DULCE JESÚS, RESURRECCIÓN Y VIDA GLORIOSA
K. 8. Viéndote, Jesús, Dios misteriosamente encarnado, nosotros vivimos en el
mundo sin ser del mundo y caminamos llenos de esperanza hacia tu Reino[1]. Si has
bajado a la tierra es para subirnos a nosotros al cielo, por esto te cantamos[2]:
Aleluya.
I.8. Tú estás plenamente presente en la tierra sin dejar de estar en el cielo.
Jesús, ¡cuánto, voluntariamente, has sufrido por nosotros! Con tu muerte, has
vencido a la muerte, y con tu resurrección, nos has dado la vida, y por esto
nosotros te cantamos[3]:
Jesús, dulzura del corazón[4].
Jesús, vivacidad del espíritu[9].
Jesús, alegría de mi corazón[10].
Jesús, mi esperanza, mi única
esperanza[11].
Jesús, alabanza excelsa, alabanza
eterna[12].
Jesús, plenitud de mi alegría[13].
Jesús, mi único deseo, no me
rechaces[14].
Jesús, mi Pastor, búscame[15].
Jesús, Hijo de Dios, ten piedad
de mí.
Juan 11.
1 Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del
pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la misma que derramó perfume
sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el
que estaba enfermo. 3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú
amas, está enfermo». 4 Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal;
es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando oyó
que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
7 Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea». 8 Los discípulos le
dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver
allá?». 9 Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce la horas del día? El que
camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 en cambio, el que
camina de noche tropieza, porque la luz no está en él». 11 Después agregó:
«Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo». 12 Sus discípulos le
dijeron: «Señor, si duerme, se curará». 13 Ellos pensaban que hablaba del
sueño, pero Jesús se refería a la muerte. 14 Entonces les dijo abiertamente:
«Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de
que crean. Vayamos a verlo». 16 Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros
discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él». 17 Cuando Jesús llegó,
se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro Días. 18 Betania
distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. 19 Muchos judíos habían ido a
consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. 20 Al enterarse de que
Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la
casa. 21 Marta dio a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no
habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le
pidas». 23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24 Marta le respondió: «Sé
que resucitará en la resurrección del último día». 25 Jesús le dijo: «Yo soy la
Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: 26 y todo el
que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». 27 Ella le respondió:
«Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al
mundo». 28 Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El
Maestro está aquí y te llama». 29 Al oír esto, ella se levantó rápidamente y
fue a su encuentro. 30 Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que
estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. 31 Los Judíos que
estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente
y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 María
llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». 33 Jesús, al verla
llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,
34 preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás».
35 Y Jesús lloró. 36 Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!». 37 Pero algunos
decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir
que Lázaro muriera?». 38 Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro,
que era una cueva con una piedra encima, 39 y le dijo: «Quiten la piedra».
Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro
días que está muerto». 40 Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás
la gloria de Dios?». 41 Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los
ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. 42 Yo sé que
siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean
que tú me has enviado». 43 Después de decir esto, gritó con voz fuerte:
«¡Lázaro, ven afuera!». 44 El muerto salió con los pies y las manos atados con
vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que
pueda caminar». 45 Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían
ido a casa de María creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos y
les contaron lo que Jesús había hecho. 47 Los sumos sacerdotes y los fariseos
convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza
muchos signos. 48 Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos
vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación». 49 Uno de ellos,
llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no
comprenden nada. 50 ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el
pueblo y no que perezca la nación entera?». 51 No dijo eso por sí mismo, sino
que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no
solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos
de Dios que estaban dispersos. 53 A partir de ese día, resolvieron que debían
matar a Jesús. 54 Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos,
sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y
allí permaneció con sus discípulos. 55 Como se acercaba la Pascua de los
judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse. 56
Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: «¿Qué les parece,
vendrá a la fiesta o no?». 57 Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado
orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera
saber para detenerlo.
