sábado, 27 de octubre de 2018

ABAD BENITO VERONESI OSB. IN MEMORIAM




A un año de su Pascua recordamos su figura de monje, sacerdote y abad.





CONTEXTO FAMILIAR



“Abandonó la casa paterna buscando sólo a Dios”

Diálogos II, Prólogo 1.



Nace el 4 de septiembre de 1937 en el seno de una familia de inmigrantes italianos que se establecen como agricultores en la campiña de Gualeguaychú, Entre Ríos.

Benito es el duodécimo de catorce hermanos, quedando como el menor del hogar por fallecimiento a poco de nacer de las dos niñas que lo siguieron.

Sus padres, de honda raigambre cristiana, educaron a sus hijos en su fe profunda, alimentada con la práctica religiosa y la oración en familia. La misa dominical era sagrada, cuando las distancias, las lluvias y los caminos de tierra lo permitían. En su defecto, era seguida por radio por toda la familia. Así mismo, a la noche, no se concluía la jornada sin el rosario en familia.

Sostenían este clima las periódicas misiones rurales que, en la zona organizaba un sacerdote benedictino de la Abadía de Niño Dios, estableciendo su centro de irradiación en la casa familiar.

En este contexto, Benito aprendió el catecismo antes que las letras; y a la edad de siete años hizo su primera comunión preparado por su hermana mayor, dada la imposibilidad de acceso a la catequesis parroquial.





EL LLAMADO



“Debe estar atento para ver si el novicio

busca verdaderamente a Dios,

si es pronto para la Obra de Dios,

para la obediencia y las humillaciones”

(RB 58,7)



La vocación a la vida consagrada es siempre un misterio del amor de Dios no supeditado a tiempo y espacio, ni a los criterios de la sabiduría humana. Dios llama cuando quiere y como quiere en los más variados contextos. Esto no impide que pueda haber climas humanos y espirituales que favorezcan la escucha del llamado de Dios.

Es lo que sucedió en el caso de Benito. No tenían aún los nueve años cumplidos cunado ingresó al “oblatado” (=seminario menor) de la Abadía de Niño Dios.

Y mejor que a nadie se le ocurriera sugerirle que a esa edad ingresaba sin tener idea de vocación o, simplemente por seguir el camino que otros mayores de la familia habían emprendido. Podía tener una respuesta rápida, aguda, ríspida y cortante, muy de acuerdo a su carácter frontal y directo; carácter que a lo largo de su vida habría de obligarlo al ejercicio de conjugar franqueza con amabilidad; sinceridad y verdad con caridad y deferencia, virtudes indispensables para toda relación humana en la vida comunitaria.

En la Abadía junto a la formación monástica cursó todos los estudios primarios, secundarios y de filosofía y teología. De brillante inteligencia, los estudios nunca fueron para él un problema.

Terminado su año de noviciado hizo sus primeros votos monásticos en Niño Dios el 21 de marzo de 1957.





EN EL SIAMBÓN



“Elíjase como ecónomo del monasterio

a uno de la comunidad que sea sabio,

maduro de costumbres, sobrio y frugal,

que no sea ni altivo, ni agitado, ni propenso a injuriar,

ni tardo, ni pródigo, sino temeroso de Dios,

y que sea como un padre para toda la comunidad”

(RB 31,1-2).



Si bien Benito, el año 1956 no formó parte del elenco de fundadores del Monasterio de Cristo Rey de El Siambón, más adelante, con el recambio de Abad en Niño Dios, solicitó formar parte de la casa filial de Tucumán. El Abad atendió a su pedido y así se integró a la nueva familia monástica el 31 de Diciembre de 1959.

A partir de esa fecha compartió todas las vicisitudes del desarrollo de la vida monástica de nuestro Monasterio. Así fue completando las materias teológicas pendientes al ritmo de la vida de El Siambón: oración, estudio, trabajos, liturgia, servicios y responsabilidades. Fueron años de prolongada formación, en la que podían conjugarse los estudios con los más variados servicios comunitarios: cocina, sacristía, hospedería o atención al vecindario.

