4. Gracia de renovación
pastoral para la comunidad
La celebración de un Congreso
no se reduce a su semana conclusiva sino que se concreta en un significativo
camino de formación de los pastores y de los fieles a través de los
instrumentos habituales de la catequesis diocesana y parroquial para que el
pueblo de Dios se acerque cada vez más a la comprensión auténtica del
Sacramento.
La semana conclusiva asume un
fuerte valor formativo con la oferta de una sólida catequesis que profundice el
tema propuesto y con la presentación de testimonios interesantes. Esta tarea de
discernimiento es propia del Comité local y de su comisión teológica.
Celebraciones
ejemplares
La celebración ejemplar de la
Eucaristía durante el Congreso es uno de los puntos importantes del
acontecimiento y es necesario poner la mayor atención posible sobre esto.
Durante el Congreso se deberá
percibir claramente que todas las acciones litúrgicas –la Eucaristía, la
Liturgia de las Horas, los diversos sacramentos y la asamblea reunida, los
símbolos, los gestos, las palabras – son esencialmente celebraciones de la
Pascua de Cristo, es decir, del acontecimiento
escatológico por excelencia: “Porque
unidos en la caridad, celebramos la muerte de tu Hijo, con fe viva proclamamos
su resurrección y con esperanza firme anhelamos su venida gloriosa”.[1]
Al
servicio del pueblo de Dios
Además, el Congreso Eucarístico
no es un privilegio honorífico confiado a una Iglesia particular, sino un
servicio para el crecimiento dinámico del pueblo de Dios. Muchas fuerzas
activas en la Iglesia (grupos parroquiales, movimientos apostólicos, jóvenes,
formas de vida consagrada, asociaciones, voluntariado…) esperan objetivos a
realizar. Son estas las fuerzas a implicar para convencer que la Eucaristía nos
es una actividad más entre otras sino el fundamento, la fuente y la cumbre de
la vida y de la actividad misionera de todo bautizado.
En este sentido, el Congreso
Eucarístico debe comprometer a todos los cristianos a través de las estructuras
de la Iglesia particular. El comité de preparación del Congreso deberá buscar
la mejor forma de colaboración posible con la base eclesial a través de la
creación de delegados diocesanos o parroquiales, con los medios de
comunicación, con las realidades
sociales y políticas presentes en su territorio.
Todo esto para que el Congreso
Eucarístico no sea un fin en sí mismo sino que se transforme en un medio
poderoso capaz de implicar a toda la Iglesia en la celebración de la Pascua del
Señor, “en el vínculo de la caridad y de la unidad”
[1] “Cuius (Christi) mortem in caritate
celebramos,/resurrectionem FIDE vivida confitemur,/adventum in gloria spe
firmísima praestolamur”; in Missale
Romanum (Editio typica tertia, MMVIII) Ordo Missae, Praefatio communis V,
p. 561).
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