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sábado, 22 de julio de 2017

BALLESTER PEÑA: "LOS DENARIOS QUE SE ME DIERON. LA VOCACIÓN DEL ARTISTA" III


Las sensaciones de una época no corresponden al espíritu de otra. De aquí que formas usadas no sean propias para expresar la sensibilidad nueva. Sólo la mediocridad, por un sentimiento de autodefensa, se empeña en una lucha cruenta por evitar el avance, pero al final será inútil toda resistencia: debe dar paso a la victoria y esconder su ridícula vejez. Y este será el experimento doloroso del artista que no llegara a comprender su actualidad y se instalara cómodamente, burguesamente, servilmente junto al pasado, para expresarse. Si entrega su espíritu a la caducidad del pasado, la obra que sale de sus manos será opaca. Ya es una lección perfecta aquella parábola de Nuestro Señor Jesucristo, de los vinos nuevos y los odres viejos.
Los siglos y las civilizaciones han sido descritos por los artistas. Cada época, cada civilización ha tenido su forma de expresión, y ha subsistido aquello que verdaderamente supo comunicar a las cosas un poco de su calor personal y otro poco del espíritu de su época, pues un mundo con alma y una época con espíritu, presuponen un alma en el hombre que construye una nueva etapa de la vida.
El arte no ha respondido nunca únicamente a exigencias estéticas -esto lo ha dicho alguien antes que yo-, y la pérdida actual del sentido milagroso no podrá recuperarse en el arte, si no retorna a la fe, porque todos los caminos buscados y elegidos, y las tentativas de volverse a hundir en los sueños nocturnos o en la frescura de la infancia del hombre o del mundo para expresar la belleza fuera de la fe, no son más que una nostalgia de la fe. Todas las tentativas para regenerar el arte por medio del descubrimiento de elementos maravillosos del mundo, culminan en la interpretación maravillosa de eso que es maravilloso. Volver a la fe del Dios viviente, o cuando menos hacia alguna irradiación de la Divinidad, es el elemento nutritivo del arte, su fuego interior. Y sin fe, tarde o temprano languidece y muere.
Para volver a crear alrededor del arte la atmósfera espiritual que le da existencia, nada mejor que la unión de la imaginación creadora con el dogma cristiano; del arte con la Iglesia. El mundo habitado por el arte será nuevamente transparente mediante la religión, y la reunión de ambas será el síntoma de una renovación de la vida religiosa misma. Que todo lo que es figurativo se transfigura; que toda la expresión sea una encarnación. La transfiguración no es obra de la razón calculadora; es milagro siempre nuevo, y la encarnación es otro milagro aún más milagroso.

La lógica del arte es la misma que la de la religión: en el arte, la lógica es condición primera de su existencia; la religión le da, como demostración de su verdad impenetrable, en la medida accesible al hombre. Un sacramento puede ser llevado a cabo aún por manos pecadoras: el arte se descompone, no porque el artista sea un pecador, sino porque se rehúsa a llevar a cabo el sacramento. La creación artística pudiera remotamente compararse, según cierto género de analogía, y Dios me perdone si cometo una herejía, a la transustanciación del pan y del vino, sublime obra de arte divino que está por encima de todo proceso químico, y que no puede obtenerse en un laboratorio. Tal es mi posición en las obras que, con las herramientas en las manos, produzco, con el afán de acrecentar los denarios que se me entregaron en custodia.