No faltaron prolongadas estadías en Buenos Aires por razones de salud aprovechadas para diversos cursos en Institutos eclesiásticos.

Durante numerosos períodos prestó el servicio de ecónomo con evidente eficiencia y creatividad.

El 11 de Octubre  de 1970 es ordenado sacerdote y pronto tiene que hacerse cargo de la atención espiritual del vecindario en plena época en que la comunidad está fuertemente inserta en el compromiso de promoción humana y social del mismo.

En los años 1974-1975 permaneció en Colombia participando en los cursos de la Universidad Católica Javeriana donde obtuvo la licenciatura en  Ciencias de la Educación – Teología Pastoral.

De regreso colabora por años en la economía y en la formación con otra interrupción de dos intensos años de estudios en San Anselmo, Roma: Agosto del 1979 a Septiembre del 1981 para una licenciatura en teología monástica. Su tesina abordó el tema de la corrección en la Regla.

De regreso retoma sus servicios en la formación y en la economía.

Exceptuando las ausencias por estudios, colaboró con el Movimiento “Puente” desde 1977 hasta su elección abacial en el año 2000. Su dedicación a “Puente” fue intensa, tanto como “brújula” de los retiros y encuentros, cuanto por su servicio de acompañamiento y dirección espiritual personal.





EL ABAD



“El abad debe acordarse siempre de lo que es,

debe recordar el nombre que lleva,

y saber que a quien más se le confía, más se le exige.

Y sepa qué difícil y ardua es la tarea que toma:

regir almas y servir los temperamentos de muchos...

Deberá conformarse y adaptarse a todos

según su condición e inteligencia,

de modo que no sólo no padezca detrimento la grey que le ha sido confiada,

sino que él pueda alegrarse con el crecimiento del buen rebaño”

(RB 2, 30-32)-



El 29 de Abril del 2000 fue elegido Abad, en un momento un tanto difícil de la vida de la Comunidad. Se terminaba un período de gobierno de Prior Administrador, que es siempre una figura que supone una situación de excepción.

El estado de la economía que heredó lo obligó a poner en acción todas sus capacidades de ecónomo y toda su tenacidad para afrontar situaciones difíciles, consciente de que si esta dimensión de la vida está en situación angustiante se vuelve estresante  para la Comunidad y condiciona su paz. Por cierto logró su objetivo: que la vida espiritual y la relación fraterna se vivieran en un clima de armonía y paz evangélicas.

Por supuesto, no pudo con su genio de ecónomo emprendedor. Con la economía bien encarrilada, se dedicó a cuanta obra se presentara de mejoras, reformas y ampliaciones en el Monasterio. Por cierto, supo asesorarse con excelentes arquitectos e ingenieros y con las necesarias consultas a la Comunidad para que en todo se respetara y mantuviera el estilo y el rostro arquitectónico del Monasterio  tal como había sido creado por su autor, el P. Juan Vicente.

Entre sus múltiples construcciones cabe señalar la que más llevaba en su corazón: la reforma del interior de la Iglesia, elogiada por cuantos especialistas la conocen. Esto culminó con la celebración tan querida y tan importante para nuestra Comunidad: la consagración del altar monolítico y de la Iglesia, llevada a cabo el 22 de Octubre del 2005 por el entonces Arzobispo de Tucumán y hoy Cardenal Luis Villalba.

No se trataba de una obra meramente material; se quería un lugar sagrado que, dentro de su austeridad arquitectónica, fuera digno y bello para el desarrollo de la vida de oración y la liturgia de la Comunidad.

En otro ámbito, durante su abadiato, el Abad Benito colaboró en la Congregación durante varios años como Secretario y como miembro del Consejo del Abad Presidente.

El P. Benito debía terminar su tercer período abacial el 29 de Abril de 2018, ya sin posibilidad de reelección; pero, el Señor se anticipó y le regaló su Pascua, sin posibilidad de otra elección, el 27 de octubre de 2017.

Que Cristo, centro de toda su vida, y María a quien consagró su servicio abacial lo hagan partícipe de su Gloria que no tiene fin.



Monasterio de Cristo Rey.

El Siambón, 27 de Octubre de 2018.


Para meditar:

Benito Veronesi, osb.: Retiro "Mater Ecclesia", Uruguay, 2015, 9ª: Novísimos.

“Pésame, Dios mío, por el infierno que merecí, por el cielo que perdí; pero mucho más pesa porque pecando ofendí, a un Dios tan bueno y tan grande…”.
“No me mueve mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin tu amor de tal manera,
Que, aunque no hubiera cielo yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
Pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.”
Una pregunta inicial y clave: ¿Qué es la muerte?, ¿qué es el juicio?, ¿qué es el infierno?, ¿Qué es el cielo?

¿Qué es la muerte? CTIC 1020 “El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia El y la entrada a la vida eterna”
¿Qué es el juicio? CTIC “El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía “el tiempo favorable, el tiempo de salvación” (2 Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la “bienaventurada esperanza” (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que “vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído” (2 Ts 1, 10)”.
¿Qué es el infierno? CTIC 1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”.
¿Qué es el cielo? CTIC 1024: “Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama el cielo. El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha”.

La palabra “mors” viene 11 veces en la RB; pero algunas veces se refiere a la muerte espiritual y otras con el significado de “siempre” como el “hasta que la muerte nos separe” de la formula matrimonial.
Aquí nos interesa la mención en el capítulo 4° “Los instrumentos de las buenas obras” en que encontramos mencionados juntos los cuatro novísimos: “Temer el día del juicio, sentir terror del infierno, desear la vida eterna con la mayor avidez espiritual, tener la muerte presente ante los ojos cada día” 4,44-47. Me llamó la atención al preparar este tema el orden de los novísimos en este capítulo: Dos de temor: juicio, infierno; uno de alegre esperanza: el cielo y ¿el cuarto? 4,47 ¿No habrá querido la RB unir la idea de la muerte con la alegre esperanza del cielo?...
Estos son los pasajes en que la RB habla del juicio escatológico: para todos, 4,44; 4,76; 7,64; para el abad, 2,6; 2,9; 2,54; 2,37-39; 3,11; 55,22; 63,3; 64,7; 65,22; para el celerario, 31,9. Llama poderosamente la atención que sobre 13 advertencias 9 sean para el abad; pero por otra parte la explicación es evidente, su responsabilidad es enorme “hacer las veces de Cristo”, el Buen Pastor. Del infierno la RB habla siete veces: P7; P42; 4,45; 5,3; 7,11; 58,18 y 72,1.
Dijimos que del juicio teníamos 13 menciones; del cielo también tenemos 13 menciones: P17; P21; P42; P50; 4,46 (comparar con 49,7 La Pascua); 4,77; 5,3; 5,10; 7,11; 64,22; 72,2; 72,12; 73,8.
El “No me mueve mi Dios para quererte” que citamos al principio es mucho posterior a los tiempos de San Benito: él dijo lo mismo muchos siglos antes…El temor del día del juicio y el terror del infierno son para principiantes; si nos dejamos trabajar por el Señor “Cuando el monje haya remontado todos estos grados de humildad, llegará pronto a ese grado de «amor a Dios que, por ser perfecto, echa fuera todo temor»; gracias al cual ,cuanto cumplía antes no sin recelo, ahora comenzará a realizarlo sin esfuerzo, como instintivamente y por costumbre; no ya por temor al infierno, sino por amor a Cristo, por cierta santa connaturaleza y por la satisfacción que las virtudes producen por sí mismas. Y el Señor se complacerá en manifestar todo esto por el Espíritu Santo en su obrero, purificado ya de sus vicios y pecados” (RB 7, 67-70).

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