“Un icono de las Iglesias
orientales, que comienza a ser redescubierto por sus hermanas de Occidente,
expresa muy adecuadamente este misterio orante de la Iglesia en el Pentecostés
de los últimos tiempos: es el Icono de la Deesis
(Literalmente ‘súplica’, ‘ruego’,’ petición’).
En el centro, Cristo tiene en una mano el rollo de la
historia (El Cordero crucificado y resucitado) y con la otra bendice al mundo
(la efusión del Espíritu Santo): es siempre en la Ascensión donde se revela y
se realiza el misterio de la Misión. A un lado y a otro, la Virgen María y Juan
Bautista, con las manos abiertas y extendidas, no son más que oración,
intercesión, gemido del Espíritu. María esta siempre aquí, Iglesia de la
Visitación de Dios entre los hombres; pero Aquel que ella llevó y aquel que
quedó lleno del Espíritu Santo están ahora en la Liturgia Eterna.
‘Bienaventurada tu que has creído…’ (Lc
1,45), es la Bienaventuranza de la
Iglesia, porque su Compasión no puede no dar su fruto eterno”
(Jean Corbon, Liturgia Fontal, Misterio-Celebración-Vida,
Palabra, Madrid, 2009, p 258).
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