sábado, 15 de julio de 2017

BALLESTER PEÑA: "LOS DENARIOS QUE SE ME DIERON. LA VOCACIÓN DEL ARTISTA" II

La causa del mundo y su belleza es, entonces, necesariamente inteligente, y son buenas las cosas que placen pura y simplemente a una cualquiera de nuestras tendencias, y son bellas las que placen a la vista y al oído. Lo bello corresponde tan sólo a nuestras potencias superiores, y el placer de la belleza es un placer de las facultades superiores ordenadas al conocimiento, y se refiere, por consiguiente, al aspecto o al conocimiento del objeto en el cual aquellas tendencias puedan hallar un descanso. Cuando place la belleza, y esto no es nada nuevo, sensaciones de otra naturaleza -hablo del caso particular de las artes plásticas- pueden acompañar a las visuales y obrar sobre éstas en una especie de mezcla de impresiones que disponen, sin duda alguna, para experimentar mejor el goce de mirar.
Es claro, también, que las sensaciones que el hombre experimenta fuera de sus facultades superiores, carecen por sí solas de valor alguno estético, como las sensaciones visuales por sí solas no pueden constituir una verdadera sensación de belleza. Para que haya belleza se precisa el conocimiento de algo inteligible, y la percepción de esa belleza es una percepción del orden, de la armonía consustancial con la idea que se encarna en la materia; idea que, gracias a que es armónica, brilla sobre las partes proporcionadas. Consecuentemente, entonces, se desprende que, siendo la inteligencia a la que puede crear o percibir la armonía, el placer de la belleza es un placer de la inteligencia.
Siempre en este mismo marchar por los caminos trazados por Santo Tomás, se puede repetir aquello que el santo considera como caracteres indispensables a toda belleza. Dice Santo Tomás que los caracteres indispensables a toda belleza son el resplandor o claridad, la armonía o proporción; la integridad. Quiere decir entonces que la belleza de una parte cualquiera se considera en la proporción de su todo, y San Agustín dice que "toda parte que no conviene en su todo, es viciosa", lo que abona en el sentido de que el todo no puede existir si no está compuesto de partes que le son proporcionadas, y la buena disposición de las partes se toma por su comportamiento con el todo. De ahí que la belleza sea una relación constante de proporciones, iluminada por su forma.
Existen para cada arte reglas indispensables, a fin de que la obra corresponda a la categoría a que pertenece, como existen reglas generales que se aplican a todas las obras pertenecientes a las bellas artes. Estas obras, conforme a las anotaciones anteriores, requieren la unidad, la armonía, y el resplandor resultante de esta misma armonía, porque los cánones, las reglas, las proporciones, son únicamente funciones de la misma obra. La belleza, la recreación en fin, porque sin ello el problema estaría agotado con la primera formulación, debe ser viviente, y si la belleza es viviente, el arte, servidor de la belleza, también lo es. Para ello se requiere que la obra de arte sea animada; que se construya y organice según una idea directriz tomada de la realidad por abstracción, porque la belleza no está conformada a un cierto tipo ideal e inmutable, ya que, ni conocimiento sólo, ni sola delectación juzgan la belleza.
En resumen, el artista obra mediante una forma; una idea que le sirve siempre de modelo para la recreación, una forma tranquila que, al ser representada, contagia la obra por el resplandor de la forma, por la luminosidad del ambiente y, sobre todo, por la animación de la imagen.
Empero, para ser viviente no se precisa movimiento de formas, de líneas o color que son expresiones exteriores, sino volcar en cada pedazo de la materia recreada un pedazo del espíritu del artista. Es natural que el movimiento exterior de formas, líneas o color, pueda enriquecer la obra y agrandar la idea, pero no es indispensable, y estorba, en cambio, todo movimiento que, exagerado o no, rompa la unidad. Las obras de arte no son bellas por una manera vieja o nueva de expresar una idea, pues, como se ha dicho, los cánones, las reglas, las proporciones, son funciones de la obra misma, y las obras son bellas a su manera, y no respecto a cualquier forma antigua o nueva u original. Si el arte ha de ser viviente para que resplandezca la belleza, el artista debe buscar siempre servir una idea viviente, es decir, crear con su época, vivir con su época y servir a la eternidad con su época.

