En cierto sentido podríamos decir que las
tres lecturas de este domingo son escatológicas, las tres nos hacen mirar al
futuro, a la culminación de la historia de la salvación.
La primera del Libro de la Sabiduría reflexiona
poéticamente sobre la liberación de la esclavitud de Egipto: “Aquella noche fue
dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad
en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.” Hoy es una
invitación para nosotros a reflexionar sobre la Alianza que Dios ha hecho con
nosotros, de qué nos ha liberado y cuál es nuestra tierra prometida.
La segunda lectura, el precioso texto
de la Carta a los Hebreos, es una relectura de la historia de los patriarcas
que subraya la fe y la esperanza que los animaron a “buscar una patria mejor,
nada menos que la celestial”. Esa búsqueda la hicieron en la oscuridad de
la fe. Abraham “partió sin saber adonde iba”; pero con la seguridad que
le daba el saber con quién iba, con el Dios fiel.
En el evangelio tenemos que distinguir dos
partes bien diferenciadas. Los tres primeros versículos son la conclusión del
discurso sobre el manejo de los bienes materiales que leímos el domingo pasado
más una parte que no se leyó. La segunda parte trata de la actitud de
vigilancia que nos exige la certeza de la venida del Señor.
Jesús describe la actitud de vigilancia con
tres parábolas. La primera presenta a un Señor que fue a una fiesta de bodas,
evidente alusión al banquete escatológico, y encargó a sus sirvientes que lo
esperan. Tienen que hacerlo con las lámparas encendidas y las vestiduras
ceñidas, listos para servirlo cuando regrese y golpee la puerta. La parábola
termina con una bienaventuranza, “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra
velando a su llegada!” Pero un final inesperado: el dueño entra y hace tomar
asiento a sus servidores y se pone a servirles la cena. La vigilancia del
cristiano tiene como premio el sentarse a la mesa del banquete del final de los
tiempos.
La segunda parábola, más cortita, advierte
sobre la venida del Señor que no tiene fecha ni hora, “llegará a la hora menos
pensada”
La tercera precisa que la espera no es de
brazos cruzados. El Señor encomienda distintos tareas, distintos ministerios. A
uno en particular lo constituye responsable de los servidores y sirvientes y
tiene que velar para que no les falte alimento. Jesús advierte sobre las
tentaciones de la autoridad, el abuso del poder. En vez de distribuirles
el trigo maltrata a los súbditos y se dedica, seguramente con lo que les quita,
a las festicholas. Lamentablemente conocemos muchos de estos casos que los
medios de comunicación a diario nos presentan. Nuestro riesgo es contentarnos
con encontrar muchos casos como el de la parábola y tranquilizar nuestra
conciencia diciéndonos que no somos corruptos y que no tenemos bolsones
para enterrar. Está bien no ser ingenuos y estar atentos para luchar contra la
corrupción y el abuso de poder, pero eso no basta. En un examen de conciencia
sincero tenemos que descubrir cuando no pusimos con responsabilidad y
generosidad nuestros talentos al servicio de nuestros “consiervos”. La
vigilancia del cristiano tiene que ser una vigilancia activa y lúcida.
Descubrir cuál es la tarea que el Señor nos encomendó para que la llevemos a
cabo hasta su venida. Si la desempeñamos con responsabilidad podremos decir sin
miedo y con confianza: ¡Ven Señor Jesús!
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