3.4. Al servicio de la misión
Cada Congreso
Eucarístico nos ayuda a abrir los ojos sobre la realidad de la misión que brota
como un río de agua viva (cfr. Ez 47,1-12) de la Eucaristía. Porque la
Eucaristía, en cada Iglesia particular así como en la totalidad de la Iglesia
universal, es fuente y culmen de la misión de la Iglesia.[1]
En efecto, “ninguna comunidad cristiana
se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la
santísima Eucaristía, por la que debe, consiguientemente, comenzarse toda educación
en el espíritu de comunidad. Esta celebración, para ser sincera y plena, debe
conducir tanto a las varias obras de caridad y a la mutua ayuda como a la
acción misional y a las varias formas de testimonio cristiano”.[2]
Se podría decir que
Cristo es Eucaristía para la Iglesia para que la Iglesia sea Eucaristía para el
mundo. Del mismo modo, Cristo es salvación para la Iglesia y la Iglesia, cuerpo
del Señor habitado por su Espíritu, se convierte en salvación para el mundo, a
través de su don de comunión y de servicio.
Los Congresos
Eucarísticos reflejan todas estas realidades. Junto con las Jornadas mundiales
de la juventud, de la familias, etc… continúan siendo un recurso extraordinario
para testimoniar que la Eucaristía no es sólo la fuente de la vida de la
Iglesia, sino también el lugar de su proyección en el mundo. Esta urgencia del
tiempo presente es puesta de manifiesto hoy por el Papa Francisco recurriendo a
expresiones tan significativas como “Iglesia
en salida” o de las “periferias”.[3]
La opción de la “Iglesia
en salida” no es nueva para los Congresos Eucarísticos celebrados hasta ahora.
La relación entre Eucaristía /evangelización/misión, que se vuelve a destacar
ahora, ha formado parte frecuentemente del programa de los Congresos. Ya a partir
de los años Veinte del siglo XIX, bajo el pontificado de Pío XI, los Congresos
Eucarísticos se esforzaron en desarrollar el binomio Eucaristía/misión
evangelizadora implicando a numerosas Iglesias particulares de los cinco
continentes. En tiempos más recientes, desde finales de los años Ochenta, la
relación entre nueva evangelización/misión y Eucaristía se ha convertido en uno
de los temas centrales de la celebración de cada Congreso eucarístico. Frente
al reto del mundo moderno, cada Congreso se convierte en una extraordinaria
ocasión para revitalizar el cuerpo eclesial, poniendo en el centro la figura de
Jesucristo y el encuentro con Él, que da el Espíritu Santo y las energías para
anunciar el Evangelio a través de nuevos caminos capaces de llegar a cada
ambiente y cada cultura.
San Juan Pablo II, el 13
de junio de 1993, durante la adoración eucarística en la catedral de Sevilla
durante el 45º Congreso Eucarístico Internacional exhortaba: “Pedid conmigo a Jesucristo… que, después de
este Congreso Eucarístico, toda la Iglesia salga fortalecida para la nueva evangelización que el mundo entero
necesita… Evangelización para
la Eucaristía, en la Eucaristía y desde
la Eucaristía: son tres aspectos inseparables de cómo la Iglesia vive el
misterio de Cristo y cumple su misión de comunicarlo a todos los hombres”.[4]
La celebración de un
Congreso eucarístico ofrece la ocasión para la inculturación del Evangelio y la
evangelización de las culturas.
La celebración
eucarística es “fuente de misión”[5]
porque despierta en el discípulo la voluntad decidida de anunciar a los otros,
con audacia, cuanto ha escuchado y vivido, Así se abren las puertas del mundo.
En el fondo, esto es lo
que se experimenta, domingo tras domingo, en nuestra comunidades. En lo que
llamamos, con razón, el Día del Señor
(Ap 1,10) hay un convergencia particular de hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación
(Ap 7,9) que se ponen en marcha hacia una serie de catedrales, iglesias
parroquiales… también capillas, santuarios, oratorios. Un inmenso río de
creyentes que procede, cada domingo, sin tambores ni fanfarrias, humildemente,
sin ruido; inmenso río que agrupa a los cristianos provenientes de ciudad y de
pueblos, de los Países Escandinavos hasta el Mediterráneo; desde las Américas,
Asia, África, Australia.