sábado, 8 de julio de 2017

BALLESTER PEÑA: "LOS DENARIOS QUE SE ME DIERON. LA VOCACIÓN DEL ARTISTA" I

El artista antes que artista es hombre; hombre con una vocación definida, que vive en una época. Y como es su vida misma la que entrega en su creación, se compromete sólo en su realidad presente, porque habiendo diferenciaciones -por ser distinta la manera de ser de cada época histórica- se imprime diferentemente su carácter.
Por tanto, el arte, manifestación más que precisa del tiempo, tiene que crear con el tiempo, y no con el pasado, sino en aquello que el pasado le entrega; y así debe ser porque el pasado le entrega su experiencia; pero no le imprime el carácter, que es privativo del presente.
Dentro de esta trayectoria trataré de justificar, si así conviene decir, mi posición tanto dentro del arte cristiano como de mis incursiones por el campo de las manifestaciones plásticas puramente profanas. Ambas trayectorias trato de unir en la realización de mi obra, porque ambas, a pesar de su aparente divorcio, son manifestaciones de la vida misma, y no tienen motivo para ser encasilladas en manierismos o en especialidades que sólo conducen a la funesta opinión de que únicamente puede haber religiosidad en la imagen de un mártir, y no en la vida misma del hombre.
Siendo pues, el artista -y lo doy ya por sentado- antes que artista, hombre, el artista de hoy lo será si está ubicado en el mundo, en este mundo actual, ya sea para seguir su curso de materia y destrucción, o elegir el de espíritu y vida. Ha de comprender, y luego luchar, por la conquista de su serenidad, don imprescindible para completar su destino y vocación. Necesita, como el soldado, sus armas de lucha, que son: el conocimiento de la materia, la artesanía, para el uso de sus herramientas, y sobre todo, el misterio de la Cruz, que confiere la fuerza y es principio de la serenidad: la Cruz, que es la plenitud de la austeridad.
Para cualquier acto que signifique esta conquista -y esto no es una apreciación ligera- es necesario comportarse como héroe. Aprisionar la belleza -como es un acto de conquista- es también, con todas sus variantes, un acto heroico, que necesita un comportamiento heroico. Las búsquedas, los fracasos, los triunfos, son siempre motivo de batallas ganadas o perdidas que siempre dejan enseñanzas en la vida del artista y abren caminos para, sobre ellos, marchar en procura de su más caro ideal: fundir su espíritu con la materia recreada.
Explican los escolásticos que la belleza es como el resplandor de la forma en las partes proporcionadas de la materia, y Santo Tomás distingue siempre el bien y lo bello; estudia el aspecto en que difieren y el aspecto en que se identifican. Como en Dios los atributos son idénticos, y por amor a su propia belleza y a su propia bondad es creador, o sea causa para extender y multiplicar sus atributos hasta donde sea posible en el ser creado, el bien y lo bello se fundamentan en una sola realidad: la idea, la forma manifiesta que cada ser encarna, significándose con ello que todo ser es bello porque en sí mismo realiza una idea. Así, en síntesis, sin entrar en el plano propio estético, del cual es preferible zafarse, sobre todo cuando se desea escribir sobre su propia obra, diré que la idea que el ser encarna debe ser síntesis, para que el artista pueda así hacerla vivir sin ropajes inútiles, que es lo propio de la naturaleza creadora.

Es muy natural también para la sensibilidad del hombre, que el mayor brillo o el calor de un astro o de una estrella, le detenga y le subyugue, pero es por propia particularidad sensible; por comparación con los elementos semejantes que le rodean y como un acto de distinción; pero nunca tiene la emoción y la grandeza de un cielo totalmente estrellado. Así, al contemplar la belleza, como al contemplar un cielo totalmente estrellado -que es vestigio de Dios-, si nos detenemos en lo ínfimo, no disminuye lo que de Dios viene, sino que disminuye la contemplación.

domingo, 18 de junio de 2017

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN LA SOLEMNIDAD DE CORPUS CHRISTI


Sagrario obra de Ballester Peña (Museo de Arte Sacro)

