K. 13. Oh Jesús, manso y humilde de corazón, en tu amor que nada desprecia, mira
nuestra miseria, perdónanos sin límite y en tu compasión infinita acepta
nuestra humilde oración como has aceptado la pobreza ofrecida de la viuda[1].
Jesús, a imagen de los niños, tus
preferidos, transfórmame.
Jesús, como los pastores
asombrados, atráeme hacia Ti
Jesús, como al ciego de
nacimiento, tócame, para que yo te vea.
Jesús, como al paralítico, cúrame
para que yo camine contigo.
Jesús, como la cananea que te
suplicaba, escúchame.
Jesús, como a María que te
escuchaba, háblame de Ti
Jesús, como sobre Pedro que te
había negado, fija tu mirada sobre mí.
Jesús, como María Magdalena que
te amó mucho, perdóname.
Jesús, como Zaqueo, llámame y ven
a mí.
Jesús, como a la hija de Jairo, revíveme.
Jesús, como a la Samaritana,
transfórmame.
Jesús, como a Juan –el discípulo
amado- hazme permanecer en Ti
Jesús, al terminar mi vida, como
al buen ladrón, dime:
“Hoy estarás conmigo en mi
Reino.”
Marcos 12, 41-44, Lucas 23, 39-43.
Marcos 12, 41
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente
depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. 42 Llegó una viuda de
condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. 43 Entonces él llamó
a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más
que cualquiera de los otros, 44 porque todos han dado de lo que les sobraba,
pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para
vivir». Cf. Lucas 21, 1-4.
Lucas 23, 39
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el otro lo increpaba,
diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? 41
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha
hecho nada malo». 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a
establecer tu Reino». 43 El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás
conmigo en el Paraíso».
- Oración conclusiva de súplica implorando los magníficos bienes celestiales.
- Relación personal (Esposo y Maestro – viuda y discípulo) entre Jesús: manso y humilde de corazón/dulcísimo, y el orante que súplica “como” los pobres y débiles que se relacionaron personal e íntimamente (amigos) con Jesús (Cf. Mt 18, 1-5): niños, pastores, ciego de nacimiento, paralítico, cananea, María de Betania, Pedro, María de Magdala, Zaqueo, hija de Jairo, Samaritana, Juan, Buen ladrón.
- Súplica pidiendo protección contra los diversos peligros: enemigos visibles e invisibles, invasores, enfermedad, hambre, tribulaciones, heridas, tormentos futuros. Pide su protección, atracción, contacto, visión, curación, compañía, acompañamiento, atención, palabra, diálogo, mirada, perdón, conversión, transformación, cercanía, permanencia, presencia, en una palabra, está pidiendo a Jesús mismo.
- Dos iconos narrativos de la oración: A) La súplica (pequeño rezo) que se canta es como la moneda de la viuda (todo lo que tenía para vivir), el orante vive de y por la súplica confiada (Mc 12, 41-44, Cf. Lucas 21, 1-4). B) La oración de Dimas el Buen Ladrón (Lc 23, 39-43): temor de Dios-reverencia, confesión del pecado-compunción, súplica confiada y respuesta divina inmediata.
- Textos bíblicos: Mateo 11, 25-30; Éxodo 34, 6-13.
[1] Dulce y generoso Jesús (dulcísimo y amoroso – B). Acepta ahora nuestro
pequeño rezo (recibe esta humilde
súplica – B), como aceptaste (recibiste – B) las dos
monedas de la viuda. Protege a tus hijos (preserva Tu heredad – B) del enemigo visible e
invisible, de la invasión extranjera, de la enfermedad, del hambre, de cada
desgracia (de las tribulaciones – B) y de la herida mortal. Libéranos de los
tormentos futuros a quienes te imploramos (a los que claman a Ti – B): ¡Aleluya! (En A y B es repetido tres veces).