domingo, 19 de agosto de 2018

ACATISTOS AL DUCISISIMO JESUS (I)

Cantar sabiamente el “Acatistos al dulcísimo Jesús”[1]

Existe todavía…-escribió el Cardenal Spidlik- entre los Bizantinos, un ‘Oficio a Jesús dulcísimo’ que es anterior al Jubilus (Dulcis Iesu memoria[3]) de San Bernardo…[4][5].
Nosotros, que queremos aprender a orar con el espíritu y también con la inteligencia, cantar himnos con el espíritu y también con la inteligencia” (1 Cor 14, 15), nos proponemos cantar sabiamente, celebrando y saboreando, este himno litúrgico oriental, siguiendo el camino de la lectio divina[6]:
1) leyendo-oyendo atentamente el texto, por eso copiamos la versión del Acatistos al dulcísimo Jesús subida a: http://theoesis.blogspot.com.ar/2012/07/acatistos-al-dulcisimo-jesus.html[7], y en nota al pie colocamos las diferencias, aunque sean mínimas, con otras traducciones[8] para apreciar las tonalidades y matices;
2) meditando-rumiando gustosamente el contenido, por lo que colocamos algunos títulos, subrayamos posibles puntos para la meditación-colación, e indicamos otros textos bíblicos como ecos;
3) orando-dialogando silenciosamente, engrandeciendo nuestro deseo del Dulce Jesús, para que recupere su centralidad en nuestra vida.

Dos textos muy bellos, uno del magisterio contemporáneo y otro de la tradición patrística, nos proporcionan el suelo y el cielo para nuestro caminar:

El monaquismo, de modo particular, revela que la vida está suspendida entre dos cumbres: la Palabra de Dios y la Eucaristía…La Palabra de Dios es el punto de partida del monje, una Palabra que llama, que invita, que interpela personalmente, como sucedió en el caso de los Apóstoles. Cuando la Palabra toca a una persona, nace la obediencia, es decir, la escucha que cambia la vida. Cada día el monje se alimenta del pan de la Palabra. Privado de él, está casi muerto, y ya no tiene nada que comunicar a sus hermanos, porque la Palabra es Cristo, al que el monje está llamado a conformarse. Incluso cuando canta con sus hermanos la oración que santifica el tiempo, continúa su asimilación de la Palabra. La riquísima iconografía litúrgica, de la que con razón se enorgullecen todas las Iglesias del Oriente cristiano, no es más que la continuación de la Palabra, leída, comprendida, asimilada y, por último, cantada: esos himnos son, en gran parte, sublimes paráfrasis del texto bíblico, filtradas y personalizadas mediante la experiencia de la persona y de la comunidad. Frente al abismo de la misericordia divina, al monje no le queda más que proclamar la conciencia de su pobreza radical, que se convierte inmediatamente en invocación y grito de júbilo para una salvación aún más generosa, por ser inseparable del abismo de su miseria. Precisamente por eso, la invocación de perdón y la glorificación de Dios constituyen gran parte de la oración litúrgica. El cristiano se halla inmerso en el estupor de esta paradoja, última de una serie infinita, que el lenguaje de la liturgia exalta con reconocimiento: el Inmenso se hace límite; una Virgen da a luz; por la muerte, Aquel que es la vida derrota para siempre la muerte; en lo alto de los cielos un Cuerpo humano está sentado a la derecha del Padre. En el culmen de esta experiencia orante está la Eucaristía...[9].

Me parece que son cuatro las partes de la oración que me toca describir y que hallo dispersas en las Escrituras, y a cuyo modelo debe cada cual reducir, como a un todo, su propia oración. Estas son las partes de la oración. Según la capacidad de cada cual, al principio y como en el exordio de la oración, hay que dar gloria a Dios, por Cristo coglorificado, en el Espíritu Santo coalabado. Después, cada cual debe situar la acción de gracias universal por los beneficios concedidos a la comunidad y luego las gracias recibidas de Dios. A la acción de gracias parece oportuno le suceda la dolida acusación ante Dios de sus propios pecados y la petición, en primer lugar, de la medicina que lo libere del hábito y de la inclinación al pecado, y luego, del perdón de los pecados cometidos. En cuarto lugar y después de la confesión me parece que ha de añadirse la súplica implorando los magníficos bienes celestiales tanto para sí mismo, como para toda la comunidad humana, para los familiares y para los amigos. Y por encima de todo esto, la oración debe finalizar por la glorificación de Dios, por Cristo, en el Espíritu Santo. Pues es justo que una oración que comenzó por la glorificación, con la glorificación termine, alabando y glorificando al Padre de todos, por Jesucristo, en el Espíritu Santo, a quien sea la gloria por los siglos[10].


