, sino que repito con devoción lo que ya explicó por la boca del evangelista el Espíritu Santo. Prosigue, pues, y dice: Y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre (Lc 1,32, Vg).

[El verdadero Rey Ungido en la Jerusalén verdadera] Son palabras del ángel a la Virgen sobre el Hijo prometido, asegurando que ha de poseer el reino de David. Que de la prosapia de David (Jr 13,13) trajese su origen el Señor Jesús, nadie lo duda. Pero yo deseo saber cómo le dio el Señor el trono de su padre David, no habiendo reinado en Jerusalén, sino que, antes bien, queriéndole hacer Rey las turbas, no lo consintió (Jn 6,15), y aun delante de Pilatos protestó diciendo: Mi reino no es de este mundo (Jn 18,36). En fin, ¿qué cosa grande se promete para quien se sienta sobre los querubines (Sal 98, 1), para quien vio el profeta sentado sobre un excelso y elevado solio (Is 6,1), en que haya de sentarse en el trono de David, su padre? Pero sabemos que hay otra Jerusalén significada por ésta (Gal 4,25), en que reinó David, y que es aquélla mucho más noble y rica. Esa misma, pues, juzgo se entiende aquí según el frecuente modo de hablar de la Escritura, en que se pone muchas veces lo que significa por el significado.

A la verdad, le dio Dios el trono de David, su padre, cuando le constituyó Rey sobre Sión, su monte santo (Sal 2, 6). Y aquí el profeta parece haber explicado más claramente de qué reino habla, porque no dice en Sión, sino sobre Sión. Por eso quizá dice sobre, porque ciertamente en Sión reinó David, pero está sobre Sión el reino aquel de quien se dijo a David: Del fruto de tu vientre pondrá sobre tu silla/trono (Sal 131, 11); de quien se dijo también por otro profeta: Sobre el solio de David y sobre su reino se sentará (Is 9, 7). ¿No ves cómo en todas partes hallas sobre? Sobre Sión (Sal 2,9), sobre la silla/trono (Sal 131,11), sobre el solio (Is 6,1), sobre el reino (Is 9,7). Le dará, pues, el Señor Dios el trono de su padre David (Lc 1,32); no el figurativo, sino el verdadero; no el temporal, sino el eterno; no el terreno, sino el celestial. El cual por eso (como se ha explicado) se dice haber sido de David, porque éste [trono] en que él reinó temporalmente era imagen del eterno.



Epílogo: [Excusase San Bernardo a si mismo por haber explicado este pasaje del evangelio después de otros expositores].

He expuesto la lección del Evangelio como he podido; ni ignoro que no a todos agradará este mi pensamiento, sino que sé que por esto me he expuesto a la indignación de muchos, y que reprenderán mi trabajo por superfluo o me juzgarán presumido; porque, después que los Padres han explicado plenísimamente este asunto, me he atrevido yo, como nuevo expositor, a poner mi mano en lo mismo. Pero si he dicho algo después de los Padres que, sin embargo, no es contra los Padres, ni a los Padres ni a otro alguno juzgo que debe desagradar. Donde he dicho lo mismo que he tomado de los Padres, esté muy lejos de mí el aire de presunción para que no me falte el fruto de la devoción, y yo con paciencia oiré a los que se quejaren de la superfluidad de mi trabajo. Con todo eso, sepan los que me reprenden de una ociosa y nada necesaria exposición que no he pretendido tanto exponer el Evangelio como tomar ocasión del Evangelio para hablar lo que era deleite de mi alma. Pero si he pecado en que más antes he excitado en esto mi propia devoción que he buscado la común utilidad, poderosa será la Virgen para excusar este pecado mío delante de su Hijo, a quien he dedicado esta pequeña obra, tal cual ella sea, con toda mi devoción.





Contenido: “Tratado” sobre la Maternidad de la Virgen María.



Mariología monástica (método), mística (objeto) y mistagógica (intención).



“Bernardo comienza exponiendo la preparación moral de María para su maternidad divina, mediante la humildad y el voto de virginidad. Luego por medio del recurso a prefiguraciones del Antiguo Testamento, pone en evidencia la particular maternidad y misión divina de la Virgen Madre. La misión queda confirmada, sobre todo, por la figura del ‘vellocino de Gedeón’, aplicado tanto a María como a Cristo. Llegado a este punto Bernardo irrumpe en un canto ferviente, en una invocación confiada a la ‘Estrella del mar’ y guía por los mares de este mundo tenebroso. Luego de una pausa, en ocasión del diálogo con Gabriel, reemprende, pero sin repetirse, el tema de la maternidad virginal, precisa lo que fue la gracia de María antes de su maternidad y a continuación su función relativa al Salvador. Esta función llega a su climax en la respuesta de la Virgen al misterio de la divina Encarnación: todo está pendiente de su ‘hágase’.
Los temas que se encuentran y desarrollan en Missus est son variados. El lector atento los identificará sin dificultad, aún más, con gozo: la predestinación de María y su relación con la Santísima Trinidad; los tipos del Antiguo Testamento y las profecías que se refieren a ella; el misterio de ‘ser cubierta’ por la sombra del Espíritu Santo; María en la economía de la salvación; san José, su justo y casto esposo; las virtudes de la humildad y virginidad…” (Bernardo Olivera, ocso., “Introducción”, Homilías marianas, PC 7, Azul, Claretianas, 1980.pp.47-48).





Ejercicio: Lectio divina de Lc 1, 26-38.



[1] 21 de octubre de 2009.