La liturgia nos presenta lecturas distintas para los tres ciclos. Estás lecturas subrayan un aspecto particular de este gran misterio de la Eucaristía. Las de este año, Ciclo A, nos la presenta sobre todo como el alimento para avanzar por el camino del desierto de la vida hacia la tierra prometida del final de los tiempos.
Sería bueno entonces empezar por un análisis de las distintas hambres que padecemos hoy. Pero esto sería muy largo, veamos una en concreto sin pretender definir si es la principal. El mundo tiene hambre de unidad.
Hay desunión en el mundo entre las naciones; el Papa Francisco dice que estamos viviendo la tercera guerra mundial por sectores, tercera guerra mundial no menos peligrosa que las dos anteriores. Hay desunión, en algunos casos violencia entre distintas religiones. Hay desunión entre los que nos declaramos cristianos. La unidad perfecta no la encontramos en las parroquias, ni en las comunidades religiosas, ni en las familias.
“Padre que sean uno como Yo y Tu somos uno” Pero Jesús, además de rezar por la unidad, nos dio un medio para superar las divisiones: “Ámense unos a otros como yo los he amado”
Es la solución, es el mandamiento. Pero somos débiles y egoístas. Necesitamos el remedio. El remedio es una comida: el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
El texto del Deuteronomio, que se proclamó, nos habla de la situación del Pueblo Elegido en el desierto. En ese largo peregrinar de 40 años el Pueblo tenía que tener claro de dónde había salido: la esclavitud de Egipto y hacia dónde iba: la Tierra Prometida, Pero debilitado, sin agua y sin pan, corría el riesgo de olvidar las dos cosas, Dios, compadecido, hizo brotar agua de la roca y lo alimentó con el maná.
Jesús en el evangelio nos dice que es Él el verdadero maná. El maná del desierto le sirvió al Pueblo para sostener sus fuerzas físicas. El maná, que es el Cuerpo de Cristo, nos da ya desde ahora la vida eterna y siembra en nuestro cuerpo la semilla de la resurrección.
San Pablo en la carta a los Corintios nos indica el primer efecto del comer el Cuerpo y beber la Sangre de Jesús: la unidad en Cristo: “Formamos un solo Cuerpo porque participamos de un único pan”.
San Agustín profundiza y desarrolla esta verdad. Cristo es la cabeza, los cristianos somos sus miembros. Los miembros no están separados de la Cabeza porque es un Cuerpo vivo. Cuando en la Eucaristía recibimos a la Cabeza, recibimos también a sus miembros, todos los bautizados. Allí se curan las heridas, allí se suturan las divisiones, allí se superan los egoísmos. La Eucaristía es antídoto de los egoísmos y fermento de unidad.

Cuando comulgamos con el Cristo que murió y resucitó por nosotros, comulgamos también con los mártires de hoy que también están muriendo por nosotros. Cuando comulgamos el Cuerpo de Cristo, clavado en la cruz por nosotros, comulgamos con todos sus miembros que hoy están sufriendo en distintas cruces; las cruces de las injusticias, las cruces de las víctimas de violencia, las cruces de los destierros, las cruces de las enfermedades. Cuando comulgamos con Cristo,”hecho pecado” por nosotros, comulgamos con nuestros hermanos con quienes compartimos el pecado para poder compartir la misericordia. Cuando comulgamos con Cristo, que se hizo en todo semejante a nosotros, compartimos con nuestros hermanos sus alegrías y esperanzas y sus sufrimientos y angustias. Cuando comulgamos con Cristo,  sentado glorioso a la derecha del Padre, comulgamos con la Virgen María y todos los santos, comulgamos con nuestros seres queridos que han muerto y ya están gozando en el cielo.