- Oración completa de glorificación de Dios, acción de gracias, petición de perdón y súplica implorando los magníficos bienes celestiales.
- Relación personal del orante con el Señor: Jesús, Dios encarnado por nuestra salvación, dulzura, vivacidad, alegría del corazón (espíritu); limpieza, esplendor deseo, esperanza del alma (mente, conciencia); vigor, fortaleza, salud del cuerpo. Jesús es nuestro único deseo, nuestra vida. Vida plena de todo hombre y de todo el hombre: estado del hombre perfecto (cuerpo, alma y espíritu) que corresponde a la madurez de Cristo. Hombres, antes expulsados tristemente del Paraíso, caminan en la luz llenos de esperanza hacia el Reino-Gloria. Ocultos con Cristo, nuestra gloria, en Dios. Su Gozo es nuestro gozo, el gozo perfecto es permanecer en el amor (Jn 15, 9-37). Estar en el mundo sin ser del mundo (Cf. 1 Jn 2, 15-17; 4, 4-11; 5, 4-8).
- Misterio de Jesucristo: Encarnación-Kénosis (“has bajado a la tierra”) y Pascua-Théosis (“para subirnos a nosotros al cielo”), del deseo egoísta del pecado original (“seréis como dioses”) al don generoso de la Gracia (“voluntariamente, has sufrido por nosotros”). Su muerte vence la muerte, su resurrección da la vida. Paradoja de la humildad: descenso y ascenso, humillación y glorificación.
- Icono narrativo de la resurrección de su amigo Lázaro (Jn 11). Enfermedad-muerte. Vida-Gloria de Dios. Marta y María, se invierten los roles. “Yo soy la resurrección y la vida”. Acción de gracias, glorificación de Dios y súplica. “Lázaro, sal fuera” (Cf. Jn 5, 25). Jesús es la resurrección y la vida ya desde ahora (la tierra), no hay que esperar a la resurrección del último día (el cielo).
- Textos bíblicos: Efesios 4, 1- 13; Colosenses 3, 1-10; 1 Juan 1, 1-10.
[1] Al contemplar un Dios
prodigiosamente hecho hombre, apartémonos de este mundo y elevemos nuestra
mente a las cosas de Dios (A), Al contemplar la extraña Encarnación de Dios,
apartémonos de este mundo vano (B).
[2] Dios descendió sobre la
tierra para elevar al Cielo a quienes cantamos (A), Para este fin Dios
descendió a la Tierra; que El pueda elevar al Cielo a los que clamamos (B).
[3] Aun estando Él en la
tierra nos dejó de estar en los Cielos. Eligió de manera voluntaria sufrir por
nosotros y con Su muerte ha terminado con nuestra muerte. Con Su resurrección
nos ha donado la vida a nosotros que Le cantamos (A), Totalmente presente con
los que están abajo, sin estar separado de los que están arriba estaba el
Incircunscripto, cuando voluntariamente sufrió por nosotros; por Su muerte
destruyó, nuestra muerte, y por su Resurrección, otorgó la vida a los que
cantamos palabras como éstas (B).
[4] De mi (B).
[5] Fortaleza (A).
[6] Fuerza de mi cuerpo (B).
[7] Esplendor (A).
[8] Luz de mi alma (B).
[9] Presteza de la (mi -B)
mente (A).
[10] De la conciencia (A),
Regocijo de mi conciencia (B).
[11] Esperanza verdadera (A),
insuperable (B). Se agrega: Jesús, Memoria eterna (A), Remembranza eterna (B).
[12] Loa altísima (A),
Alabanza exaltada (B).
[13] Gloria suprema (A), mi Gloria más sublime (B).
[14] Deseo nuestro, no nos abandones (A), mi Deseo, no me rechaces (B).
[15] Pastor nuestro, búscanos
(A). Se agrega: Jesús, Salvador, sálvanos (A), mi Salvador, sálvame (B).
No hay comentarios:
Publicar un comentario