I.                   DULCE JESÚS, CREADOR Y SEÑOR

 

Kontakion[11] 1. Oh Guía, defensor en la lucha[12]. Señor, vencedor del infierno[13], ya que me has salvado[14] de la muerte eterna canto tu alabanza[15], yo, tu criatura, tu siervo. Tú, cuya misericordia no tiene límite[16], libérame hoy de todo peligro[17], Tú, a quien yo invoco[18]: Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí[19].
Ikos 1. Oh Creador de los ángeles y Señor de las potencias del cielo[20], Tú que has abierto el oído y dado la palabra al sordomudo, ilumina mi espíritu y desata mi lengua para que pueda alabar a Tu Nombre purísimo y dirigirme a Ti con este canto[21]:
Jesús, belleza luminosa[22], estupor[23] de los ángeles.
Jesús, fuerza invencible[24], liberador de nuestros padres[25].
Jesús, dulzura inmensa[26], alabanza[27] de los patriarcas.
Jesús, Señor muy amado[28], cumplimiento de los profetas.
Jesús, admirable en la fuerza[29], gloria[30] de los mártires.
Jesús, paz resplandeciente[31], alegría de los monjes[32].
Jesús, lleno de benevolencia[33], dulzura de los sacerdotes[34].
Jesús, misericordia incansable[35], regocijo[36] de los santos[37].
Jesús, purísimo[38], pureza[39] de las vírgenes.
Jesús, Tú eres desde siempre[40], salvación de los pecadores.
Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí[41].


  1. Invocación Inicial. Oración completa de glorificación de Dios, acción de gracias, petición de perdón y súplica implorando los magníficos bienes celestiales.
  2. Relación personal (yo-Tú) del orante (persona-comunidad) con el Señor. El orante: salvado, redimido, rescatado, criatura y siervo, débil y en peligro. Jesús: Hijo de Dios, Creador del universo y Señor de la Historia, Guía por el camino, Defensor-Triunfador en la lucha espiritual y Misericordia sin límite. Súplica pidiendo: líbrame, sálvame, ilumíname y desata, en el tiempo presente (“líbrame hoy”), porque ya ha experimentado la misericordia de Dios (“me has salvado de la muerte eterna”). Cada invocación reúne un doble título, uno referido al Señor en sí mismo y el otro a la creatura. Glorificación y santificación de toda la creación (ángeles y potencias del cielo, hombres), de la Historia de la Salvación (padres, patriarcas, reyes, profetas) y de la Iglesia (mártires, monjes, sacerdotes, santos, vírgenes y pecadores).
  3. Misterio de Jesucristo en su dimensión pascual: Lucha, Muerte e Infierno. Jesús es el vencedor de todos nuestros obstáculos (pasiones, pecado, muerte) en la lucha espiritual para conducirnos a la unión con Dios.
  4. Icono narrativo de la curación del sordomudo (Mc 7, 31-37): La comunidad (Iglesia) presenta al sordomudo. Jesús lo separa de la multitud (ruidos, voces, gritos) y lo lleva aparte para imponerle las manos, tocarlo. Lectio Divina y Opus Dei: primero pone los dedos en el oído (mente) abriéndolo para escuchar la palabra (“dado la palabra”), y luego con su saliva toca la lengua confusa desatándola para cantar la alabanza (Cf. Sal 50,17) al Santo y Dulce Nombre: Jesús. Referencias al bautismo: “ilumina mi espíritu” y rito del “efatá”.
  5. Textos bíblicos: Apocalipsis 19, 11-16; Isaías 35, 1-10; Mateo 15, 29-31.

