Cristología
“escolar”: las dos filiaciones de Cristo
“El amor de san Bernardo a María está
enraizado en su amor a Jesús. Ambos amores están íntimamente unidos, son
inseparables como inseparable es el misterio de Dios. La espiritualidad mariana
de Bernardo de Claraval es eminentemente cristocéntrica. Missus est es un tratado sobre la maternidad divina de la Virgen
María” (Bernardo Olivera, p. 47.)
Homilía III:
4.
Dios te salve, llena de gracia, el Señor
es contigo (Lc 1,28). No dijo el
ángel: el Señor está en ti, sino: el Señor es contigo; porque, aunque Dios está
igualmente en todas partes por su simplicísima substancia, con todo eso, está
de diferente modo en las criaturas racionales que en las demás; y en aquellas
mismas todavía de otra suerte en los buenos que en los malos, por su eficacia.
De tal modo sin duda está en las criaturas irracionales, que no puede caber en
ellas; en las racionales puede caber por el conocimiento, pero sólo halla
cabida en los buenos por el amor. Así, sólo en los buenos está de tal manera,
que también está con ellos por la concordia de la voluntad; porque, cuando
sujetan de tal modo sus voluntades a la justicia, que no es indecente a Dios
querer lo que ellos quieren, por lo mismo que no se apartan de su voluntad, se
juntan a sí mismos con especialidad a Dios. Mas, aunque de esta suerte está en
todos los santos, particularmente está con María, con la cual tuvo tanta
concordia, que juntó a sí mismo no sólo su voluntad, sino su misma carne
también; y de su substancia y de la de la Virgen hizo un solo Cristo o,
diciendo mejor, se hizo un solo Cristo; el cual, aunque ni todo de la
substancia de Dios ni todo de la substancia de la Virgen, sin embargo, todo es
de Dios y todo de la Virgen; no siendo por eso dos hijos, sino sólo un hijo de
uno y de otro. Dice, pues: Dios te salve,
llena de gracia, el Señor es contigo. No solamente el Señor Hijo es
contigo, al cual distes tu carne, sino también el Señor Espíritu Santo, de
quien concibes; y el Señor Padre, que engendró al que tú concibes. El Padre,
repito, es contigo, que hace a su Hijo tuyo también. El Hijo es contigo, quien,
para obrar en ti este admirable misterio, se reserva a sí con un modo
maravilloso el arcano de la generación y a ti te guarda el sello virginal. El
Espíritu Santo es contigo, pues con el Padre y con el Hijo santifica tu seno.
El Señor, pues, es contigo.
8.
Abre, Virgen, el seno, dilata el regazo, prepara tus castas entrañas, pues va a
hacer en ti cosas grandes el que es todopoderoso, en tanto grado, que en vez de
la maldición de Israel te llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1,48). No tengas por sospechosa,
Virgen prudentísima, la fecundidad; porque no disminuirá tu integridad.
Concebirás (Lc 1,31), pero sin
pecado; estarás embarazada, pero no cargada; darás a luz, pero no con tristeza
(Gn 3,6); no conocerás varón (Lc 1,34) y engendrarás un hijo. ¿Qué
hijo! De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la caridad
paterna será la corona de tu castidad; la sabiduría del corazón del Padre será
el fruto de tu virgíneo seno; a Dios, en fin, darás a luz y concebirás de Dios.
Ten, pues, ánimo, Virgen fecunda, madre intacta, porque no serás maldecida
jamás en Israel ni contada entre las estériles. Y si con todo eso el Israel
carnal te maldice (Cf. 1 Cor 10,18), no porque te mire estéril,
sino porque sienta que seas fecunda; acuérdate que Cristo también sufrió la
maldición; el mismo que a ti, que eres su madre, bendijo en los cielos; pero
aun en la tierra igualmente eres bendecida por el ángel, y por todas las
generaciones de la tierra eres llamada, con razón, bienaventurada (Lc 1,48). Bendita, pues, eres tú entre las mujeres (Lc 1,28) y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús (Lc 1,42).
Homilía IV:
[La
ciencia del Espíritu y lo que sabía María] 4. Dice, pues: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá
con su sombra. ¿Qué quiere decir y la
virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra? El que lo pueda entender, lo
entienda (Mt 19,12). Porque ¿quién,
exceptuada acaso la que sola mereció experimentar en sí esto felicísimamente,
podrá percibir con el entendimiento, discernir con la razón, de qué modo aquel
esplendor inaccesible del Verbo eterno se infundió en las virginales entrañas,
y para que pudiese sostener que el inaccesible se acercase a ella, de la
porcioncita del mismo cuerpo, a la cual estando animada se unió El mismo, hizo
sombra a la demás masa? Y quizá por esto principalmente se dijo: Te cubrirá con su sombra, porque sin
duda la cosa era un misterio, y lo que la Trinidad sola por sí misma, en sola y
con sola la Virgen quiso obrar, sólo se concedió saberlo (Mt 13, 11) a quien sólo se concedió experimentarlo. Dígase, pues: El Espíritu Santo vendrá sobre ti; el
cual, con su poder, te hará fecunda: Y la
virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra; esto es, aquel modo con que
del Espíritu Santo concebirás, de tal suerte Cristo, virtud de Dios y sabiduría
de Dios (1 Cor 1,24), haciendo
sombra, lo encubrirá y ocultará en su secretísimo consejo, que sólo será
conocido de Él y de ti. Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿Qué me
preguntas a mí lo que experimentarás en ti luego? Lo sabrás, lo sabrás, y
felicísimamente lo sabrás, siendo tu doctor el mismo que es el autor. Yo he
sido enviado a anunciar la concepción virginal, no a criarla. Ni puede ser
enseñada sino por quien la da, ni puede ser aprendida sino por quien la recibe.
Y por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Que es
decir: porque has de concebir, no del hombre, sino del Espíritu Santo, y has de
concebir al que es virtud del Altísimo; por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35); esto es, no sólo el que
viniendo del seno del Padre (Jn 1,
18) a tu seno te cubrirá con su sombra, sino también lo que de tu substancia
unirá a sí, desde aquel punto ya se llamará Hijo de Dios; así como el que es
engendrado por el Padre antes de todos los siglos se reputará desde ahora Hijo
tuyo. Más de tal suerte lo que nació del mismo Padre (1 Jn 5,4) será tuyo y lo que nacerá de ti será suyo, que con todo eso
no serán dos hijos, sino uno solo. Y aunque ciertamente una cosa sea de ti y
otra cosa sea de Él, sin embargo, ya no será de cada uno el suyo, sino que un
solo Hijo será de ambos.
Ejercicio: Elegir para la lectio
divina un texto “mariano” del Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario