PEREGRINANDO
HACIA EL CONGRESO
EUCARÍSTICO NACIONAL I[1]:
Unos tienen y no quieren, otros quieren y no tienen,
nosotros que tenemos y queremos demos gracias a Dios.
Éstas palabras quieren señalar un anhelo que puede
llegar a ser colmado, un anhelo muy dentro nuestro, ese de caminar en presencia
de Cristo, de vivir en Cristo. Nuestra preparación hacia el congreso
eucarístico puede ser esa actitud de anhelo, deseo profundo que no se escancia
de cualquier modo sino de uno que es único: el de Su presencia.
Estas palabras de san Agustín a continuación quieren
ser ayuda a esa preparación:
Yo soy el
pan vivo que descendí del cielo. Pan vivo precisamente, porque descendí del cielo. El maná también
descendió del cielo; pero el maná era la sombra, éste la verdad. Si alguien
comiere de este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo le daré es mi
carne, \que es la vida del mundo. ¿Cuándo iba la carne a ser capaz
de comprender esto de llamar al pan carne? ¡Se da el nombre de carne a lo que
la carne no entiende; y tanto menos comprende la carne, porque se llama carne.
Esto fué lo que les horrorizó, y dijeron que esto era demasiado y que no podía
ser. Mi carne, dice, es la vida del mundo. Los fieles conocen el
cuerpo de Cristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser el
cuerpo de Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de
Cristo solamente vive el cuerpo de Cristo. Comprended, hermanos, lo que he
dicho. Tú eres hombre, y tienes espíritu y tienes cuerpo. Este espíritu es el
alma, por la que eres hombre. Tu ser es alma y cuerpo. Tienes espíritu
invisible y cuerpo visible. Dime qué es lo que recibe la vida y de quién la
recibe. ¿Es tu espíritu el que recibe la vida de tu cuerpo o <es tu cuerpo
el que recibe la vida de tu espíritu? Responderá todo el que vive (pues el que
no puede responder a esto, no sé si vive). ¿Cuál será la respuesta de quien
vive? Mi cuerpo recibe ciertamente de mi espíritu la vida. ¿Quieres, pues, tú
recibir la vida del Espíritu de Cristo? Incorpórate al cuerpo de Cristo. ¿Por
ventura vive mi cuerpo de tu espíritu? Mi cuerpo vive de mi espíritu, y tu
cuerpo vive de tu espíritu. El mismo cuerpo de Cristo no puede vivir sino del
Espíritu de Cristo. De aquí que el apóstol Pablo nos hable de este pan,
diciendo: Somos muchos un solo pan, un solo cuerpo, ¡Oh qué misterio de
amor, y qué símbolo de la unidad, y qué vínculo de la caridad! Quien quiere
vivir sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque,
y que crea, y que se incorpore a este cuerpo, para que tenga participación de
su vida. No le horrorice la unión con los miembros, y no sea un miembro
podrido, que deba ser cortado; ni miembro deforme, de quien el cuerpo se
avergüence; que sea bello, proporcionado y sano, y que esté unido al cuerpo
para que viva de Dios para Dios, y que trabaje ahora en la tierra para reinar
después en el cielo.
[San Agustín, Tratado según san
Juan, XXVI,13]
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