miércoles, 22 de enero de 2020

AÑO MARIANO NACIONAL: CONTEMPLANDO LA MATERNIDAD DE MARÍA EN LOS OJOS DEL “DULCE POETA” DE LA VIRGEN (III°)

SUBSTRATO BÍBLICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA MARIANA (II)



La lectio divina: los cuatro sentidos
y la única orientación de la Sagrada Escritura

“Bernardo encuentra a María allí donde Dios ha querido revelarla: en la Escritura. Toma de ella no sólo el contenido de su doctrina, sino también su forma… La Sagrada Escritura, además del contenido doctrinal, le ofrece a Bernardo una forma de expresión. La cultura bíblica de Bernardo es asombrosa; ella es la fuente de su ‘psicología bíblica’, la cual, a su turno, se manifiesta en un vocabulario, una prosa, una poesía y un estilo bíblicos” (Bernardo Olivera, p. 24. 27).





Homilía I: Donde comenta el envío del ángel

[Santidad de esta revelación. Pedido del Verbo y su inteligencia] 1. ¿Qué fin tendría el evangelista en expresar con tanta distinción los propios nombres de tantas cosas en este lugar? Yo creo que pretendía con esto que oyésemos con negligencia nosotros lo que él con tanta exactitud procuraba referir. Nombra, pues, el nuncio que es enviado, el Señor por quien es enviado, la Virgen a quien es enviado, el esposo también de la Virgen, señalando con sus propios nombres el linaje de ambos, la ciudad y la región. ¿Para qué todo esto? ¿Piensas tú que alguna de estas cosas esté puesta aquí superfluamente? De ninguna manera; porque si no cae una hoja del árbol sin causa, ni cae en la tierra un pájaro sin la voluntad del Padre celestial (Mt 10,29; 6, 26), ¿podría yo juzgar que de la boca del santo evangelista saliese una palabra superflua, especialmente en la sagrada historia del que es Palabra de Dios? No lo pienso así (Lc 17,10): todas están llenas de soberanos misterios y cada una rebosa en celestial dulzura; pero esto es si tienen quien las considere con diligencia y sepa chupar miel de la piedra y aceite del peñasco durísimo (Deut 32,13).

Verdaderamente en aquel día [el de la Anunciación] destilaron dulzura los montes y manó leche y miel de los collados (Ex 3, 8; Joel 3,18), cuando, enviando su rocío desde lo alto de los cielos y haciendo las nubes descender al Justo como una lluvia (Is 45, 8; 35,2), se abrió la tierra alegre y brotó de ella el Salvador; cuando, derramando el Señor su bendición y dando nuestra tierra su fruto (Sal 66 y 84,13), sobre aquel monte que se eleva sobre todos los montes, monte fértil y pingüe (Sal 67,16), salieron a encontrarse mutuamente la misericordia y la verdad (Sal 84,11)y se besaron la paz y la justicia (Sal 41,7).

En aquel tiempo [cuando Lucas escribe] también en que este no pequeño monte entre los demás montes, este bienaventurado evangelista, digo, escribió con estilo dulcísimo el principio de nuestra salud, tan deseado de nosotros, como que, soplando el austro (Job 37,27; Austro es figura del Espíritu Santo) y rayando el sol de justicia (Mal 4,2) más de cerca, se difundieron de él algunos espirituales aromas (Cant 4,16).

Y ojalá que ahora envíe Dios su palabra [Verbo] y nos derrita (Sal 147,18); ojalá que sople su espíritu y se hagan inteligibles para nosotros las palabras evangélicas (Cf. 2 Cor 4,6), se hagan en nuestros corazones más estimables [deseables] que el oro y las piedras más preciosas, se hagan más dulces que la miel y el panal (Sal 18,11).



4. Buen fruto (Mt 7,17-19) es Cristo, que permanece para siempre. ¿Pero dónde está el heno que se secó? ¿Dónde la flor que se cayó? Responda el profeta: Toda carne es heno y toda su gloria como la flor del heno (Is 40,8). Si toda carne es heno, luego aquel pueblo carnal de los judíos se secó como el heno. ¿Por ventura no se secó como el heno cuando el mismo pueblo, vacío de todo jugo del espíritu, se pegó tenazmente a la letra seca? ¿No cayó también la flor cuando aquella gloria que tenían en la ley (Rm 2,23) desapareció para siempre? Si no cayó la flor, ¿en dónde está el reino, en dónde el sacerdocio, en dónde los profetas, en dónde el templo, en dónde aquellas grandezas de que solían gloriarse y decir: ¡Cuántas cosas hemos oído y conocido y nuestros padres nos han contado! (Sal 77,3) Y también: ¡Cuántas cosas mandó a nuestros padres que hiciesen manifiestas a sus hijos! (Sal 77,5)

Y esto se ha dicho para exponer aquellas palabras a Nazaret, ciudad de Galilea.



Homilía II:

“Vellocino de Gedeón”

7. Traigamos de las Escrituras otros testimonios concernientes a la Virgen Madre y a su Hijo Dios. ¿Qué significa el vellocino de Gedeón, que, quitado de la carne, pero sin herida de la carne, es puesto en la era; y ahora la lana, después la misma era, es humedecida con el rocío (Jue 6,37-40), sino aquella carne tomada de la carne de la Virgen, pero sin detrimento de su virginidad? En la cual verdaderamente, destilando los cielos (Sal 67,9), se infundió toda la plenitud de la divinidad (Col 2,9), de modo que de esta plenitud hemos recibido todos (Jn 1,16), no siendo otra cosa, sin ella, que una tierra árida (Sab 19,7; Heb 11,29). Con este hecho de Gedeón parece cuadrar bellamente el dicho del profeta: Descenderá como lluvia sobre el vellocino (Sal 71,6, Vg). Pues por lo que se sigue: Y como las gotas que destilan sobre la tierra (Sal 71,6), se significa lo mismo que por la era, que se halló humedecida con el rocío. Que es decir: aquella lluvia voluntaria que destinó Dios para el pueblo, que es su heredad (Sal 67, 10), primero plácidamente y sin estrépito de alguna operación humana, con aquel sosegadísimo descenso propio de ella, bajó al seno virginal; mas después fue difundida en todas las partes del mundo por la boca de los apóstoles, no ya como la lluvia en el vellocino, sino como las gotas que destilan sobre la tierra (Sal 71, 6), con el estrépito de las palabras y con el sonido de los milagros. Porque se acordaron las nubes [apóstoles y predicadores] que llevaban la lluvia [y de] que, cuando fueron enviadas, se las había mandado: Lo que os digo a vosotros en las tinieblas, decidlo en la luz; y lo que escucháis al oído, predicadlo sobre las cosas (Mt 10, 27). Lo cual cumplieron, pues su sonido se extendió a toda la tierra y llegaron sus palabras hasta las extremidades del mundo (Sal 18,5).





“¿Qué importancia tienen estas citas? Son la esencia del misterio mismo, una expresión poética del misterio de la Encarnación, que hemos de experimentar en nuestro corazón por medio de la fe. Se trata de una manifestación poética del misterio de la revelación, una ‘unción’ de la tierra con la dulzura celestial” (Thomas Merton, p. 136).

 



Ejercicio: Elegir para la lectio divina un texto “mariano” del AT.

(2 Sm 7,1-5.8b-11.16; Is 7, 10-14; 8,10, 1 Cro 15,3-4.15-16; 16, 1-2; Gn 3,9-15.20; Mq 5,1-4; Is 61, 9-11; Za 2,14-17; Prov 8, 22-31).

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