sábado, 2 de febrero de 2019

EXODO 3, 1-6.


Zarza Ardiendo[1] 



Fuentes de inspiración espiritual

no faltan en nuestro caminar

y mientras vamos aceptando esa maraña del vivir cotidiano

y las realidades llenas de novedades

nos van saliendo al paso,

inesperadas tantas veces, tristes unas, llenas de gozo otras,

el alma sigue su sendero.

Se aferra a ese todo que no es todo

porque el Todo, Todo está del otro lado y en la Vida

cuando ella se manifieste esplendorosa

y fuerte como Fuego.

Como ese Fuego de la zarza ardiendo en ese monte

donde Moisés llegaba asombrados sus ojos cuando viera.

Allí estaba Dios llamando irresistible voz, sólo divina.

Llama que quiso envolver la humanidad de un hombre humilde.

Experiencia fuerte de un alma sin dobleces,

simple y transparente,

como ocurre con los elegidos,

para conducir al Pueblo hacia la Tierra.

Allí manaba la dulzura del Amor más rico

y con sabor a cielo.

Un Pueblo que camina llevado con amores en Nube y Fuego:

Padre Bueno. La salvación es Regalo y lleva hacia la Patria.

Jesús, el gran Moisés de nuevos tiempos, nacido en un Pesebre

sin alardes, pobre, en sus ojitos tiernos la sonrisa.

María, Madre amada lo recibe y lo da, lo da de mil amores.

Jesús desde su cuna trajo el Fuego queriendo matar los egoísmos

cambiando el derrotero de la vida. Gracias,

Jesús,

gracias,

mi Vida.



+ R. P. Aldo Alvarez Lizana, osb.

Monje de Sta. María de Los Toldos.



[1] Un canto a la Vida, Albatros, Viña del Mar, 2008, p. 70.

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