Ilustración Ballester Peña
“Jesús se
compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles
largo rato”.
Introducción
Éstas son
las últimas palabras de las tres lecturas que acabamos de escuchar. O habría
que decir: que recién se nos hicieron presentes[1].
Necesidad
Primero
Jesús comienza mirando la necesidad de los apóstoles, necesidad que no mira a
algo que sea extraño o que parezca oculto: simplemente los apóstoles están
cansados, y lo único que necesitan es descansar, estar a solas. Y simplemente
les dice: “vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”.
Luego,
inmediatamente, también se compadece de la gente “porque eran como ovejas sin pastor”.
Son dos
grupos diferentes: uno, el de los apóstoles; el otro, la muchedumbre. En ambos
se manifiesta una necesidad. En ambos se vela y se cubre por la necesidad. Por
ambos grupos está Jesús presente, presente a todos y cada uno.
¿Qué presencia es esa? <Jesús Pastor>
Si a la
muchedumbre es Jesús quien “estuvo enseñándoles largo rato”, significa que los
apóstoles pudieron descansar. Y si a la muchedumbre le “estuvo enseñándoles
largo rato”, quiere decir que en ese momento sí tenían quien los apacentara en
esos pastos de enseñanza.
Como
vamos viendo los dos grupos van teniendo aquello que les faltaba, aquello
de que adolecían. Los primeros,
descansando, aprenden aquello que van escuchando que se les dice a los
segundos. Éstos les muestran a los primeros el modo en que van escuchando, ya
que así se van preparando, ambos, para lo que va a venir a continuación: el
evangelio de hoy no lo trae pero ya sabemos que es la primera multiplicación de
los panes. Ya que ambos grupos tienen hambre y están en un lugar apartado.
Y
nuevamente la presencia de Jesús da calma y paz a ambos grupos[2];
nuevamente Jesús con su presencia va preparando hasta lo más hondo del hombre,
para poder encontrar aquello que le
falta: el pastor en la persona de Cristo.
Sombra y
luz en la imagen del pastor
Y en la
imagen del pastor se muestran, y casi al mismo tiempo, se nos esconden ámbitos
que tendrían que quedar manifestados.
Por la época en que andamos, hay datos que se nos escapan, ya no hay
tantos pastores de rebaños ante nuestros ojos, la misma civilización nos ha
ocultado estas formas semejantes que antaño no necesitaban tanta explicación.
Pero sigue siendo una analogía, es decir que tiene algo de semejante y algo en
lo que no participa de esa semejanza.
Y por el
otro lado está “lo que es manifiesto”. Lo que es manifiesto no tiene por qué
ser de una comprensión clara, que no haya nada qué preguntar. Simplemente lo
manifiesto es de ese modo; y puede llegar a ser una manifestación en la que uno
quede “cegado” ante tal efecto, imposibilitado de llegar a la causa.
Pero me
preguntarán, ¿a dónde me voy dirigiendo? Quiero que lleguemos juntos a la
presencia del Pastor, de Aquel que Es. Sin el más simple temor incluso de
quedar como ‘cegados’, ya que se nos dijo: “mis ovejas escuchan mi voz”,
entonces otro sentido nos proveerá su presencia. Presencia que sabemos que es
única como Uno que es.
Pero,
¿por qué este afán ahora de la presencia?
Presencia e imagen
Se van
entrelazando presencia e imagen del pastor. Pastor que en su presencia y
por su presencia se manifiesta en sus acciones; que cuáles son éstas: obtención
del descanso, alimento, y la del guía que conduce.
Descanso,
alimento, conducción, son también palabras que toman su imagen de la del
pastor. Y éstas quedan explicitadas por las palabras de la carta de san Pablo a
los efesios “porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al
Padre, en un único Espíritu”.
En estas
palabras se nos muestran bien quién es el acceso, el único acceso al Padre. La
imagen-presencia queda completa en su explicación: él es el Pastor y Redentor.
Fuera de él andamos errantes como ovejas sin
pastor; en él nos hacemos consortes de la divinidad, participamos de una Vida
en comunión, a la que hemos sido llamados antes del tiempo[3].
P. Marcelo Maciel, osb.
[1] Memoria Dei > “mis
ovejas reconocen mi voz”
[3] Cfr. 23 de julio de 2006.
La línea de la misión: la misión de la Iglesia no procede de una voluntad expancionista
y tampoco hace el llamado de técnica publicitaria: ella nace de la compasión
misma de Cristo por la gente sin guía y sin esperanza. Pero también se verá la
fuente en los atributos de Dios (Ex. 34) en conjunción con la lectura de Jr.
23,1-6
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