domingo, 25 de diciembre de 2016

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN LA NOCHE DE NAVIDAD 2016

San León Magno: “Que nadie se considere excluido de esta alegría, porque el motivo de gozo es común a todos: nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos. Alégrese, entonces, el santo porque se acerca a la victoria, regocíjese el pecador, porque se le ofrece el perdón, anímese el pagano porque es llamado a la vida”.
¿Quiénes se alegraron en la primera Navidad? Los santos: María y José; los pecadores: los pastores de Belén; los paganos: los Magos de Oriente.
Pero ¿Quiénes somos los pecadores, o cuando somos pecadores? Somos pecadores cuando reconocemos el deber ser, el valor, pero por debilidad obramos en contra. Acepto el valor de la obediencia, pero en esta determinada circunstancia soy débil y desobedezco; acepto el valor de la fidelidad pero en este caso soy débil y soy infiel, La Navidad, el Niño de Belén ofrece el perdón al pecador.
¿Quién no se alegró en la primera Navidad? El Rey Herodes no se alegró sino todo lo contrario. ¿Por qué? Porque era corrupto. Es el realismo del evangelio de Juan: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” Jn 1,11.
El corrupto no acepta los valores, se maneja con antivalores.
El corrupto no puede alegrarse con la Navidad, porque su corrupción quita la alegría a los demás. La corrupción quita la alegría al niño o a la chica sometidos sexualmente, o sometidos a trabajos de esclavos, o forzados a manejar armas mortales en la guerra. La corrupción quita la alegría al que carece de lo necesario para vivir; no hay corrupción sin daño social. Hay corrupción siempre que se subvierten o alteran los valores. Hay corrupción en política cuando no hay independencia en los tres poderes; hay corrupción cuando los legisladores no cumplen o mal cumplen sus deberes de legislar para bien de todo el pueblo; hay corrupción cuando los jueces no dictan sentencias según justicia sino influenciados por conveniencias personales o sobornados por dádivas; hay corrupción cuando los abogados se compran o se venden; hay corrupción en los sacerdotes cuando su primer valor no es la salvación de las almas, ley suprema de la iglesia; hay corrupción gravísima con el narcotráfico que destruye las personas y la nación; y el narcotráfico supone una cadena de corruptos: los que elaboran la droga, los que la traen, los que la venden y los que desde el poder protegen a todos los anteriores. Hay corrupción en los políticos cuando para ellos la política en lugar de ser “una altísima vocación y una las  formas más preciadas de la caridad por que busca el bien común” se transforma en una herramienta para un bien personal que destruye a los demás y a todo el país.
Pero ¿qué tenemos que hacer nosotros ante esta triste y muchas veces trágica realidad enfrentada a la invitación a la alegría que nos hace San León Magno? Evidentemente nosotros tenemos que sentirnos interpelados cuando nos dice: “alégrese el pecador porque se le ofrece el perdón”, pero también es nuestra misión llevar a los demás la buena noticia, como los pastores de Belén, como ellos tenemos que contar “lo que nos han dicho del Niño”. Los cristianos tenemos que ser para los no creyentes “la estrella de los magos” que los lleve a adorar al Niño. 

jueves, 24 de diciembre de 2015

FELIZ NATIVIDAD DEL SEÑOR 2015

“Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; él será llamado Dios admirable, Príncipe de la paz, Padre para siempre, y su reino no tendrá fin”
(Misa de la Aurora)

Bellester Peña



Que la mano del Niño Dios nos bendiga.
Que de la mano de María aprendamos a orar contemplando y de la mano de José a escuchar obedeciendo.

Feliz Navidad les desea la Comunidad Monástica de
El Siambón
2015

lunes, 28 de septiembre de 2015

HOMILÍA DEL PADRE ABAD EN EL DOMINGO XXVI (B)

Ilustración de Ballester Peña

Num 11,16-17.24-29  Sant 5,1-6  Mc 9,38-43.45.47-48
Los invito a reflexionar sobre dos temas importantes de la Palabra de Dios de este domingo.
El primero se encuentra en la primera lectura y en el Evangelio. Es una advertencia contra el peligro de los grupos cerrados, contra el peligro de no aceptar la generosidad de Dios y querer imponerle nuestras mezquindades.
En la primera Lectura es Josué que le dice a Moisés que les prohíba a Eldad y Medad que sigan profetizando porque no habían cumplido con el requisito de acudir a la Carpa del Encuentro; pero Dios igual les había dado el espíritu de profecía. No dice el texto la razón por la cual no habían acudido a la Carpa del Encuentro. Como Josué también nosotros podemos caer en la tentación de no aceptar la profecía porque “el profeta” no cumple con “nuestros requisitos legalistas”
En el evangelio es el apóstol Juan el que intenta impedir a un exorcista que siga expulsando demonios en nombre de Cristo “porque no es de los nuestros” y Jesús lo reprende porque “el que no está contra nosotros, está con nosotros” Dios no se ata a los “estadísticas” de la Iglesia Católica. Luther King era de la iglesia bautista y Gandhi no era cristiano y cuánto evangelio trajeron al mundo; sin ellos la historia de la salvación quedaría empobrecida… Un desafío del ecumenismo es descubrir la acción de Dios en los que no son estadísticamente católicos o cristianos.
La descripción del juicio final que nos trae el evangelio de San Mateo en su capítulo 25 es iluminadora. Los buenos lo atendieron a Cristo sin conocerlo “¿Cuándo te vimos?...  Y algunos de los que recibieron esta atención eran delincuentes “Estuve preso…”
El segundo tema lo encontramos en el evangelio: “Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala…” Una primera tentación es hacer una lectura fundamentalista y decirnos cortarme una mano o arrancarme un ojo es un disparate, y sin más dar vuelta de página y a otra cosa… Esta tentación se vence con oración y estudio. ¿Qué nos quiso decir Jesús? Estamos en el capítulo 9 de Marcos; hace 4 domingos (22) leíamos en el capítulo 7: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. 21 Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, 22 los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. 23 Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.  Entonces no es la mano, el pie o el ojo el que comete el pecado; el pecado lo cometo en el corazón. Cortarse la mano, arrancarse el ojo son figuras, son símbolos; lo que tengo que hacer es dejar que el Señor me arranque el corazón de piedra y me ponga un corazón de carne, como promete el profeta Ezequiel 36,26. El arrancar el corazón de piedra es más exigente que cortarse una mano, aunque no parezca. Jesús es radical en sus exigencias: “El que no tome su cruz para seguirme no es digno de mí. El que se aferre a su vida la perderá; el que la pierda por mí la conservará” Mt.10,38-39.

domingo, 19 de julio de 2015

HOMILÍA DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Ilustración Ballester Peña

“Jesús se compadeció de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”.

Introducción
Éstas son las últimas palabras de las tres lecturas que acabamos de escuchar. O habría que decir: que recién se nos hicieron presentes[1].

Necesidad
Primero Jesús comienza mirando la necesidad de los apóstoles, necesidad que no mira a algo que sea extraño o que parezca oculto: simplemente los apóstoles están cansados, y lo único que necesitan es descansar, estar a solas. Y simplemente les dice: “vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”.
Luego, inmediatamente, también se compadece de la gente “porque eran como ovejas sin pastor”.
Son dos grupos diferentes: uno, el de los apóstoles; el otro, la muchedumbre. En ambos se manifiesta una necesidad. En ambos se vela y se cubre por la necesidad. Por ambos grupos está Jesús presente, presente a todos y cada uno.

¿Qué presencia es esa? <Jesús Pastor>  

Si a la muchedumbre es Jesús quien “estuvo enseñándoles largo rato”, significa que los apóstoles pudieron descansar. Y si a la muchedumbre le “estuvo enseñándoles largo rato”, quiere decir que en ese momento sí tenían quien los apacentara en esos pastos de enseñanza.
Como vamos viendo los dos grupos van teniendo aquello que les faltaba, aquello de  que adolecían. Los primeros, descansando, aprenden aquello que van escuchando que se les dice a los segundos. Éstos les muestran a los primeros el modo en que van escuchando, ya que así se van preparando, ambos, para lo que va a venir a continuación: el evangelio de hoy no lo trae pero ya sabemos que es la primera multiplicación de los panes. Ya que ambos grupos tienen hambre y están en un lugar apartado.
Y nuevamente la presencia de Jesús da calma y paz a ambos grupos[2]; nuevamente Jesús con su presencia va preparando hasta lo más hondo del hombre, para poder  encontrar aquello que le falta: el pastor en la persona de Cristo.

Sombra y luz en la imagen del pastor
Y en la imagen del pastor se muestran, y casi al mismo tiempo, se nos esconden ámbitos que tendrían que quedar manifestados.
 Por la época en que andamos,  hay datos que se nos escapan, ya no hay tantos pastores de rebaños ante nuestros ojos, la misma civilización nos ha ocultado estas formas semejantes que antaño no necesitaban tanta explicación. Pero sigue siendo una analogía, es decir que tiene algo de semejante y algo en lo que no participa de esa semejanza.
Y por el otro lado está “lo que es manifiesto”. Lo que es manifiesto no tiene por qué ser de una comprensión clara, que no haya nada qué preguntar. Simplemente lo manifiesto es de ese modo; y puede llegar a ser una manifestación en la que uno quede “cegado” ante tal efecto, imposibilitado de llegar a la causa.
Pero me preguntarán, ¿a dónde me voy dirigiendo? Quiero que lleguemos juntos a la presencia del Pastor, de Aquel que Es. Sin el más simple temor incluso de quedar como ‘cegados’, ya que se nos dijo: “mis ovejas escuchan mi voz”, entonces otro sentido nos proveerá su presencia. Presencia que sabemos que es única como Uno que es.
Pero, ¿por qué este afán ahora de la presencia?

Presencia e imagen
Se van entrelazando presencia e imagen del pastor. Pastor que en su presencia y por su presencia se manifiesta en sus acciones; que cuáles son éstas: obtención del descanso, alimento, y la del guía que conduce.
Descanso, alimento, conducción, son también palabras que toman su imagen de la del pastor. Y éstas quedan explicitadas por las palabras de la carta de san Pablo a los efesios “porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un único Espíritu”.
En estas palabras se nos muestran bien quién es el acceso, el único acceso al Padre. La imagen-presencia queda completa en su explicación: él es el Pastor y Redentor.
 Fuera de él andamos errantes como ovejas sin pastor; en él nos hacemos consortes de la divinidad, participamos de una Vida en comunión, a la que hemos sido llamados antes del tiempo[3].

P. Marcelo Maciel, osb.




[1] Memoria Dei > “mis ovejas reconocen mi voz”
[2] AQUÍ: lugar de la asamblea y Momento de la palabra (función)
[3] Cfr. 23 de julio de 2006. La línea de la misión: la misión de la Iglesia no procede de una voluntad expancionista y tampoco hace el llamado de técnica publicitaria: ella nace de la compasión misma de Cristo por la gente sin guía y sin esperanza. Pero también se verá la fuente en los atributos de Dios (Ex. 34) en conjunción con la lectura de Jr. 23,1-6

lunes, 23 de febrero de 2015

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EL MIÉRCOLES DE CENIZA 2015

Ilustración Ballester Peña

Según nuestro Padre San Benito, hoy empezamos a esperar la Pascua con la alegría del deseo espiritual.
Hoy se nos va a decir: Conviértete y cree en el Evangelio, en la buena noticia, en la alegre noticia. Conviértete; parecería que es una invitación a hacer nosotros el esfuerzo de convertirnos… Pero San Pablo mira desde un ángulo distinto; él con sus compañeros de apostolado, como embajadores de Cristo nos dice: “Les suplicamos, en nombre de Cristo, déjense reconciliar con Dios”. Convertirnos es, entonces, dejarnos justificar por Cristo a quien el Padre lo identificó con nuestro pecado para que nosotros quedáramos perdonados. Es el tiempo favorable, es el día de la salvación…
El profeta Joel ya nos había motivado a la vuelta a Dios, a la conversión; volvemos a Él porque es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en amor, y se arrepiente de sus amenazas. Dios al ofrecernos su perdón, la reconciliación, pone en juego su prestigio, el honor de su nombre; “¿por qué se ha de decir entre los pueblos: ¿dónde está su Dios?”
Dijimos, al principio, que para San Benito la cuaresma era tiempo de alegre espera; pero para él, es también tiempo de purificación: 
Lo cual cumpliremos dignamente si reprimimos todos los vicios y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. Por eso durante estos días impongámonos alguna cosa más a la tarea normal de nuestra servidumbre: oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebida, de suerte que cada uno, según su propia voluntad, ofrezca a Dios, con gozo del Espíritu Santo, algo por encima de la norma que se haya impuesto; es decir, que prive a su cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueño, de las conversaciones y bromas”.
San Benito nos habla de dos prácticas tradicionales en el judaísmo y asumidos por la iglesia: ayuno y oración. No habla de la limosna, la tercera práctica tradicional, seguramente porque esta no es competencia del monje sino del abad y el ecónomo. Jesús en el evangelio, que escuchamos, nos habla de las tres prácticas y nos da la gran advertencia: no hacerlas para figurar sino en secreto, a la vista del Padre que ve en lo secreto.
San Benito nos pide más tiempo de oración; más tiempo de Lectio Divina, pero sobre todo un plus en la calidad: lágrimas y compunción del corazón. Para los ayunos nos aconseja que no sea una decisión tomada “sin permiso del padre espiritual”…
¿Y la limosna?
Dijimos que la RB no la incluye entre las prácticas cuaresmales de los monjes; pero podemos hacernos algunas preguntas esclarecedoras. Para dar limosna la primera pregunta es ¿Qué necesita el otro?, la segunda es ¿tengo lo que él necesita?
No tenemos que reducir la posibilidad de limosna al dinero o cosas materiales… En mi comunidad, en mi familia, en mi parroquia, en mi barrio ¿qué necesidad hay? Que tengo yo para solucionar o al menos paliar esas necesidades… Puede haber gente necesitada de orientación, de consuelo, de una mano en algún trabajo…
Para la cantidad de esa ayuda Madre Teresa de Calcuta daba una medida: “hasta que duela”.

lunes, 24 de noviembre de 2014

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY, Fiesta patronal del Monasterio y titular de la Iglesia del Monasterio

(Ilustración de Ballester Peña)

HOMILÍA DEL ABAD BENITO VERONESI 

Ez 34,11-12.15-17; 1 Cor 15,20-26.28; Mt 25,31-46

La fiesta de Cristo Rey es tan rica de contenido que la Iglesia la presenta en los tres ciclos con lecturas bíblicas distintas, subrayando así cada año aspectos distintos de la misma. Y, por otra parte, estas lecturas son tan ricas que dejan la posibilidad de meditarlas desde distintos ángulos.
La Palabra de Dios siempre ilumina el Misterio, y el Misterio iluminado ilumina a su vez la historia y la vida del hombre.
La profecía de Ezequiel  nos dice cómo ejerce Cristo su Reinado y cómo tienen que ejercer el poder los gobernantes del mundo. El verdadero REY de Israel era Dios, los reyes eran simples lugartenientes de Dios. Ezequiel en su profecía presenta al rey como pastor. La misión del pastor, del rey, era cuidar de las ovejas, de las débiles no oprimir a las fuertes. Pero los reyes, los pastores no cumplían; eran explotadores. Dos veces en el texto proclamado Dios habla de “mi rebaño” y dos veces de “mis ovejas”. Dios va asumir personalmente el gobierno, el pastoreo “yo mismo apacentaré a mis ovejas”.
La carta a los Corintios nos dice cuál es el objetivo que tiene Cristo en su gobierno y como lo ejerce. Da su vida y resucita para la construcción del reino y logrado esto no lo guarda egoístamente para sí sino que se lo entrega al Padre.
Lamentablemente en nuestra patria estamos viviendo un proceso electoral anticipado y  más lamentable todavía, es el modo de encararlo. Puedo estar equivocado; pero uno queda con la impresión de que no se piensa en la patria sino en intereses egoístas… Cristo Rey ya desde chiquito fue rechazado…Un himno de Epifanía canta: Por qué temes, oh Herodes, que Dios venga a la tierra de que es Rey eterno si él no quita los reinos terrestres sino que da los celestiales reinos”… Nuestra patria necesita candidatos dispuestos al servicio con una honestidad inquebrantable… Alguien propuso la idea de que los próximos candidatos se comprometan formal y públicamente a luchar contra la corrupción y la impunidad. El Papa Francisco dijo que un camino para llegar a la unidad de todos los creyentes en Cristo podría ser el trabajar juntos. Trabajar por salvar a la patria del abismo que representa la corrupción y el narcotráfico podría ser un desafío para todos los argentinos que creemos en Cristo y su Reino…
San Juan en su evangelio, 12,20-22, inmediatamente después de la entrada de Jesús en Jerusalén, dice que unos griegos querían ver a Jesús y se lo dicen a Felipe, este a Andrés y los dos juntos a Jesús… Sabemos de algunos santos, más bien poquitos, que han visto a Jesús… Evidentemente que a todos nos gustaría este regalo; pero no somos dignos… Jesús en el evangelio, que acabamos de escuchar, nos dice que lo podemos ver muy seguido; pero con la condición de que la cosa no quede  en una mirada estéril e infecunda… “Señor ¿cuándo te vimos  hambriento, y te dimos de comer;  sediento, y te dimos de beber?  ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?  ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Cristo Rey nos invita a verlo en todo hombre necesitado. Cristo Rey nos invita a servirlo en todo hombre necesitado.
Por nuestro bautismo somos reyes con Cristo; por nuestro bautismo tenemos que ser reyes como Cristo. Dispuestos a dar la vida para la construcción del Reino; dispuestos a entregar al Padre junto con Cristo su Reino.