Cuando nos dedicamos a la
plegaria al punto se proyectan en nuestra imaginación, lo que se había
consentido, antes, en la memoria.
Las disposiciones del alma en
la oración dependen del estado que lo ha precedido. Y es que nuestras fantasía
como en un vuelo rápido torna a la divagación, proyectando los actos, las
palabras y los sentimientos que la han alimentado antes de la oración, con el
consentimiento. Por lo que, Casiano en las Colaciones IX y X nos da una clave
para mantener la atención, orando siempre en toda circunstancia sin cesar,
hasta llegar a la pureza de corazón.
La oración pura no es
entorpecida por ninguna imagen, ni se sirve de frase o voces articuladas. Brota
en un arranque de fuego que parte del corazón.
Es un transporte inefable, una
alegría del alma que sobrepuja todo encarecimiento. Arrebatada de todo lo
visible, el alma se engolfa en Dios con gemidos y suspiros que el alma no puede
traducir.
Nos dice que esta oración es
fruto, de la misericordia de Dios y de nuestra pobreza radical que todo lo
espera de su auxilio. Y va enumerando varios bienes que reporta esta
oración constante.
Pero me quiero detener en la
explicación de que significa salmodiar
con sentido y es que penetrando el sentido de los textos bíblicos, se
nos hacen más asequibles. Aparece claramente su corazón y meollo. En resumidas
cuentas comprendemos bien el sentidos de los salmos cuando lo que expresan lo
hemos experimentado antes, y lo hemos vivido a lo largo de nuestra vida
cotidiana.
Esta experiencia tangible
arroja luz sobre su contenido, de modo que comprendemos perfectamente que es lo
que sintió el autor inspirado en circunstancia semejante a la nuestra y que
quiso significar con sus palabras. De esta suerte recitamos los salmos, no con
palabras oídas, sabidas de memoria o ajenas a nosotros sino como algo que fluye
espontáneo de nuestro corazón.
Salmodiar con sentido es un
largo y difícil recorrido que desemboca en la oración pura, que no cae en los
sentidos y producen lágrimas que limpian la visión.
Hno. Oscar Oviedo, osb.
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