sábado, 3 de octubre de 2015

CONGRESO EUCARÍSTICO IV


3.4. Al servicio de la misión
Cada Congreso Eucarístico nos ayuda a abrir los ojos sobre la realidad de la misión que brota como un río de agua viva (cfr. Ez 47,1-12) de la Eucaristía. Porque la Eucaristía, en cada Iglesia particular así como en la totalidad de la Iglesia universal, es fuente y culmen de la misión de la Iglesia.[1] En efecto, “ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la santísima Eucaristía, por la que debe, consiguientemente, comenzarse toda educación en el espíritu de comunidad. Esta celebración, para ser sincera y plena, debe conducir tanto a las varias obras de caridad y a la mutua ayuda como a la acción misional y a las varias formas de testimonio cristiano”.[2]
Se podría decir que Cristo es Eucaristía para la Iglesia para que la Iglesia sea Eucaristía para el mundo. Del mismo modo, Cristo es salvación para la Iglesia y la Iglesia, cuerpo del Señor habitado por su Espíritu, se convierte en salvación para el mundo, a través de su don de comunión y de servicio.
Los Congresos Eucarísticos reflejan todas estas realidades. Junto con las Jornadas mundiales de la juventud, de la familias, etc… continúan siendo un recurso extraordinario para testimoniar que la Eucaristía no es sólo la fuente de la vida de la Iglesia, sino también el lugar de su proyección en el mundo. Esta urgencia del tiempo presente es puesta de manifiesto hoy por el Papa Francisco recurriendo a expresiones tan significativas como “Iglesia en salida” o de las “periferias”.[3]
La opción de la “Iglesia en salida” no es nueva para los Congresos Eucarísticos celebrados hasta ahora. La relación entre Eucaristía /evangelización/misión, que se vuelve a destacar ahora, ha formado parte frecuentemente del programa de los Congresos. Ya a partir de los años Veinte del siglo XIX, bajo el pontificado de Pío XI, los Congresos Eucarísticos se esforzaron en desarrollar el binomio Eucaristía/misión evangelizadora implicando a numerosas Iglesias particulares de los cinco continentes. En tiempos más recientes, desde finales de los años Ochenta, la relación entre nueva evangelización/misión y Eucaristía se ha convertido en uno de los temas centrales de la celebración de cada Congreso eucarístico. Frente al reto del mundo moderno, cada Congreso se convierte en una extraordinaria ocasión para revitalizar el cuerpo eclesial, poniendo en el centro la figura de Jesucristo y el encuentro con Él, que da el Espíritu Santo y las energías para anunciar el Evangelio a través de nuevos caminos capaces de llegar a cada ambiente y cada cultura.
San Juan Pablo II, el 13 de junio de 1993, durante la adoración eucarística en la catedral de Sevilla durante el 45º Congreso Eucarístico Internacional exhortaba: “Pedid conmigo a Jesucristo… que, después de este Congreso Eucarístico, toda la Iglesia salga fortalecida para la nueva evangelización que el mundo entero necesita… Evangelización para la Eucaristía, en la Eucaristía y desde la Eucaristía: son tres aspectos inseparables de cómo la Iglesia vive el misterio de Cristo y cumple su misión de comunicarlo a todos los hombres”.[4]
La celebración de un Congreso eucarístico ofrece la ocasión para la inculturación del Evangelio y la evangelización de las culturas.
La celebración eucarística es “fuente de misión”[5] porque despierta en el discípulo la voluntad decidida de anunciar a los otros, con audacia, cuanto ha escuchado y vivido, Así se abren las puertas del mundo.
En el fondo, esto es lo que se experimenta, domingo tras domingo, en nuestra comunidades. En lo que llamamos, con razón, el Día del Señor (Ap 1,10) hay un convergencia particular de hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación (Ap 7,9) que se ponen en marcha hacia una serie de catedrales, iglesias parroquiales… también capillas, santuarios, oratorios. Un inmenso río de creyentes que procede, cada domingo, sin tambores ni fanfarrias, humildemente, sin ruido; inmenso río que agrupa a los cristianos provenientes de ciudad y de pueblos, de los Países Escandinavos hasta el Mediterráneo; desde las Américas, Asia, África, Australia.
Centenares de miles de bautizados que se unen en asamblea en torno al altar del Señor, para ser, unidos, el Cuerpo del Señor en el corazón de nuestro mundo. Después que la Misa ha sido celebrada de un confín al otro de la tierra, los fieles enviados en paz, se ponen de nuevo en marcha, aunque en sentido contrario. Con un movimiento eucarístico de sístole y diástole, estas asambleas litúrgicas, diluyéndose poco a poco, se dispersan como la semilla en los surcos de la tierra. Así desde hace veinte siglos, los cristianos vuelven a sus casas, a las escuelas, a las oficinas, al comercio, a los lugares de tiempo libre, abriendo caminos nuevos que forman la trama secreta del Reino.
De este modo se alcanzan las periferias de las que habla el Papa Francisco, que son las geografías de los pueblos todavía no evangelizados y las de cuantos se encuentran distantes del corazón vivo de la comunidad eclesial. Estas abarcan a los denominados “alejados”, que han recibido un primer anuncio de la buena noticia y después se han alejado de la fe por las vicisitudes de la vida, pero también los buscadores de Dios todavía escondidos, que advierten en el corazón la nostalgia del Altísimo, pero no conocen el camino para contemplar su rostro y recibir el don del amor que salva.
Pues bien, los Congresos Eucarísticos que habitan esta Iglesia “en salida” trabajan por una eucaristía “misionera” con su empeño en la formación y en la celebración auténtica.

3.5. La dimensión social del Congreso
La expresión “reinado social de Cristo” , más allá de los límites fácilmente descubiertos, consiste en el descubrimiento de la centralidad de Cristo presente en la Eucaristía. Sacramento primordial de toda salvación destinado al hombre como individuo y como miembro de la sociedad. “La orientación de la Iglesia hacia el Reino –afirma un teólogo moderno- encuentra su fuente y su culmen en la Eucaristía”.[6]
En la Iglesia actual, cuando se habla de “Reinado social de Cristo” se refiere a menudo y con razón al movimiento de solidaridad/fraternidad que nace de la celebración fructuosa de este Sacramento para trabajar en el advenimiento de un mundo nuevo.
Juan Pablo II, escribiendo al Cardenal Knox con ocasión del Congreso de Lourdes en 1981, situaba esta ética a nivel planetario: “Un “hombre nuevo”, un mundo nuevo marcado por relaciones filiales hacia Dios y fraternas entre los hombres, digamos una humanidad nueva: tales son los frutos que se esperan del Pan de Vida que la Iglesia parte y distribuye en el nombre de Cristo” (1 enero 1979).
Más recientemente, Benedicto XVI, en la tercera parte de la exhortación Sacramentum caritatis, ha conjugado la dimensión social del Sacramento como:
- Convicción que la Iglesia ha recibido en la Eucaristía el código genético de su identidad, el don pleno que la pone delante del mundo como “Cuerpo de Cristo”, “sacramento de salvación”. De aquí nace la llamada a transformaciones no sólo morales e interiores, sino también sociales y culturales. Por eso es justo hablar de un verdadero y propio ethos eucarístico.
- Orientación de todas las dimensiones de la vida cristiana, comprendidas también las sociales, a partir de la Eucaristía, en el contexto de la eclesiología conciliar y de la correcta relación Iglesia-mundo según el estilo de la “forma eucarística”.[7]
- Promoción de la centralidad y de la dignidad de la persona. Delante del Señor de la historia y del futuro del mundo, los sufrimientos de los pobres, las víctimas cada vez más numerosas de la injusticia y todos los olvidados de la tierra no pueden permanecer ajenos a las celebraciones del misterio eucarístico que compromete a los bautizados a trabajar por la justicia y la transformación del mundo de manera activa y consciente.[8]

Continuará..


[1] Cfr. Presbyterorum Ordinis (PO): “La Eucaristía aparece como la fuente y la culminación de toda la predicación evangélica
[2] PO 6
[3] Cfr. PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG), nn.20-24.
[4] Cfr. PONTIFICIUS COMITATUS (curavit), XLV Conventus Eucharisticus Internationalis Sevilla 7-13.VI.1993. Christus Lumen Gentium. Eucharistia et evangelizatio, Ex Aedibus Vaticanis MCMLXXXXIIII, p. 1108.
[5] XI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Elenco final de las proposiciones, n.42; en Synodus Episcoporum Bolletino 22.10.2005.
[6] M. SEMERARO, Regno di Dio, en Lexicon. Dizionario teologico enciclopedico, Casale Monferrato 1993, p. 878.
[7] Sacramentum caritatis, nn.70-83
[8] Mensaje del Sínodo de los Obispos al pueblo de Dios, 22 octubre 2005.

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