domingo, 21 de mayo de 2017

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL SEXTO DOMINGO DE PASCUA 2017

Primera Lectura:
El texto inmediatamente anterior narra cómo después del martirio de Esteban se desencadena una vienta persecución a la naciente iglesia de Jerusalén. Todos, menos los apóstoles, abandonan Jerusalén. Pero no es una huída cobarde sino una partida en misión. “Los dispersos recorrían el país (Galilea y Samaría) anunciando la Buena Noticia” Felipe evangeliza con excito en Samaría y “fue grande la alegría en aquella ciudad”
A nosotros nos cuesta descubrir en las aparentes desgracias y fracasos el principio de una nueva fecundidad; a nosotros nos cuesta no perder el ánimo en las dificultades o persecuciones y vencer, como los primeros cristianos, la tentación de abandonarlo todo y escondernos; a nosotros nos cuesta en las contradicciones una llamada a una nueva misión.
Los apóstoles, desde Jerusalén, se enteran de la conversión de los samaritanos y envían a Pedro y Juan para alentar a la nueva comunidad naciente. Estos al llegar comienzan con la oración pidiendo que el Espíritu Santo la fecundice.
Segunda Lectura:
 San Pedro, o un discípulo suyo, exhorta a los cristianos a dar razón de su esperanza a quien se la pida. Este pedido puede ser hecho de buena fe o como un desafío; puede ser hecho explícitamente o implícitamente por tantos que buscan a Dios sin saberlo, pero con sincero corazón.
Evidentemente la razón honda y firme  de la esperanza cristiana es la resurrección de Cristo, garantía de nuestra propia resurrección; es el kerigma cristiano. ¡Cristo resucitó! Lo podemos proclamar con palabras, pero sobre todo lo tenemos que proclamar con nuestra vida. A los paganos les llamaba la atención la esperanza de los cristianos manifestada en su alegría y su valiente actitud ante la persecución y el martirio. Nosotros con nuestra alegría tenemos que dar razón de nuestra esperanza. Pero no se trata de una alegría alienada, que no capta la realidad, muchas veces amenazante y adversa. No se trata de una alegría porque todo nos va bien; se trata de la alegría de Cristo que aceptó la crucifixión y  venció a la muerte. San Pablo les dice a los Tesalonicenses:          “No lloren como los que no tienen esperanza” ( 1ª 4.13) Los cristianos damos razón  de  nuestra esperanza porque sufrimos y lloramos de una manera distinta de cómo sufren y lloran los que no tienen fe.
Evangelio:
El texto de hoy es continuación del que se proclamó el domingo pasado. Allí Jesús les decía a sus discípulos: “Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar; volveré otra vez para llevarlos conmigo a fin de que donde yo esté estén también ustedes” (14,3). Es decir, Jesús se va y después de un tiempo vuelve a buscar a sus discípulos, esto es: hay un tiempo en que Jesús estará ausente.
En el evangelio de hoy Jesús les dice: “Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes” (14,20). Esto es: hay una presencia fuerte y constante de Jesús. Estamos ante el misterio de la ausencia y presencia de Jesús.
La ausencia no es un misterio; es una realidad: Jesús ascendió al cielo y está sentado a la derecha del Padre; físicamente no está con nosotros. Lo recordaremos en la fiesta de la Ascensión, el domingo que viene. Pero es interesante que en el Ciclo A el evangelio de esta fiesta es de San Mateo y el evangelista no habla de la Ascensión, ni de la ausencia sino de la misión que Jesús les da a sus discípulos: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” (28,18) y omitiendo referencia a la ausencia subraya la presencia: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (28,20). Mateo no explica en este pasaje el modo de la presencia.
“Yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí y yo en ustedes” No dice “con el Padre, ni conmigo ni con ustedes” sino “en el Padre, en mí, en ustedes”. Es mucho más que una simple presencia.
El Espíritu Santo, lazo de amor entre el Padre y el Hijo, es el que concretizará esta presencia de Jesús: “Yo rogaré al Padre y Él les dará otro

Paráclito para que esté siempre con ustedes”.

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