sábado, 26 de agosto de 2017
sábado, 19 de agosto de 2017
Letanías de la Humildad del Cardenal Merry del Val
¡Oh
Jesús! Manso y Humilde de Corazón, escúchame:
del
deseo de ser reconocido, líbrame Señor.
del
deseo de ser estimado, líbrame Señor.
del
deseo de ser amado, líbrame Señor.
del
deseo de ser ensalzado, líbrame Señor.
del
deseo de ser alabado, líbrame Señor.
del
deseo de ser preferido, líbrame Señor.
del
deseo de ser consultado, líbrame Señor.
del
deseo de ser aprobado, líbrame Señor.
del
deseo de quedar bien, líbrame Señor.
del
deseo de recibir honores, líbrame Señor.
del
temor de ser criticado, líbrame Señor.
del
temor de ser juzgado, líbrame Señor.
del
temor de ser atacado, líbrame Señor.
del
temor de ser humillado, líbrame Señor.
del
temor de ser despreciado, líbrame Señor.
del
temor de ser señalado, líbrame Señor.
del
temor de perder la fama, líbrame Señor.
del
temor de ser reprendido, líbrame Señor.
del
temor de ser calumniado, líbrame Señor.
del
temor de ser olvidado, líbrame Señor.
del
temor de ser ridiculizado, líbrame Señor.
del
temor de la injusticia, líbrame Señor.
del
temor de ser sospechado, líbrame Señor.
Jesús,
concédeme la gracia de desear:
-que
los demás sean más amados que yo,
-que
los demás sean más estimados que yo,
-que
en la opinión del mundo,
otros
sean engrandecidos y yo humillado,
-que
los demás sean preferidos
y
yo abandonado,
-que
los demás sean alabados
y
yo menospreciado,
-que
los demás sean elegidos
en
vez de mí en todo,
-que
los demás sean más santos que yo,
siendo
que yo me santifique debidamente.
De
ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré.
De
estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo
y
de espíritu, Señor, me alegraré.
De
que no se piense en mi, Señor, me alegraré.
De
que se me ocupe en los empleos más bajos, Señor, me alegraré.
De
que ni se dignen usarme, Señor, me alegraré.
De
que no se me pida mi opinión, Señor me alegraré.
De
que se me deje en el último lugar, Señor me alegraré.
De
que no me hagan cumplidos, Señor, me alegraré.
De
que me reprueben a tiempo y a destiempo, Señor, me alegraré.
Bienaventurados
los que son perseguidos
por
causa de la justicia
porque
suyo es el Reino de los cielos.
Oración:
Dios
mío, no soy más que polvo y ceniza. Reprime los movimientos de orgullo que se
elevan en mi alma. Enséñame a despreciarme a mí mismo, Vos que resistís a los
soberbios y que dais vuestra gracia a los humildes. Por Jesús, manso y humilde
de Corazón. Amén.
domingo, 13 de agosto de 2017
DOMINGO XIX DURANTE EL AÑO CICLO A. HOMILÍA DEL ABAD BENITO
En los domingos durante el año,
generalmente hay alguna relación entre la primera lectura y el evangelio. En
este domingo, para encontrar esta relación, tenemos que ubicar bien el relato
de la primera lectura, que nos habla del encuentro revelador de Dios que se le
manifiesta a Elías en una brisa suave. La lectura de hoy es del capítulo 19 del
primer Libro de los Reyes. Tenemos que remontarnos al final del capítulo 18.
Allí se nos narra el enfrentamiento de Elías con los 400 profetas de Baal y la
intervención de Dios, que hace encender el fuego para el sacrificio que ofrecía
Elías y deja desesperados a los profetas de Baal, que no logran que se encienda
el fuego para su sacrificio. Elías, triunfante, hace degollar a los 400
profetas de Baal. Así llegamos al capítulo 19. Jezabel, indignada por la
derrota y muerte de los profetas de Baal, pronuncia la sentencia de muerte para
Elías y se la comunica. Elías, lleno de miedo, emprende la huida hacia el
desierto. Durante ese viaje agotador por dos veces Dios lo alimenta con un pan
milagroso y así Elías llega al Horeb, montaña donde Dios se había revelado a
Moisés y hecho la alianza con su pueblo. Ahora llegamos al texto de hoy: Dios
se revela a Elías en el murmullo suave de la brisa y le renueva su vocación
profética.
EVANGELIO.
Aquí también nos encontramos con un pan
milagroso. En la primera lectura el beneficiado era uno sólo, Elías; aquí
una multitud. En ambos textos hay miedo, en ambos el peligro es grave: la
crueldad de Jezabel que condena a muerte a Elías y la furia de las olas que
amenaza hundir la nave.
