Todos los aquí reunidos formamos la única familia de
Jesús, el único cuerpo de Cristo; pero podríamos distinguir tres grupos: los
confirmandos, los monjes y ustedes los laicos. ¿Qué dice hoy el Espíritu Santo
a cada grupo?
A los confirmandos: LG 11 “Por el sacramento de la
confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una
fuerza especial del Espíritu Santo y con ello quedan obligados más
estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo,
por la palabra juntamente con las obras”. La confirmación, como su nombre lo
dice, confirma, renueva, refuerza el bautismo. El Espíritu Santo desciende
nuevamente sobre ustedes y los capacita para defender y difundir la fe. Para
defenderla necesitan conocerla cada día más. La confirmación no tiene que ser
un chau a la formación cristiana, un chau a la vivencia de los sacramentos, un
chau hasta el matrimonio… se trata de una formación cristiana permanente y creciente.
¿Difundir la fe? Con el ejemplo de su vida; pero también con la palabra.
Primero en la casa: invitar a la familia a rezar…” papá, mamá vamos a misa”. No
tengan miedo, el Espíritu Santo los ayudará.
A Los monjes: Somos pecadores. Pero estamos bien
acompañados…Francisco aceptó su elección como Papa con estas palabras:
“Soy un gran pecador, confiando en la misericordia y la paciencia de Dios, en
el sufrimiento acepto”. San Juan Pablo II, 10 años antes de su muerte y 19 años
antes de su canonización, en la encíclica “Ut unum sint” sobre el ecumenismo,
escribía: “El Obispo de Roma en primera persona debe hacer propia con fervor la
oración de Cristo por la conversión, que es indispensable a “Pedro” para poder
servir a los hermanos. Pido encarecidamente que participen de esta
oración los fieles de la Iglesia católica y todos los cristianos.
Juntamente conmigo, rueguen todos por esta conversión” (4). Nuestro Padre san
Benito reconoce en su Regla que todos sus monjes son pecadores, incluso el
abad, que al corregir a los otros “él mismo se corrige de sus vicios” (2,40).
Por eso nos recuerda varias veces en su Regla el juicio de Dios y el infierno;
pero nos asegura también que el Señor va haciendo su obra en nosotros (P30) y
si el monje es fiel a ese obrar del Espíritu Santo “llegará pronto a
aquel amor de Dios que siendo perfecto excluye todo temor” (7,67) Recen
por nuestra conversión…
Quiero aprovechar la oportunidad para aclararles a
nuestros vecinos nuestra misión como monjes. Jugamos de suplentes no de titulares.
El trabajo pastoral lo tendrían que hacer los curas del clero diocesano; pero
son pocos. En su tiempo de abad el P. José le pidió al entonces Arzobispo
Monseñor Bozzoli que hiciera parroquia la iglesia de Raco y entonces el
párroco, que estaría permanente en Raco, atendería también El Siambón. Bozzoli
le contestó: “tengo en la ciudad poblaciones sin cura, mucho más grandes que
Raco y El Siambón.”
San Benito les dice a sus monjes: “Que los monjes no
tengan necesidad de andar fuera porque eso no conviene en modo alguno a sus
almas” (66,7)
A Ustedes los fieles laicos:
En primer lugar, creo que tienen que tomar conciencia de
su situación de privilegio respecto a la mayoría de los laicos de Tucumán.
Tienen un templo abierto todo el día, tienen la posibilidad de misa diaria,
tienen la posibilidad de encontrar un sacerdote para confesarse en muchas y
distintas horas del día… pregunten a parientes y amigos que viven en la ciudad
cómo es allí la cosa…
Ustedes han recibido el bautismo y la confirmación: son y
tienen que ser cristianos misioneros. Ustedes los cristianos de El Siambón han
heredado y mantienen cosas valiosísimas del Evangelio: el valor de la vida, el
valor de los niños y ancianos, el valor de la solidaridad en los momentos de
enfermedades o desgracias, la oración por los difuntos, las nueve noches, la
devoción a la Madre María Santísima en sus distintas advocaciones en las
distintas grutas. Algunos vecinos nos han hecho la confidencia de que cuando
están trabajando en el cerco, sembrando o cosechando están continuamente en
oración… pero ¿Cada cuánto vienen a misa?
¿Rezan todos los días en familia con sus hijos? ¿Les enseñan a rezar o dejan
que eso lo haga la catequista o maestra de religión? ¿Se reúnen en familia o en
grupos para leer juntos y rezar la Sagrada Escritura, en particular lo que
llamamos el Nuevo Testamento? Todo eso lo pueden hacer sin que vayamos
los monjes a sus casas…
Antes del Concilio, hace 50 años, si uno veía un laico con
la Biblia, seguro que era un protestante o pentecostal… Hoy todavía, en muchas
partes, si uno o dos laicos golpean las manos y llegan a sus casas para hablar
de religión o rezar, muy probablemente son testigos de Jehová o
pentecostales… Eso lo tienen que hacer todos los laicos católicos impulsados
por su bautismo y confirmación: cristianos misioneros.
No se dejen quitar la alegría, no se dejen quitar la
esperanza, no se dejen quitar el entusiasmo misionero, les dice el Papa
Francisco.
Recen por nosotros los monjes para que podamos seguir
rezando con ustedes y por ustedes.
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