[1] Este material puede utilizarse también en retiros espirituales, jornadas de oración, días de desierto personales o comunitarios (Cf. Apéndice).
[2] Abadía Cristo Rey, El Siambón, Tucumán, Argentina. Congregación Benedictina de la Santa Cruz del Cono Sur.
[3] Cf. P. E. GÓMEZ, Dulcis Iesu Memoria: El dulce método de la teología monástico medieval”, en Cistercium 254 (2010), pp. 169-224; Cistercium 259 (2012), pp. 81-132.
[4] Título de un artículo de S. SALAVILLE, RAM 25 (1949), pp. 247-259.
[5] T. SPIDLIK, “La vida en Dios” (http://ermitaniourbano.blogspot.com.ar/2009/01/la-vida-en-dioscardenal-toms-spidlik-sj.html).
[6] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación postsinodal Verbum Domini 87.
[7]file:///C:/Users/Usuario6788/Desktop/EL%20Santo%20Nombre_%20Akathistos%20a%20Jes%C3%BAs,%20Nuestro%20Se%C3%B1or.html
[8]Akathistos a nuestro dulce Señor Jesucristo, http://issuu.com/akathistoscomarca/docs/a_nuestro_dulce_senor_jesucristo_pd, (A); Akatisto a nuestro dulcísimo Señor Jesucristo, Publicaciones del Monasterio Ortodoxo Lavra Mambré, Lago Azul, Lago de Amatitlán, Villa Nueva, Guatemala, 2000, http://hogarafaelayau.org/cms/media/download_gallery/Publicaciones/B._Akatisto_a_Nuestro_Dulcisimo_Senor_Jesucristo.pdf , (B).
[9] JUAN PABLO II, Carta Apostólica “Orientale Lumen” 10.
[10] ORÍGENES, Sobre la oración, ns. 31-33.
[11] Kontakion (Griego: κοντάκιον) es un tipo de himno de ortodoxo. El término deriva de la palabra griega κόνταξ (kontax, "palo"), el eje en el que se enrolla el pergamino. Esto describe el modo en el que las palabras aparecen cuando se lee el rollo. La palabra se usaba para describir una forma de poesía bizantina cuyos orígenes datan del siglo VI, compuesta de versos o οικοι (ikoi, "casas").
[12] Conductor audaz (A), A Ti, Líder triunfante y Señor (B).
[13] Hades (B).
[14] Porque me libraste (A).
[15]Te dedico este Himno de Alabanza (A), Te ofrezco un canto de alabanza (B).
[16] Porque tú tienes una misericordia indecible (A), y por Tu inefable bondad amorosa (B).
[17] Sálvanos de todos los males (A).
[18] Te invocamos (A), para que pueda implorarte (B).
[19] Oh Jesús Hijo de Dios: ten piedad de nosotros (A).
[20] De los Ejércitos (B).
[21] Abre nuestra mente incapaz y nuestra lengua para alabar tu nombre purísimo, como una vez abriste los oídos y la lengua aquel que era sordo y mudo, para que con nuestra voz te podamos invocar (A),…desde antaño abriste el oído y la lengua del que estaba sordo y mudo, abre ahora mi mente y lengua confusas para alabar Tu Santísimo Nombre, para que pueda clamar a Ti (B).
[22] Maravilloso (A).
[23] Asombro (A).
[24] Fortaleza (A), Poderosísimo (B).
[25] Salvador de los antepasados (A), Libertador de los Antepasados (B).
[26] Dulce (A), Dulcísimo (B).
[27] Orgullo (A), Exultación (B). Se agrega: Jesús glorioso, sustento de los reyes (A).
[28] Amadísimo (A), Muy deseado (B).
[29] Venerable (A), Alabadísimo (B).
[30] Salvador (A), Constancia (B).
[31] Silencioso (A), Muy gozoso (B).
[32] Consuelo de los Monásticos (B).
[33] Piadoso (A), muy compasivo (B).
[34] Presbíteros (B).
[35] Misericordioso (A), Misericordiosísimo (B), Jesús dulce (A), Muy tierno (B). Se agrega: resistencia de los hambrientos(A), Abstinencia de los que ayunan (B).
[36] Fulgor (A).
[37] Tus similares (A), Gozo de los Justos (B).
[38] Honorable (A).
[39] Castidad (A), Sobriedad (B).
[40] Eterno (A).
[41] Ten piedad de nosotros (A).

Pedro Edmundo Gómez, osb.

(Texto íntegro publicado en "Cantar sabiamente el Acatistos al dulcísimo Jesús”, Nova et Vetera 81-82 (2016), pp. 199-227).

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