En ambos textos la intervención de Dios
traen serenidad: la brisa suave y la presencia de Jesús.
Pero profundicemos un poco el texto del
evangelio.
Una primera observación: Ya la iglesia
primitiva vio en la nave su propia imagen; la nave de la Iglesia.
Jesús después de la multiplicación de los
panes obliga a los discípulos a subir a la barca y a pasar al otro lado; es
decir obliga a los discípulos a enfrentar el peligro. Aparentemente los deja
solos. Pero Él se va a rezar a la montaña; presencia orante. A la iglesia de
hoy, a nosotros, no nos faltan tormentas; algunas muy peligrosas. Nosotros
también podemos tener la impresión de que el Señor nos dejó solos, pero Él está
orando por nosotros.
A la madrugada Jesús caminando sobre las
aguas va al encuentro de sus discípulos que peligran en la barca. A ellos el
miedo les hace confundir a Jesús, que viene en su auxilio, con un fantasma que
les aumenta el miedo.
Jesús los tranquiliza con el bíblico: “ego
eimi” “Yo soy” y el no menos bíblico: “no tengan miedo”. Pedro se adelanta y
pide una señal más clara, que él también pueda caminar sobre las aguas. Jesús
accede al pedido y le manda a Pedro que asuma el riesgo de bajarse de la barca
y enfrentar las olas embravecidas. Pedro se larga y mientras mira a Jesús
avanza seguro; pero vuelve su vista a las olas, no lo mira a Jesús y le entra
la duda y el miedo y comienza a hundirse y nuevamente acude al Señor:
“sálvame”. Jesús misericordioso le tiende la mano y lo salva físicamente, pero
además quiere sanar su corazón, “¿Por qué dudaste?”. Jesús con Pedro sube a la
barca, se calma la tempestad del mar y los discípulos fortalecidos por la
presencia de Jesús y su poder proclaman su divinidad.
Preguntas que nos podemos hacer:
-¿Qué tormentas me tocaron a mí, a mi
familia, a mi comunidad, a la iglesia?
-¿Tuve miedo? ¿Lo confundí a Jesús con un
fantasma?
-¿En qué me parezco a Pedro?
-¿Lo siento a Jesús en la barca y lo
adoro?
sábado, 12 de agosto de 2017
lunes, 7 de agosto de 2017
INICIO DEL NOVICIADO DEL P. JAVER MARGHEIM EL DOMINGO DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (Fotos y homilia del Abad Benito)
Querido
P. Javier, hace un tiempo elegiste tres textos bíblicos que orientan tu
vocación y tu vida monástica, los tres “vocacionales” Gen. 12, 1-2 ; salmo 139
y Jn 1,35-39.
El
texto del Génesis, la vocación de Abraham. Un texto desafiante y esperanzador.
Desafiante:”Sal de tu tierra”; hay un desgarrón. Desafiante: “A la tierra que
te mostraré”; un desafío a aceptar el misterio; el monasterio, la
comunidad monástica, es algo concreto y palpable, y a la vez es algo
misterioso, fascinante, preñado de esperanzas.
“Haré
de ti un gran pueblo, te bendeciré”. En tu vida de párroco, en el clero
diocesano esto era más fácil de contabilizar; en la vida monástica será un
desafío a descubrir la fecundidad y las bendiciones porque menos aparentes, y
muchas quedarán para descubrirlas en la parusía. Tendrás que descubrir en ti el
“operantem in se Dominum” del Prólogo de la RB, el trabajo que irá
haciendo en ti y en la comunidad el Espíritu Santo y tendrás que
descubrir y alegrarte por el “crecimiento del buen rebaño” del Capítulo dos.
Vamos
ahora al texto del Evangelio de Juan. Andrés y el otro discípulo, cuyo nombre
no sabemos, ya estaban en un discipulado con Juan el Bautista y hay un nuevo
llamado. Sin pretender establecer diferencias y preeminencias, que descarta en
forma contundente la Lumen Gentium, vos ya estabas en un discipulado en el
clero diocesano y un Juan el Bautista, vos sabrás quien es, te dijo: “Ahí está
el Cordero de Dios”. Vos también le preguntaste a Jesús “¿dónde vives?” Y Él te
respondió: “Ven y verás” Y como los dos discípulos del Bautista viniste y estás
con Jesús. Este estar con Jesús en tu noviciado hará más fecundo tu bautismo y
tu sacerdocio y te confirmará la elección.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)