lunes, 8 de junio de 2015

HOMILÍA DEL ABAD EN LA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO 2015

“Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes” En castellano “entregado por ustedes”  puede tener dos significados: será entregado a favor, en beneficio de ustedes o ustedes lo entregarán. El texto latino y el texto griego que está detrás no dejan lugar a ninguna duda, ni confusión. “Pro vobis” para ustedes, en su provecho.
Pero “será entregado” ¿Quién lo entrega y por qué?
Hay una entrega que es un gravísimo pecado, el de Judas. “¿Cuánto me darán si se lo entrego?” Mt 26,15. Jesús lo anunció: “Uno de ustedes me entregará” Mt 26,21. Judas, el Sanedrín, Pilato, pero también Pedro, que lo negó, los otros discípulos que lo abandonaron, yo y ustedes, la humanidad entera… Durante siglos se lo acusó al Pueblo Elegido, “el Pueblo deicida”… Una forma de evadir responsabilidades. No el pueblo judío sino la humanidad entera…
Ante esto la primera actitud que nos corresponde: “Perdón, Señor.” Y Jesús ya nos perdonó: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” Lc 23,34.
¿Quién lo entrega y por qué?
Hay otra entrega que no es fruto de pecado y traición sino todo lo contrario, suprema muestra de amor: el amor de Jesús. Jesús, como ya vimos, fue entregado, pero antes de ser entregado, se entregó. Lo dice Pablo en la carta a los Efesios. “Practiquen el amor a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios” Ef 5,2 y Ef. 5,25, Gal 2,20.
¿Por qué se entregó?
Por el gran amor con que nos amó. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” Jn 15,13. Nos amó como ningún pastor de la tierra puede amar a sus ovejas: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas” Jn 10,11.
Jesús se entregó  por el gran amor con que nos amó; pero hay un amor anterior, amor Fontal, el amor del Padre. Es de nuevo Pablo el que nos orienta: “¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿no nos entregará con él toda clase de favores? Rom 8,31-32.
Es importante que nos demos cuenta que ni el amor del Hijo ni el amor del Padre fueron asépticos, sin dolor y sufrimiento.
En el corazón de Jesús hubo una lucha agónica entre el adecuarse al proyecto del Padre o huir del sufrimiento y de la muerte. Ese es el significado del “Padre si es posible que pase de mi este cáliz” de los sinópticos y del “padre líbrame de esta hora” de Juan 12,27 y del desgarrador “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Mc 15,34.
Pero también en el corazón del Padre hubo resonancia de esta lucha: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” Rom 5,8-10
Nuestra entrega pecadora nos exigió la actitud de pedir perdón. La entrega de amor de Jesús y de su Padre nos lleva a una sentida y profunda acción de gracias.

La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que estamos celebrando, nos invita a dos caminos o a dos tiempos de esta acción de gracias. La Eucaristía es sacrificio y es permanencia. Sacrificio, la santa misa, renovación en línea sacramental de la muerte y la resurrección de Jesús, de su ascensión a los cielos y anticipo de su segunda venida. Eucaristía: permanencia, en el sagrario. Las dos dimensiones implican petición de perdón y acción de gracias. Las dos son fundamentales en la vida cristiana, las dos nos hacen crecer. La adoración nos lleva a la vivencia de la Eucaristía sacrificio y esta nos conduce al sagrario.

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