Centenares de miles de
bautizados que se unen en asamblea en torno al altar del Señor, para ser,
unidos, el Cuerpo del Señor en el corazón de nuestro mundo. Después que la Misa
ha sido celebrada de un confín al otro de la tierra, los fieles enviados en
paz, se ponen de nuevo en marcha, aunque en sentido contrario. Con un
movimiento eucarístico de sístole y diástole, estas asambleas litúrgicas,
diluyéndose poco a poco, se dispersan como la semilla en los surcos de la
tierra. Así desde hace veinte siglos, los cristianos vuelven a sus casas, a las
escuelas, a las oficinas, al comercio, a los lugares de tiempo libre, abriendo
caminos nuevos que forman la trama secreta del Reino.
De este modo se alcanzan
las periferias de las que habla el Papa Francisco, que son las geografías de
los pueblos todavía no evangelizados y las de cuantos se encuentran distantes
del corazón vivo de la comunidad eclesial. Estas abarcan a los denominados
“alejados”, que han recibido un primer anuncio de la buena noticia y después se
han alejado de la fe por las vicisitudes de la vida, pero también los
buscadores de Dios todavía escondidos, que advierten en el corazón la nostalgia
del Altísimo, pero no conocen el camino para contemplar su rostro y recibir el
don del amor que salva.
Pues bien, los Congresos
Eucarísticos que habitan esta Iglesia “en salida” trabajan por una eucaristía
“misionera” con su empeño en la formación y en la celebración auténtica.
3.5. La dimensión social del Congreso
La expresión “reinado
social de Cristo” , más allá de los límites fácilmente descubiertos, consiste
en el descubrimiento de la centralidad de Cristo presente en la Eucaristía.
Sacramento primordial de toda salvación destinado al hombre como individuo y
como miembro de la sociedad. “La
orientación de la Iglesia hacia el Reino –afirma un teólogo moderno- encuentra su fuente y su culmen en la
Eucaristía”.[6]
En la Iglesia actual,
cuando se habla de “Reinado social de Cristo” se refiere a menudo y con razón
al movimiento de solidaridad/fraternidad que nace de la celebración fructuosa
de este Sacramento para trabajar en el advenimiento de un mundo nuevo.
Juan Pablo II,
escribiendo al Cardenal Knox con ocasión del Congreso de Lourdes en 1981,
situaba esta ética a nivel planetario: “Un
“hombre nuevo”, un mundo nuevo marcado por relaciones filiales hacia Dios y
fraternas entre los hombres, digamos una humanidad nueva: tales son los frutos
que se esperan del Pan de Vida que la Iglesia parte y distribuye en el nombre
de Cristo” (1 enero 1979).
Más recientemente,
Benedicto XVI, en la tercera parte de la exhortación Sacramentum caritatis, ha conjugado la dimensión social del
Sacramento como:
- Convicción que la Iglesia ha recibido en la Eucaristía el
código genético de su identidad, el don pleno que la pone delante del mundo
como “Cuerpo de Cristo”, “sacramento de salvación”. De aquí nace la llamada a
transformaciones no sólo morales e interiores, sino también sociales y
culturales. Por eso es justo hablar de un verdadero y propio ethos eucarístico.
- Orientación de todas las dimensiones de la vida cristiana,
comprendidas también las sociales, a partir de la Eucaristía, en el contexto de
la eclesiología conciliar y de la correcta relación Iglesia-mundo según el
estilo de la “forma eucarística”.[7]
- Promoción de la centralidad y de la dignidad de la persona. Delante
del Señor de la historia y del futuro del mundo, los sufrimientos de los
pobres, las víctimas cada vez más numerosas de la injusticia y todos los
olvidados de la tierra no pueden permanecer ajenos a las celebraciones del
misterio eucarístico que compromete a los bautizados a trabajar por la justicia
y la transformación del mundo de manera activa y consciente.[8]
Continuará..
[1] Cfr. Presbyterorum Ordinis (PO): “La Eucaristía aparece como la fuente y la
culminación de toda la predicación evangélica”
[2] PO 6
[3] Cfr. PAPA
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium (EG), nn.20-24.
[4] Cfr.
PONTIFICIUS COMITATUS (curavit), XLV
Conventus Eucharisticus Internationalis Sevilla 7-13.VI.1993. Christus Lumen
Gentium. Eucharistia et evangelizatio, Ex Aedibus Vaticanis MCMLXXXXIIII,
p. 1108.
[5] XI ASAMBLEA
GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Elenco final de las proposiciones, n.42; en Synodus Episcoporum Bolletino 22.10.2005.
[6] M. SEMERARO, Regno di Dio, en Lexicon. Dizionario teologico enciclopedico,
Casale Monferrato 1993, p. 878.
[8] Mensaje del Sínodo de los Obispos al pueblo
de Dios, 22 octubre 2005.
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