viernes, 9 de diciembre de 2016

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA 2016


Estamos celebrando la gran fiesta, solemnidad, de la Inmaculada Concepción. Celebramos a la Virgen concebida sin pecado original. Nosotros somos redimidos, purificados del pecado original, por la sangre de Cristo, en el bautismo; y de todos los pecados, cometidos después del uso de razón, si nos arrepentimos y pedimos perdón. La Virgen María también fue redimida por la sangre de su hijo Jesús, derramada en la cruz. Pero para la Virgen la cosa fue distinta: por la sangre preciosa de Cristo fue preservadade todo pecado, no la tocó el pecado, concebida sin pecado y nunca tocada por ningún pecado.
Hoy nosotros estamos de fiesta; pero sobre todo la Virgen, nuestra Madre, está de fiesta porque tantas personas, tantas familias, tantas comunidades cristianas han venido con la imagen de la Madre a decirle que la quieren, a darle gracias, a presentarle sus necesidades. ¡Qué lindo!  La Iglesia está contenta con todo esto; pero nos pide que todo esto no sea algo pasajero, de un solo día sino que sea un nuevo compromiso de imitar sus virtudes. El evangelio de hoy nos ilumina sobre las virtudes más sobresalientes de María que tenemos que imitar.
María, Virgen de la escucha: Oye atenta las palabras del Ángel.
María, Virgen de la alegría: ¡Alégrate María!
María Virgen, abierta al don de Dios, a la Gracia, que había recibido en su Inmaculada Concepción y había dejado que creciera hasta ahora en la Anunciación.
María Virgen del SI al proyecto de Dios .Acepta la misión, la más grande encomendada a un ser humano: ser la Madre del Salvador. Cuando María da su SI, “¡Que se cumpla en mí tu Palabra!” El Hijo de Dios se hace hombre en su seno virginal. María Madre de Dios.
María nos enseña entonces que ante la propuesta de Dios, nuestra respuesta también tiene que ser SI, “Que se cumpla en mi tu Palabra, tu proyecto”
Pero ese Sí inicial de María se tuvo que ir confirmando a través de su vida y en circunstancias terriblemente duras. Cuando ya próxima al parto tiene que emprender el viaje de Nazaret a Belén. Cuando en Belén no encuentra techo que cobije a su Hijo al nacer. Cuando tiene que huir a Egipto porque el rey Herodes quiere matar a su Hijito. Todo esto se dice muy fácil; pero tenemos que saber tomarle el peso a estas dolorosísimas pruebas y así valorar la valiente fidelidad de María. 
La Iglesia la invoca a María como Reina de los mártires. María no murió de muerte violenta, no derramó su sangre; pero fue mártir al aceptar que su Hijo muriera en la cruz para la salvación del mundo. María fue mártir en el Calvario, María fue mártir cuando tuvo en sus brazos a su Hijo muerto.
Yo no sé cuánto dolor traen ustedes hoy en su corazón; pero sí sé que hoy la Virgen nos dice a todos que, como estuvo de pie junto a la cruz donde agonizaba su Hijo, también quiere estar con nosotros a los pies de la cruz de cada uno de nosotros. Quiere estar con nosotros para iluminarnos en nuestras oscuridades, para decirnos que todo dolor aceptado y asumido es fecundo.
Que María, Madre de dolores y esperanzas, los acompañe hoy y siempre.

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