sábado, 23 de marzo de 2019

Interioridad y felicidad

La vida interior y la orientación a la felicidad:

“Son enemigos de la orientación a la felicidad, propios de la patología, es decir, del dinamismo egocéntrico de la soberbia, por un lado las racionalizaciones que vulneran la relación de la  inteligencia con la verdad, y por otro el egoísmo, cínicamente promovido por nuestra cultura. Es la debilidad del amor benevolente, la debilidad de la ternura abnegada, del gusto de servir y de hacer feliz al otro desinteresadamente. Vemos este egoísmo como contrario al desarrollo de la caridad, directamente relacionada con la unión beatificante. La mayoría de los pacientes concluye con razón que sabemos poco del verdadero amor: ‘Pero entonces amar, nadie ama’. ‘Recién ahora entiendo de qué se trata esto de amar’. ‘El amor, amor de veras, ¿qué es?’. Es el sentimiento del niño que confía y se sustenta en la experiencia del bien que nadie puede quitarle, de una Creación ordenada, de un amor vigente. El niño que Jesús declaró feliz. Es la experiencia de una fuerza que margina todos los miedos salvo el bendito temor de ofender al amado. Esta libertad de todo miedo, esta incondicionalidad de nuestra entrega en la vida, se cumple con esa plenitud que permite ser feliz sólo cuando el Amado es Dios mismo. Porque es el único objeto eterno y perfecto capaz de sostener nuestro amor y nuestra vida eterna y perfectamente. Un alma afincada en el bien amado, nada teme y se siente feliz ‘como un niño en brazos de su madre’. Sólo el bien supremo garantiza la plenitud de esta experiencia. Nos hace felices… el amor de Dios. El regreso a esta infancia espiritual requiere como primera instancia el arduo pasaje de egocentrismo a la dinámica del amor y de la humildad”[1].



Las virtudes cardinales y la interioridad:

“La templanza… nos desprende del uso exteriorizante de la realidad, por lo cual es una virtud indispensable para el desarrollo de la interioridad. La virtud de la templanza se vincula a la interioridad por cuanto recoge las tendencias extroversivas. La templanza modera la inflación de los deseos, deseos que se vuelcan sobre sus objetos sin la debida racionalidad, tornándolos más acuciantes: se hace hábito así la búsqueda de satisfacción como una búsqueda que ‘no da en el blanco’, a la larga penosa y frustrante. Lo más nuestra y deseable sólo se sacia en el silencio interior que permite la templanza. Los vicios de la intemperancia, sea lujuria, soberbia, o gula, todos ellos hablan de una valoración siempre excesiva y descontextuada, de manera tal que se pervierte o impide el goce del bien implicado: el sabor de un alimento, la belleza de la unión sexual, la alegría por la propia dignidad… La misma búsqueda del bien queda desorientada o desordenada por la inmoderación. Se pierde la capacidad de reflexionar sobre las cosas y de moverse con la libertad ante ellas: se pierde la grandeza de nuestra cualidad espiritual, esa que nos otorga el señorío, un potestad sobre todo lo creado, capacidad de diferenciar, diferenciarnos, elegir…En lugar de ello, aparece la indistinción, la confusión, la dependencia: entre el yo y el tú, entre el sujeto y el objeto, entre el deseo y sus objetos… Todo ello ocurre en el despliegue notable de conductas exteriorizantes, que mueven la vida personal en una dinámica disgregante y desintegradora, con su consecuente padecimiento psicológico”[2].



[1] Mariana De Ruschi Crespo, Hacia una psicología de la interioridad, Didajé, Bs. As., 2017, pp. 65-66.
[2] Idem., p. 78.

2 comentarios:

  1. Buenas tardes ... Quisiera saber el horario de misa los días domingos?

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    1. Estimada María del Pilar, la misa dominical es a las 10,00hs.
      Dios la siga bendiciendo

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