HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
Queridos niños y jóvenes de la Infancia Sembradora. ¡Qué linda
fiesta litúrgica para concluir el Encuentro de la Infancia Sembradora: la
fiesta del Bautismo del Señor!
Vamos a ver cómo los textos bíblicos que acabamos de escuchar
iluminan sus vidas y su misión de sembradores.
Empecemos por el evangelio, la narración que nos hace San Marcos
del Bautismo de Jesús. Empieza por la confesión de Juan el Bautista. Él es el
Precursor, no es el Mesías. Desatar las cuerdas de las sandalias era tarea de
esclavos, de servidores. Su bautismo era simplemente un signo, símbolo de
arrepentimiento y conversión. Jesús quiso recibir ese bautismo no por sus
pecados, que no tenía, sino porque cargó con los nuestros. No era todavía el
bautismo-sacramento, el que recibimos nosotros, no era el bautismo “en el
Espíritu Santo”. Pero la revelación del cielo nos hace entender el “enganche”,
la relación con nuestro bautismo. Se abre el cielo, el Espíritu Santo desciende
sobre Jesús como una paloma y se oye la voz del Padre que le dice: Tú eres mi
Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.
Queridos niños, sobre ustedes también, el día de su bautismo,
descendió el Espíritu Santo y el Padre Dios les dijo: “Sos mi hijo, te quiero
mucho”.
El hijo tiene derecho de esperar de sus padres el alimento. La
madre le da el pecho a su bebé, papá y mamá alimentan al hijo hasta que sea
grande. “Vengan todos a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga
dinero, venga también. Coman gratis su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino
y leche”. Si están convencidos de que son hijos del Papito Dios tienen que
esperar con confianza el alimento que Él les va a dar; no sólo el alimento para
su cuerpo sino especialmente el alimento para su alma: la Palabra de Dios y los
sacramentos.
Para sembrar el sembrador necesita dos cosas: salud y la semilla.
La salud, la fuerza se la da el Papito Dios en la oración y los sacramentos y
la semilla es la Palabra de Dios que ustedes escuchan o leen en la Sagrada
Escritura.
El profeta Isaías al final de la primera lectura nos decía que así
como la semilla necesita del agua, de la lluvia, para nacer y crecer, así
también la semilla que ustedes van a sembrar necesita que Dios la haga fecunda.
¿Qué quiere decir esto? Que ustedes, Infancia Sembradora, van a sembrar, pero
que no van a estar solos. Dios está con ustedes y él les va a dar luz y fuerza
para sembrar y Él va a hacer que la siembra sea fecunda.
El mundo, la Iglesia, necesitan un cambio, con los niños y
los jóvenes comienza ese cambio. Las personas mayores, sus padres, la familia
son responsables de prepararlos para ese cambio; pero ese cambio no se hará sin
ustedes. Ustedes son ya sembradores, aunque todavía sean chiquitos.
Seguramente, en estos días del Encuentro, han hablado de esto. Jesús en el
evangelio nos invita a pedirle al Papito Dios lo que necesitamos; pídanle
hoy que los acompañe en la siembra, que puedan ver un cambio en
sus familias, en su barrio. Pídanle al Papito Dios, hoy en la fiesta del
Bautismo de Jesús, que les vuelva a decir lo que les dijo el día de su
bautismo: “Sos mi hijo, te quiero mucho”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario