SAN GREGORIO, DIÁLOGOS
II, C. 14: LA SIMULACIÓN DESCUBIERTA DEL REY TOTILA.
1. En tiempos de los Godos, su rey Totila oyó decir que el hombre
santo estaba dotado del espíritu de profecía. Entonces se dirigió hacia su
monasterio, y a poca distancia se detuvo y le anunció su llegada. Cuando de
inmediato le comunicaron desde el monasterio que podía ir, él, descreído como
era, trató de averiguar si el hombre de Dios poseía en realidad espíritu
profético. Prestó su calzado e hizo vestir con la indumentaria real a uno de
sus escuderos, llamado Rigo, ordenándole que se presentara ante el hombre de
Dios como si fuera él mismo en persona. Como séquito envió a tres condes, más
allegados a él que los demás: Wulderico, Rodrigo y Blindino, para que,
caminando al lado de aquél, fingieran ante los ojos del servidor de Dios que se
trataba realmente del rey Totila. Le añadió otra comitiva y escuderos a fin de
que, tanto por estos honores como por los vestidos de púrpura, hiciera creer
que era el mismo rey.
2. Cuando Rigo, ostentando las vestiduras reales y rodeado de numeroso
séquito, llegó al monasterio, el hombre de Dios se encontraba sentado a
considerable distancia. Al verlo llegar, cuando pudo hacerse oír, le gritó:
“Quita, hijo, quítate lo que llevas. No es tuyo”. Rigo cayó al instante en
tierra y quedó sobrecogido de temor por haber tenido la osadía de burlarse de
hombre tan grande. Y todos los que lo habían acompañado a ver al hombre de
Dios, cayeron consternados en tierra. Al levantarse, no se atrevieron a acercársele,
sino que, volviéndose a su rey, le contaron temblando con qué prontitud habían
sido descubiertos.
Cap. 15: LA PROFECÍA PROFERIDA ACERCA DEL MISMO REY TOTILA.
1. Entonces el rey Totila fue personalmente a ver al hombre de Dios.
Cuando de lejos lo vio sentado, no se atrevió a acercarse y se postró en
tierra. El hombre de Dios le dijo dos o tres veces: “Levántate”. Pero él no se
animaba a levantarse en su presencia. Entonces Benito, el servidor del Señor
Jesucristo, se dirigió él mismo hacia el rey que permanecía postrado. Lo
levantó del suelo, lo reprendió por sus acciones y en pocas palabras le anunció
todo lo que le iba a suceder, diciendo: “Estás haciendo mucho daño, y mucho
daño ya has hecho. Reprime por fin de una vez tu maldad. Entrarás por cierto en
Roma y atravesarás el mar, reinarás durante nueve años y al décimo morirás”. 2.
Al oír estas palabras el rey quedó visiblemente aterrado. Pidió la oración de
Benito y se retiró, y desde aquel momento fue mucho menos cruel. Poco tiempo
después entró en Roma, llegó luego a Sicilia y al décimo año de su reinado, por
disposición de Dios omnipotente, perdió el reino junto con su vida.
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