HOMILIA DEL VIERNES SANTO 2016
En el Año de la Misericordia este Viernes Santo reviste una importancia especial.
Cristo muriendo crucificado por nuestra salvación es la imagen más clara de la misericordia de Dios. Imagen del Padre misericordioso, imagen del Hijo misericordioso e imagen del Espíritu Santo misericordioso. Cristo muriendo en la cruz es el gesto, es el acto más grande y más claro de amor de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo:
De Dios Padre: se lo explicó Jesús a Nicodemo y hoy a nosotros: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único” (Jn 3,16). Jesús se está refiriendo al amor del Padre expresado en la cruz de su Hijo “Como Moisés en el desierto levantó la serpiente”( Jn 3,14).
De Dios Hijo: “Doy la vida por las ovejas… Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente… Este es el mandato que yo he recibido del Padre” (Jn 10,15-18).
De Dios Espíritu Santo: El Espíritu Santo, que descendió sobre Jesús cuando fue concebido en el seno virginal de María, (Lc 1.35), que volvió a descender sobre El en el bautismo Lc 3,22, que lo llevó al desierto para ser tentado (Lc 4,31) y que descendió nuevamente y lo ungió al comenzar su misión (Lc 4,18-19) ahora lo sigue acompañando en la cruz para que cumpla el mandato del Padre.
En la cruz hay un sufrimiento de toda la Trinidad, en la cruz hay una donación amorosa de toda la Trinidad para la redención de toda la humanidad.
¿Cuál debe ser nuestra respuesta a tanto amor?
Adoración, alabanza y acción de gracias. Dolor y arrepentimiento por nuestros pecados; no dolor por los sufrimientos del Cristo crucificado, esto lo excluye el mismo Jesús: “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren más bien por ustedes y sus hijos” (Lc 23,28). Los mártires no se lloran, los mártires se celebran.
Alegría . “Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados… pero Cristo los hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz”. (Col 2,13-14) Podemos imaginarnos la alegría del que está sentado en la silla eléctrica esperando la conexión fatal y recibe la noticia de que ha sido absuelto y puede irse en libertad. Nosotros estábamos condenados a muerte y Cristo clavado en la cruz nos liberó. Alegría entonces.
Esperanza. “¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?” (Rom 8,31-34)
Tanto amor trinitario, tanta misericordia exigen una respuesta en la misma línea. “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.(Jn 15,12-13)
Vivido así el Viernes Santo, vivido así todo este año santo de la misericordia son una fuerza transformadora para nuestra vida, para nuestras comunidades, para nuestra patria, para la humanidad entera.
HOMILIA VIGILIA PASCUAL 2016
“En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan valor, yo he vencido al mundo” (Jn 16,35) Son las últimas palabras de Jesús a sus discípulos antes de su pasión.
Un anuncio, un mandato y el fundamento del mandato.
Anuncio: “En el mundo tendrán que sufrir.”
Mandato: “Tengan valor”.
Fundamento: Yo he vencido al mundo”.
Jesús proclama su victoria: Yo he vencido al mundo, yo he vencido el mal. Esta victoria la obtuvo Cristo al morir en la cruz y en su resurrección. Esto es lo que estamos celebrando en esta Noche Santa y durante todo el Tiempo Pascual y en cada Eucaristía.
Una reflexión sobre estas palabras de Jesús nos ayudarán a vivir esta celebración pascual.
Jesús anuncia a sus discípulos el sufrimiento. Ya se lo había anunciado un poco antes: “Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes” (Jn 15,20). El sufrimiento no es una desgracia, es una gracia; “completo lo que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col 1,24). El sufrimiento aceptado y asumido nos hace colaboradores suyos en la redención, en la lucha contra el mal, nos hace partícipes de su victoria sobre la muerte y el pecado.
“Tengan valor”; “no tengan miedo”. El miedo no es cristiano, no es evangélico, no es pascual. La confianza del cristiano, su seguridad no se basa en sus propias fuerzas, a todas luces insuficientes, sino en la fuerza de Jesús que ha vencido al mundo, que ha vencido el mal.
Los argentinos estamos viviendo un año difícil; pero un año importante: el bicentenario de la independencia de nuestra patria. Año difícil, todos lo sabemos. Nuestra patria ha sufrido largos años de una corrupción que tocó todos los niveles: la política, la justicia, la economía. En nuestra patria se perdió la cultura del trabajo en amplios sectores. Nuestra patria está enferma por el narcotráfico, por la inseguridad. Grandes sectores de la población han perdido la esperanza. Los cristianos, todos los que creemos en el evangelio, católicos o no, tenemos la misión de anunciarle a nuestro pueblo que esto no es lo que quiere Dios, lo que quiere Cristo. Hoy el Cristo resucitado nos vuelve a decir: “Tengan valor, no tengan miedo, yo he vencido al mundo, yo he vencido el mal”.