sábado, 6 de febrero de 2016

San Anselmo de Canterbury: Oración a santa Magdalena en consideración del camino de amor entre Cristo y ella III y última parte.

“Pero ¿cómo me atrevo yo, tan miserable, sin amor, a expresar el amor a Dios y la bienaventurada amiga de Dios? ¿Cómo va a desprender mi corazón ese buen olor, si no contiene en sí ningún sabor? ¡Ay! Tengo conciencia de ti, ¡oh verdad! Tú me eres testigo, ¡oh Señor, mi dulce Jesús!, de que hago esto por amor de tu amor. Yo siento que tu amor se enciende en mí, porque tú mismo lo ordenas, no deseo amar más que a ti solo y sacrificar por ti mi espíritu afligido, mi corazón contrito y humillado (S 50, 19). Dame Señor, en este destierro, el pan del dolor y de las lágrimas, de las que tengo hambre más que de la abundancia de delicias. Escúchame a causa del amor y de los méritos de María, tu muy amada; no desprecies, ¡oh dulce Redentor Jesús!, la oración de un indigno que ha pecado contra ti, sino ayuda más bien los esfuerzos de un enfermo que te ama; arranca mi corazón de su tibieza, y  por el fervor de tu amor haz que alcance la eterna contemplación de tu gloria, ¡oh Dios!, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, como Dios, en todos los siglos de los siglos. Así sea”.

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