“Tomen y coman todos de él, porque esto es
mi cuerpo, que será entregado por ustedes” En castellano “entregado por
ustedes” puede tener dos significados: será entregado a favor, en
beneficio de ustedes o ustedes lo entregarán. El texto latino y el texto griego
que está detrás no dejan lugar a ninguna duda, ni confusión. “Pro vobis” para
ustedes, en su provecho.
Pero “será entregado” ¿Quién lo entrega y
por qué?
Hay una entrega que es un gravísimo pecado,
el de Judas. “¿Cuánto me darán si se lo entrego?” Mt 26,15. Jesús lo anunció:
“Uno de ustedes me entregará” Mt 26,21. Judas, el Sanedrín, Pilato, pero
también Pedro, que lo negó, los otros discípulos que lo abandonaron, yo y
ustedes, la humanidad entera… Durante siglos se lo acusó al Pueblo Elegido, “el
Pueblo deicida”… Una forma de evadir responsabilidades. No el pueblo judío sino
la humanidad entera…
Ante esto la primera actitud que nos
corresponde: “Perdón, Señor.” Y Jesús ya nos perdonó: “Padre, perdónalos porque
no saben lo que hacen” Lc 23,34.
¿Quién lo entrega y por qué?
Hay otra entrega que no es fruto de pecado
y traición sino todo lo contrario, suprema muestra de amor: el amor de Jesús.
Jesús, como ya vimos, fue entregado, pero antes de ser entregado, se entregó.
Lo dice Pablo en la carta a los Efesios. “Practiquen el amor a ejemplo de
Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio
agradable a Dios” Ef 5,2 y Ef. 5,25, Gal 2,20.
¿Por qué se entregó?
Por el gran amor con que nos amó. “No hay
amor más grande que dar la vida por los amigos” Jn 15,13. Nos amó como ningún
pastor de la tierra puede amar a sus ovejas: “Yo soy el buen pastor. El buen
pastor da la vida por sus ovejas” Jn 10,11.
Jesús se entregó por el gran amor con
que nos amó; pero hay un amor anterior, amor Fontal, el amor del Padre. Es de
nuevo Pablo el que nos orienta: “¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios
está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio
Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿no nos entregará con él toda clase de
favores? Rom 8,31-32.
Es importante que nos demos cuenta que ni
el amor del Hijo ni el amor del Padre fueron asépticos, sin dolor y
sufrimiento.
En el corazón de Jesús hubo una lucha
agónica entre el adecuarse al proyecto del Padre o huir del sufrimiento y de la
muerte. Ese es el significado del “Padre si es posible que pase de mi este
cáliz” de los sinópticos y del “padre líbrame de esta hora” de Juan 12,27 y del
desgarrador “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Mc 15,34.
Pero también en el corazón del Padre hubo
resonancia de esta lucha: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. Cuando éramos enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo” Rom 5,8-10
Nuestra entrega pecadora nos exigió la
actitud de pedir perdón. La entrega de amor de Jesús y de su Padre nos lleva a
una sentida y profunda acción de gracias.
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de
Cristo, que estamos celebrando, nos invita a dos caminos o a dos tiempos de
esta acción de gracias. La Eucaristía es sacrificio y es permanencia.
Sacrificio, la santa misa, renovación en línea sacramental de la muerte y la
resurrección de Jesús, de su ascensión a los cielos y anticipo de su segunda
venida. Eucaristía: permanencia, en el sagrario. Las dos dimensiones implican
petición de perdón y acción de gracias. Las dos son fundamentales en la vida
cristiana, las dos nos hacen crecer. La adoración nos lleva a la vivencia de la
Eucaristía sacrificio y esta nos conduce al sagrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario