miércoles, 6 de marzo de 2019

San Benito, nuestro Moisés, guía y compañía en el desierto cuaresmal

“1 Aunque la vida del monje debería tener en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 sin embargo, como son pocos los que tienen semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza, 3 y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos. 4 Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, 6 de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida, 7 esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual. 8 Lo que cada uno ofrece propóngaselo a su abad, y hágalo con su oración y consentimiento, 9 porque lo que se hace sin permiso del padre espiritual, hay que considerarlo más como presunción y vanagloria que como algo meritorio. 10 Así, pues, todas las cosas hay que hacerlas con la aprobación del abad” (RB 50).

 

Cada uno debe tener su Moisés, bajo cuya orientación y mandato hay que salir de Egipto, es decir, apartarse del mal y ser digno soldado de Dios, madurando uno mismo por este desierto en las virtudes y buenas obras” (San Bernardo de Claraval, Tercera serie de sentencias 94, VIII, BAC, Madrid, p. 251).

“Pedro.- Admirables y sobremanera asombrosas son las cosas que acabas de contar, pues en el agua que manó de la piedra veo a Moisés (Nm 20,11); en el hierro que remontó desde lo profundo del agua, a Elíseo (2Re 6,7); en el andar sobre las aguas, a Pedro (Mt 14,29); en la obediencia del cuervo, a Elías (1 Re 17,6) y en el llanto por la muerte de su enemigo, a David (2S 1,2; 18,33). Por todo lo cual, veo que este hombre estaba lleno del espíritu de todos los justos” (San Gregorio Magno, Diálogos II, c 8).

“20. El camino de las órdenes y el amanecer. La primera luz del día representa las fieles palabras de la enseñanza apostólica; la alborada, el inicio del camino que germinó primero en la soledad y en las grutas, después de aquella doctrina; el sol revela la apartada y bien dispuesta senda de Mi siervo Benito, a quien atravesé con ardiente fuego, enseñándole a honrar, con el hábito de su orden, la Encarnación de mi Hijo y a imitar Su Pasión con la abnegación de Su voluntad; porque Benito es como un nuevo Moisés, puesto en la hendidura de la roca, mortificando y curtiendo su cuerpo con recia austeridad por amor a la vida, igual que el primer Moisés escribió, por precepto Mío, una áspera y dura Ley en tablas de piedra y se la dio a los judíos. Pero lo mismo que Mi Hijo atravesó esa ley con la dulzura del Evangelio, también Mi Siervo Benito hizo del designio de esta orden, que antes de él era un arduo camino, una senda apartada y llana, merced a la dulce inspiración del Espíritu Santo, y, por ella, congregó a la inmensa cohorte de su regla, igual que Mi Hijo reunió junto a Sí, por Su suave aroma, al pueblo cristiano. Entonces el Espíritu Santo alumbró los corazones de sus elegidos, anhelantes de su vida, para que, así como las aguas bautismales borran los pecados de los pueblos, también ellos renunciaran a las pompas de este mundo, a imagen de la Pasión, de mi Hijo. ¿Cómo? Igual que el hombre es rescatado por el santo bautismo de los cepos del Demonio y se despoja de los crímenes de su viejo agravio, también estos se desprenden de los afanes mundanos por el signo de sus vestidos, en los que llevan además, una señal angélica. ¿Cómo? Mira que son custodios de Mi pueblo, por voluntad Mía” (Santa Hildegarda de Bingen, Scivias II, V, 20, Trotta, 1999, p. 162).

