domingo, 15 de enero de 2017

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO



Podemos empezar con un pensamiento de la segunda lectura, que no tiene una relación temática con la primera ni con el evangelio. San Pablo les recuerda a los corintios que han sido “santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos” Santificados en el bautismo y llamados a llevar a plenitud la gracia bautismal, que eso es la santidad. Hoy esa Palabra se dirige a cada uno de nosotros. El Papa San Juan Pablo 2° dijo en una oportunidad que el cristiano que no llega a ser santo es un cristiano fracasado. El Papa Francisco nos dice “no hay santo sin pecado ni pecador sin esperanza” A la vez somos santos y pecadores; pero pecadores “santificados en Cristo”   y trabajados por la gracia bautismal, por la gracia de los otros sacramentos y por la Palabra.
La primera lectura y el Evangelio nos invitan a profundizar en el misterio de Cristo, en su persona.
Leemos parte del Segundo Cántico del Servidor de Yahvé del profeta Isaías. No se sabe si Isaías se está refiriendo a una persona en particular o a todo el pueblo de Israel; pero sí sabemos que es una profecía mesiánica que ilumina la persona del Mesías Jesús y su misión y por lo tanto ilumina la identidad y la misión de todo cristiano.
En el primer Cántico, en el capítulo 42, hablaba el Señor  describiendo la elección, la vocación y la misión de su Servidor. Este segundo Cántico es la meditación del Servidor sobre lo que el Señor le ha dicho en el primero; un ejemplo de Lectio Dicina. La hizo Jesús y la tenemos que hacer nosotros. El Servidor empieza por recordar la elección y la promesa de éxito: “Tu eres mi Servidor, por ti yo me glorificaré” y enseguida recuerda un aparente fracaso “En vano me fatigué, para nada, inútilmente he gastado mi fuerza”.  Nosotros tenemos mucha  experiencia de esto, de nuestros desalientos… ¿Y Jesús?  Sabemos que los vivió en el Huero de los Olivos y sobre todo en la cruz. “Sin embargo, mi derecho está junto a mi Señor y mi retribución, junto a mi Dios” Es el “Padre en tus manos pongo mi espíritu”.
El Servidor continúa su Lectio Divina reflexionando sobre la vocación, el llamado y comprueba que es valioso a los ojos del Señor  y que sus éxitos se deben a que “mi Dios ha sido mi fortaleza”  ¡Cuantas veces Jesús habrá repetido esto con un “Hoy se cumple en mí esta Palabra”! Invitación a cada uno de nosotros para descubrir en nuestras vidas la intervención del brazo de Dios que miró nuestra impotencia e hizo en nosotros grandes cosas, como en la Virgen María.
En el evangelio escuchamos a Juan el Bautista que nos hace la revelación de la identidad y la misión del Mesías Jesús: Es el Cordero de Dios, es el que quita el pecado del mundo, es el que existía desde antes, es el que bautiza en el Espíritu Santo, es el Hijo de Dios.
El Cordero de Dios, el Cordero pascual, el Cordero de la liberación.
Que quita todos los pecados personales porque quita el pecado del mundo, la raíz misma del mal.
 Que existía desde antes, la Palabra que estaba junto a Dios.
El que bautiza en el Espíritu Santo, no un bautismo que invita a la conversión sino el que realiza la conversión.
Es el Hijo de Dios que al compartir nuestra humanidad nos comparte su divinidad.


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