El martes que viene la Iglesia nos hará proclamar en el evangelio el anuncio del Ángel, el SI de María y la encarnación del Hijo de Dios. Este evangelio ya se nos había proclamado el 8 de Diciembre en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. María, después de Jesús, es evidentemente la principal protagonista en el Adviento y la Navidad.
El evangelio de hoy nos presenta a San José, su vocación, su misión. Su protagonismo va, evidentemente, ligado al de su esposa la Virgen María. El texto inmediatamente anterior al evangelio de hoy es la genealogía de Jesús: “Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Mesías”.
La genealogía en la redacción de Mateo, nombra a pocas mujeres y siempre da el nombre del varón que engendra y como entre paréntesis dice: “de tal” por ejemplo: “David engendró, de la mujer de Urías, a Salomón”. Aquí no podía decir: “José engendró, de María, a Jesús”. La genealogía queda sorpresivamente cortada…Jesús hijo de María; pero no descendiente de David…
Sin el Sí de María no tendríamos la encarnación del Hijo de Dios; sin el Sí de José no habría continuidad entre las promesas del AT y Jesús, todas las promesas sobre el Mesías, hijo de David, no tendrían sentido. El Ángel le dice a José: “José, hijo de David” Es José, el padre adoptivo legal, el que le asegura a Jesús el ser descendiente de David anunciado por los profetas, el que le asegura a Jesús “que su reino no tendrá fin”. Es José el que le entrega a su hijo Jesús la fidelidad de Dios a sus promesas.
Pero, ¿cómo se desarrolló todo esto? ¿Cuál fue el contexto de esta vocación de José, de esta invitación que Dios le hace a asumir este rol tan importante en la historia de la salvación?
El evangelio nos cuenta las dudas de José, su noche oscura, su doloroso discernimiento del proyecto de Dios sobre él. José se encuentra ante el hecho de que María, su prometida, está embarazada, y sabe que él no es el padre de la creatura porque “todavía no habían vivido juntos”. “José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto”.
Hay dos interpretaciones de esta situación.
La primera es que José, pensando en la infidelidad de María, resuelve abandonarla en secreto porque no quiere ser él el que la denuncie y la exponga a la sentencia de muerte por lapidación, que correspondía, según la ley de Moises, a las mujeres adulteras.
La segunda interpretación, que se abre a conclusiones teológicas muy hondas, y subraya y explica mejor la gran vocación de José, parte de la hipótesis de que José antes que le hablara el Ángel, ya conocía el misterio que encerraba su esposa en su seno virginal. Lo sabía porque se lo había explicado María o porque se lo había revelado Dios. Ante este misterio, al ver que Dios se había apoderado de su esposa, María, para una misión tan grande, decide hacerse a un lado y dejar actuar a Dios sin interferir en un proyecto que lo desborda totalmente. Acepta que Dios le haya hecho pedazos todos sus proyectos. Aceptación evidentemente desgarradora, que implicaba un vaciamiento total, quedarse sin nada en la mente y en el corazón. Pero Dios no es un Dios cruel que se divierte en rompernos proyectos. Cuando nos rompe nuestros proyectos chiquitos y nosotros aceptamos y esperamos, como José, Él interviene. Con José actuó así: Por medio del Ángel le revela a José su importantísima misión: no tiene que hacerse a un lado, sino todo lo contrario, él será parte importantísima del misterio. “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa…Ella dará a luz un hijo a quien pondrás el nombre de Jesús” Imponer el nombre correspondía al papá. La misión de José será ser padre legal de Jesús, transmitirle todos los derechos del heredero de David y ser su protector y el protector de la madre, su esposa María.
“Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.”
¡Gracias, San José, por tu Sí!
Los evangelios no nos traen ninguna palabra de San José, nos traen hechos, su obediencia total, sin preguntas y sin objeciones.
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