Te confieso, Jesús mío, salvador mío, esperanza mía, consuelo mío; te confieso, Dios mío, que no estoy tan contrito y lleno de temor como debería por el pasado, ni me preocupo por el presente como convendría. ¡Y tú, dulce Señor, has establecido a este hombre sobre tu familia (cf. Mt 24,45-47), sobre las ovejas de tu rebaño (cf. Sal 73,1; 78,13)! A mí, que tengo tan poco cuidado de mí mismo, me mandas cuidar de ellos; a mí, que no alcanzo a orar por mis propios pecados, me mandas orar por ellos; a mí, que apenas me he instruido a mí mismo, me mandas que les enseñe a ellos. Desdichado de mí, ¿qué he hecho, qué he emprendido, en qué he consentido? Pero sobre todo tú, Señor, ¿qué has dejado que hagan de este miserable? Pero dime, dulce Señor, ¿no es ésta tu familia (cf. Mt 24, 45), tu pueblo elegido (cf. Dt 7,6), que por segunda vez hiciste salir de Egipto (cf. Sal 80, 11), que creaste y redimiste? Luego los reuniste de todas las naciones (cf. Sal 106,2) y los hiciste habitar unidos fraternalmente en esta casa (cf. Sal 67,7 Vul.)” (San Elredo de Rieval, Oración Pastoral 3[1]).


Dos sermones para la lectura cuaresmal de este año:

“14 En los días de Cuaresma, desde la mañana hasta el fin de la hora tercera, ocúpense en sus lecturas, y luego trabajen en lo que se les mande, hasta la hora décima. 15 En estos días de Cuaresma, reciban todos un libro de la biblioteca que deberán leer ordenada e íntegramente. 16 Estos libros se han de distribuir al principio de Cuaresma” (RB 48).

Tema: Lucha-terapia espiritual y discernimiento.

Clave: Sentido literal y sentido espiritual: alegórico, tropológico y anagógico.

Textos: Éxodo. Levítico, Deuteronomio


Sermón 7, Fiesta de san Benito. (Homilías litúrgicas, PC 5)

“Bienaventurado aquel hombre que soporta la prueba, porque una vez probado recibirá la corona de la vida que Dios tiene prometida a los que le aman”. Dígnese nuestro Señor Jesucristo conducirnos a ella, por los méritos de nuestro Padre san Benito”. 

Bienaventuranza y tentación (Prólogo). San Benito tentado, probado y coronado. Salida de Egipto, desierto y tierra prometida. Moisés versus Amalec, Seón, Og. Luchas y victorias. Amalec/gula. Virtud de la abstinencia. Boca-lengua. Grados. Medios. Envidia. Reglas de discreción. Moisés/Benito: brazos levantados (constancia-fervor). Seón, rey de los amorreos/fornicación. Virtud de la castidad. Orden. Og/avaricia. Virtud de la no posesión. Madian/ira. Virtud de la mansedumbre y la paciencia. Moisés-temor; Josué-amor ("introduce"). Josué –Jesús versus Jericó, Hai, cinco reyes. Jericó/indolencia-pereza-dispersión. Problemas del contemplativo. Armas. Hai/tristeza. Escudo/ Virtud de la esperanza. Cinco reyes/soberbia. Vanidad, ambición, jactancia, desprecio de Dios, amor de sí mismo. Manera de pelear.

Sermón 8 En la misma solemnidad de san Benito.

Tribulaciones y consuelos. “Habité en el país de Negueb, y había salido al campo a pasear caído ya el día”. Morada, salida y meditación. Tierra del aquilón: pasiones. Envidia, ira y lujuria. La catedra de la maldad. Tres tiempos diurnos. Humildad, caridad y castidad. El campo y el perfume de Jesús. Cuatro brazos de la fuente: prudencia, templanza, fortaleza y justicia. Cuatro cauces de los vicios: ignorancia, concupiscencia, flaqueza, malicia. “La boca del justo meditará la sabiduría”. Cuatro clases de juicios. Fuente: “Lleva la ley del Señor en medio del corazón”.



[1] Cf. De Oneribus 7, 9-11. Las regiones de la semejanza y la desemejanza, en: Volver a Dios, Sermones De Oneribus Isaiae (PC 13), pp. 99-101.

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